Atención a los vulnerables: Manos para salvar

Atención a los vulnerables: Manos para salvar

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Ángel Víctor Castro hace gala de su primer nombre, pues quienes le rodean conocen de su gentileza, de ahí la gratitud y el agrade­cimiento de las personas que él ayuda en la circunscripción 86 de la comunidad El Almi­rante, en la demarcación del Consejo Popular Jesús Menéndez, en la provincia de Granma.

Yanet dialoga con los abuelos de Carlos, quien en estos momentos es vulnerable por la situación epidemiológica. Foto: Pedro Paredes Hernández
Yanet dialoga con los abuelos de Carlos, quien en estos momentos es vulnerable por la situación epidemiológica. Foto: Pedro Paredes Hernández

Desde el pasado año, a sus actividades de funcionario público se han sumado otras de gran responsabilidad debido a la propagación del virus SARS-CoV-2, por lo que de conjunto con los factores de la comunidad se dio a la ta­rea de identificar a las personas vulnerables.

Otro tanto ocurre en Pinar del Río (muni­cipio cabecera), donde Yanet Cruz se desem­peña desde los 17 años como trabajadora so­cial (es fundadora de ese programa), y ahora labora en el Consejo Popular Carlos Manuel de Céspedes. Madre de dos niñas (una de siete y otra de 10 años), confiesa que se cuida para evitar contagiarse; no obstante, fue la primera mensajera que protegió a quienes hoy resultan vulnerables como consecuencia de la difícil si­tuación epidemiológica.

 

Historias para ser contadas

En el contexto de la COVID-19 mucho se ha comentado sobre el actuar de los trabajadores sociales. Ángel Víctor y Yanet son apenas dos ejemplos; ellos, con sus quehaceres cotidia­nos, contribuyen a atenuar el panorama de los más necesitados, ya sea por la persistencia de la pandemia, o por el consiguiente desba­lance entre lo que se percibe desde el punto de vista económico y el estado actual de los precios.

“Visitamos uno a uno a los pobladores —apuntó Ángel Víctor— y definimos quiénes precisaban ayuda, entre los que está Severino Cordoví Cámbar, un adulto mayor, de 74 años, que vive solo. Su único hijo radica en Matan­zas, y no tiene otro familiar cercano que pueda ocuparse de él.

“Severino es beneficiario del Sistema de Atención a la Familia y recibe almuerzo y comida en un comedor comunitario, relativa­mente distante, pero comprendimos que a ese lugar no podía continuar asistiendo por ser susceptible a la enfermedad.

“De inmediato me reuní con los vecinos del CDR y tres jóvenes se brindaron para lle­varle los víveres. De esta forma les distribuí los días, de acuerdo con las disponibilidades de tiempo de cada uno. Desde ese momento ve­rifico el cumplimiento del encargo, me man­tengo informado de la alimentación de este adulto mayor y de su nivel de satisfacción, que ha sido positivo”.

En la provincia más occidental del país, Ezequiel Ramos, con 11 años de jubilado, tiene hoy una pensión de mil 578 pesos —expresó Yanet—. La esposa, Odalys Lazo, no recibe in­greso alguno, pues aunque cuenta con los re­quisitos por el tiempo que trabajó en Servicios Comunales, hace años perdió el vínculo labo­ral para dedicarse al cuidado de su madre y de un hermano enfermo. Ambos viven junto a Leysi y Carlos, hija y nieto.

“La dinámica de la familia cambió con la presencia de la COVID-19. Leysi, como traba­jadora no estatal, expendía en su hogar comi­da elaborada, principalmente a universitarios, pues aprovechaba la proximidad del hogar con la residencia estudiantil Hermanos Saíz Montes de Oca. No obstante, lo peor estaba por llegar, le diagnosticaron a Carlos un linfoma Hodgkin.

“Preocupados por su insolvencia y alenta­dos por amigos, Odalys acudió a la Dirección Provincial de Trabajo, donde le orientaron, e inmediatamente Leysi contó con un respaldo financiero”.

Ellos son de los 391 núcleos en el municipio catalogados (hasta el cierre de febrero) como vulnerables económicamente, y se encuentran entre los 2 mil 124 de la provincia, según infor­mó Leiser Cabeza, subdirector de Prevención, Trabajo y Asistencia Social en el territorio.

 

Trabajadores sociales, un eslabón indispensable

Odalis Menéndez Mayol, especialista en Pre­vención, Asistencia y Trabajo Social en Baya­mo, aseveró que desde el comienzo de la pan­demia se movilizaron las zonas de defensa y se caracterizaron a aquellas personas y familias que podrían ser vulnerables, con el objetivo de que no quedara nadie desamparado, a partir de las medidas tomadas como parte de la Ta­rea Ordenamiento.

“Definimos que existen diferentes for­mas de vulnerabilidad. En aquel entonces lo eran los adultos mayores que viven solos, sin familiares obligados a su atención, o que los tienen, pero están distantes; mujeres con más de tres hijos sin ingresos, y personas con discapacidades. En la actualidad lo son también las familias que se encuentran en aislamiento.

“Estamos trabajando muchísimo durante el presente año, con una labor más humana, solidaria, incluso diría que asistencialista. Hemos servido como mensajeros; en la preven­ción del delito; con los menores en situación de riesgo y con las familias disfuncionales, por­que tenemos que ver con todo lo que se mueve en la circunscripción, que es nuestra área de operación y, al unísono, nuestra línea roja”.

Actualmente en la capital son protegidos 30 mil 246 núcleos, precisó Irina Torres Folgado, subdirectora de la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social. Foto: Agustín Borrego

“El concepto de vulnerable es muy amplio”, precisó Irina Torres Folgado, subdirectora de la Dirección de Trabajo y Seguridad Social de La Habana, entidad que desde finales del año pasado se ha estado preparando para aten­der a los más necesitados. “En este sentido las personas, grupos o familias cuando reciben el impacto de los cambios o las crisis y no tienen capacidades para afrontarlas, están en una si­tuación de riesgo”.

Explicó que a partir de la Tarea Ordena­miento, desde enero y hasta la fecha se han atendido a las familias que han solicitado el respaldo financiero o la vinculación al em­pleo, para lo cual se organizaron los trabaja­dores sociales en las comunidades.

Hay individuos o familias que solici­tan servicios o prestaciones —aclaró Irina—, porque las estructuras familiares cambian to­dos los días; de ahí que la asistencia social se conciba como un proceso. Hoy en la capital se protegen a 30 mil 246 núcleos.

Entre las principales dificultades comentó la insuficiente preparación de algunos traba­jadores sociales para asumir los retos que la sociedad impone. Ellos son el eje fundamental para lograr la efectividad y la adecuada im­plementación de las políticas sociales. Debe­mos potenciar —manifestó— las capacidades de los técnicos y especialistas que ejecutan la­bores de prevención y atención social. La meta es lograr un profesional con una visión holís­tica de los problemas de la comunidad, que brinde herramientas para la resiliencia en el espacio familiar y que consolide sus habilida­des a través de una práctica sistemática y un método de trabajo efectivo. “Mientras más y mejores acciones de trabajo social se realicen, menos prestaciones de asistencia social se re­querirán”.

Finalmente, apuntó que el año 2021 será prometedor para los cambios que tendrán que efectuarse en cuanto al trabajo social. “La propuesta de la especialidad del técnico su­perior en la Universidad de La Habana y las acciones de capacitación que se diseñan per­mitirán en un futuro inmediato transformar los modos de actuación”.

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