El deber de cuidar a los más pequeños

El deber de cuidar a los más pequeños

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Desde marzo del 2020 hasta hoy más de 770 niños y adolescentes han enfermado de la COVID-19 en la provincia de Matanzas. “No hay razón para tantos contagios en esas edades pediátricas (de 0 a 18 años)”, observa con pesar la doctora Estrella Echavarría Ortiz.

La recién nacida Noa.
La recién nacida Noa.

Para la responsable del Pro­grama de Atención Materno Infan­til (Pami) en el territorio yumuri­no resulta alarmante la cantidad de positivos menores de 5 años, dependientes por completo del cui­dado de la familia, advierte la fa­cultativa.

Es bueno hacer la distinción, ra­zona, porque está claro que la auto­nomía de movimientos propia de los de 10, 12, 14 o 15 años no se da en un lactante, en un bebé de cuna, que no debiera contraer el SARS-CoV-2, mucho menos los recién nacidos, precisa.

“Detrás de cada contagio hay una violación de las normas de bio­seguridad, baja percepción de riesgo o exceso de confianza”, sostiene So­nia Ortega Ávila, jefa del Departa­mento de Higiene y Epidemiología en el Hospital Provincial Docente Ginecobstétrico José Ramón López Tabranes.

Por esas mismas razones, Ade­leisi Fiallo Hernández analiza una y otra vez dónde pudo estar la bre­cha… La autovigilancia comenzó en el mismo momento en que estaba segura de su embarazo, sueño que había logrado después de casi cuatro años de interminables consultas de infertilidad, de desilusiones, de es­peranzas rotas.

Un embarazo añorado, y para colmo en medio de la pandemia, la obligó a extremarse en cuidados que arreciaron, dice, cuando entró a su casa con la niña en brazos. Instantes después colocó un cartel a modo de advertencia: Cuida a mi bebé. No me visite.

 

Incertidumbres, angustias, certeza

La mamá de 31 años todavía no lo entiende. “Todo ocurrió muy rápi­do. El 14 de abril fue la cesárea. Diez días después sentí fiebre…”, narra, y por unos segundos, del lado de allá, el móvil enmudece.

Ya de alta, Adeleisi no ve la hora del rencuentro con su hijita. Como indica el protocolo, ella se recuperó en el Hospital Militar Mario Muñoz Monroy, y la niña, fuera de peligro, permanece aún en maternidad.

El esmero del personal de la salud como Yuriana y Emaly ha sido vital en la recuperación de Noa y de otros pacientes pediátricos.
El esmero del personal de la salud como Yuriana y Emaly ha sido vital en la recuperación de Noa y de otros pacientes pediátricos.

A pesar del escaso tiempo, Emaly Estrella Estupiñán Figue­roa, residente de segundo año de Neonatología, encuentra unos mi­nutos para enviarle fotos a Adelei­si. Así mitiga su angustia, así vence los 78 kilómetros entre el poblado de Máximo Gómez, en el municipio de Perico, y la capital provincial, para que la madre vea a su hija. “La separación es muy dura. Mi alivio está ahí, en la dedicación del personal médico, en su desvelo y profesionalidad”, suspira.

La niña evoluciona muy bien. Ya falta poco para darle el alta, apunta la doctora Emaly, mientras la seño Yuriana Yusef Comans, li­cenciada en Enfermería, palpa con suavidad la espalda de la bebita de solo 22 días. “Intento sacarle los gases”, asegura en conmovedor gesto.

No hace un mes y medio desde que en el Hospital José Ramón Ló­pez Tabranes abriera la atención a neonatos (hasta 28 días) portado­res o sospechosos del nuevo coro­navirus, un servicio antes ofrecido en el Pediátrico.

“En tan poco tiempo ya hemos recibido a cinco, tres confirmados, entre ellos Noa de la Caridad Ma­rín Fiallo, la hija de Adeleisi. Oja­lá no tengamos que ingresar a más ninguno”, clama la especialista de Primer Grado en Higiene y Epide­miología, Sonia Ortega Ávila.

“Si se toman todas las medidas, no hay por qué contagiarse. Basta con respetar los protocolos y con­vertirlos en tarea cotidiana, en casa, o en los centros de trabajo. En esta propia institución, con el dolor del alma hemos impuesto varias de esas normas, lo mismo a empleados, que acompañantes y hasta pacientes. No podemos permitir favorecer los ries­gos donde la misión es dar vida, pro­tegerla”.

Justo por eso, con un orgullo di­fícil de ignorar, la responsable del Pami en Matanzas lo afirma oron­da: “En ningún centro hemos teni­do transmisión de la COVID-19 que afecte a la población materno-infan­til, un logro concebido en el diseño de medidas en constante cambio, para afrontar los desafíos de un vi­rus ahora más agresivo, transmisor y letal que antes, factores que debe­rían favorecer un incremento de la percepción de peligro y de muerte. Sin embargo, no es así”.

Aunque los pacientes pediá­tricos no suelen requerir cuidados intensivos, conviene prevenir para evitar comprometerle la salud, alerta la epidemióloga Ortega Ávi­la, un llamado de atención válido para una provincia donde el año pasado se reportó el primer niño con síndrome inflamatorio, y lue­go, en este 2021 se dio el caso de una adolescente con síndrome he­mofagocítico, disfunción orgánica severa, ambas manifestaciones re­lacionadas con la COVID-19 y tra­tadas con mucho éxito por médicos locales.

Para evitar estos y otros sus­tos, conviene modificar hábitos, coinciden Estrella y Sonia. Por ejemplo, no besar a los lactantes ni visitarlos antes de los tres o cua­tro meses. “Siempre debió ser así, mucho más ahora, apunta la epide­mióloga, porque aún se desconocen todas las secuelas en la población infantil”.

Según la responsable del Pami, a pesar de la ausencia de estudios con­clusivos sobre las consecuencias de la acción del SARS-CoV-2 sobre el feto, “sí hemos visto la relación con la restricción de su crecimiento”, lo que exige preponderancia del rol de la familia en una fase que invita al amor demostrado a favor de un nue­vo miembro.

Para las dos especialistas, mien­tras se espera por la vacuna, y pos­teriormente, mejor recurrir a los efi­caces métodos del correcto uso del nasobuco, el distanciamiento físico y la desinfección de las manos con agua y jabón, hipoclorito y solucio­nes alcohólicas”.

 

Ensayo clínico en población pediátrica

Cuba se alista para iniciar próximamente un ensayo clínico en poblaciones pediátricas con los candidatos vacunales Soberana 01, 02 y Plus, informó Vicente Vérez Bencomo, director general del Instituto Finlay de Vacunas en una comparecencia reciente en el programa Mesa Redonda.

Aseguró que “estamos esperando la autorización del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed) para iniciar un estudio fase I/II en población pediátrica”. En un inicio el ensayo comenzará con el rango etario de 12 a 18 años y, posteriormente, con menores de 12; y tendrá lugar alrededor del hospital Juan Manuel Márquez.

Asimismo, investigadores del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) avanzan también en la fase final del diseño de estudios clínicos en poblaciones pediátricas con el candidato vacunal Abdala, según explicó a Prensa Latina la doctora Verena Muzio, directora de Investigaciones Clínicas del CIGB, institución líder de este proyecto vacunal.

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