Pasión por narrar

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Hace un tiempo entrevisté a Marta Rojas para el Noticiero Cultural. Y después de las pre­guntas de rigor, relacionadas con un acontecimiento pun­tual, nos quedamos conver­sando sobre su extraordinario itinerario creativo.

Fidel condecora a Marta Rojas como Heroína del Trabajo de la República de Cuba. Ocurrió en marzo de 1999, cuando se celebraba el 7.o Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. Foto: Carlos Cánovas
Fidel condecora a Marta Rojas como Heroína del Trabajo de la República de Cuba. Ocurrió en marzo de 1999, cuando se celebraba el 7.o Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. Foto: Carlos Cánovas

“No te quiero aburrir con mi historia personal, quiero hablar sobre la literatura y el periodis­mo, tengo la esperanza de que lo que te diga pueda servirte, aun­que sea un poco, porque de eso se trata en buena medida este oficio, de ir transmitiendo tus experiencias a los que vienen detrás. El periodismo y la litera­tura son artes de herencias, bien o mal aprovechadas”.

La muerte de la emblemáti­ca periodista y novelista cubana —reconocida por su cobertura de los hechos del Moncada o su labor en el Vietnam de la gue­rra y la Revolución— nos tomó de sorpresa. Dolorosa sorpresa. Revisando las notas de aquel en­cuentro, entresaqué algunas de sus ideas:

 

Sobre la eterna juventud

“Uno puede perder muchas co­sas con los años, es ley de la vida; pero no debería perder la curio­sidad, la sonrisa y la capacidad de querer. La ancianidad puede ser solo una condición física. Lo ideal sería que nunca fuera una condición mental. A mí lo que me corresponde es seguir en­tregando, mientras tenga fuer­zas. Y yo siempre tengo fuerzas. O me creo que las tengo. No les hago caso a mis dolores. Yo soy joven porque me siento joven. Y la juventud, de alguna forma, puede ser también una elección”.

 

Sobre el periodismo y la literatura

“Creo que el periodismo, o al menos cierto periodismo, tiene los valores formales y estéticos de la gran literatura. Es litera­tura, sin complejos. A mí no me gusta establecer estancos. Dis­tingo entre la ficción y la no fic­ción, pero tomo mis herramien­tas del mismo saco. A mí lo que me ha gustado siempre es contar historias. Narrar es mi pasión. A veces las saco de la realidad. Otras veces me las invento. Pero las escribo con los mismos de­dos, con la misma cabeza”.

 

Sobre el arte de escribir novelas

“Puedo admitir que a alguien no le interesen las historias que cuento, pero nunca me daré el lujo de aburrir a mis lectores. Una novela tiene que tener sus­tancia, pero también condimen­to. Una no escribe una novela para regañar ni amonestar ni sermonear a nadie. Una escri­be para que la gente se divier­ta, para que pase un buen rato. Y si una logra unir lo agradable con lo útil, pues mucho mejor. Pero un libro no debe ser asumi­do como un contendiente, sino como un compañero de viaje”.

 

Sobre el tratamiento de la historia

“A mí me gusta escribir de la gran historia y de la pequeña historia. La primera es la de las naciones, la de los hitos, los acontecimientos y personajes, la gesta de los pueblos. La se­gunda es más íntima: la de los pequeños sentimientos y pasio­nes, la de las iniciativas más o menos personales. La segunda suele ser motor de la primera. A un periodista y a un historia­dor les corresponde encontrar esos puentes, esos móviles”.

 

Sobre la ética profesional

“Sin una ética personal no pue­de haber una ética profesional. Y sin una conciencia plena de la naturaleza del periodismo, tampoco se puede hablar de ética. El periodismo, primero que todo, es un servicio públi­co. No se debería hacer perio­dismo para complacer vanida­des personales, aunque un poco de sano orgullo sí es útil. Pero se hace periodismo por ideales y por vocación humanista. Lo demás es puro comercio”.

 

Sobre los jóvenes

“A mí me encanta estar rodeada de jóvenes. Mis momentos más felices son cuando me reúno con estudiantes o con jóvenes pro­fesionales para compartir his­torias. Pero compartir no sig­nifica solo hablar, sino también escuchar. Creo que nos hace mucha falta escuchar. Los jó­venes deberían escuchar a los viejos, porque tienen el tesoro de la experiencia; y los viejos deberían escuchar a los jóve­nes, porque siempre hacen falta impulsos nuevos y a veces hay que remover las piedras anti­guas que están en el camino”.

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