Tania Ortiz: a las Morenas las valora más la gente (+Video)

Tania Ortiz: a las Morenas las valora más la gente (+Video)

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El destino de Tania Ortiz cambió completamente una tarde del año 1975, cuando un cazatalento cubano, de los que iban a buscar atletas por los más intrincados vericuetos de la geografía nacional, llegó a su Vertientes natal, en Camagüey, y casi por casualidad supo de una niña que tenía aptitudes para ser voleibolista.

 

Tania Ortiz / Fotos: Jorge Luis Coll Untoria

Ella, como cualquier chiquilla, veía en las actividades deportivas un hobby, pero no sentía inclinación por ninguna en específico. Hoy, 46 años después de ese pasaje azaroso, recuerda los momentos más relevantes de una carrera que la llevó a convertirse en campeona olímpica y mundial y que, lógicamente, no estuvo exenta de sacrificios, decepciones y alegrías.

Camina algo lento, casi que con alguna dificultad, y luce un pullover azul del equipo Cuba. Finalmente se acomoda con cuidado en uno de los asientos de mimbre que hay en la parte trasera de la espaciosa casa en el municipio capitalino de Diez de Octubre. Entonces, su mente empieza a rebobinar la cinta.

***

Los años en la Escuela de Iniciación Deportiva  (EIDE) Cerro Pelado la comenzaron a formar como pasadora. Allí aprendió de varios de los mejores formadores de talentos que ha tenido Cuba: los profesores Cándida Jiménez y Enrique Larrazaleta. Enseguida que escucha los nombres se le hace inevitable no asociarlos a la palabra exigencia. “Por eso Camagüey es cantera del voleibol. Tremendos entrenadores y Roberto Ponce más estricto todavía”, asevera.

Tania necesitó tres cursos para adquirir un nivel respetable y convertirse en una figura de perspectivas. Sin embargo, tuvo que lidiar con una decisión de su madre que amenazó con troncharle el camino en los tabloncillos.

“En el ‘77 no pude ir a mis primeros Juegos Escolares, porque mi mamá lo prohibió. Dijo que estaba muy delgada y mal alimentada. No quiso que siguiera y salí de la EIDE. A mitad de curso el profesor que me captó fue a la secundaria, le expliqué la situación y pasó por la casa, pero mamá seguía renuente.

“Me metí debajo de una cama a llorar hasta que mi papá y las tías hablaron con ella y la convencieron. Así y todo iba los miércoles a verme, sin importar que hubiera pases los viernes. A mitad de semana pasaba por la escuela a chequear si comía y hacía las cosas bien, pues tenía miedo, ya que de niña fui muy maldita, y en las becas se hacían muchas bromas y siempre estaba en todos esos grupos”.

En definitiva, en los Juegos Escolares de 1978, celebrados en Holguín, la captaron para la ESPA nacional en La Habana y dos años después pasó a integrar la preselección del equipo Cuba juvenil, al mismo tiempo que alternaba con la selección “B” de mayores. “En el ‘83 empecé en la preselección del combinado nacional. Bajaba y subía del “A” al “B” junto con Inés María Moliner y Aracely Serrano. De esa manera nos probaban”.

Llegar a La Habana tan joven resultó un impacto muy grande. Por primera vez estaba lejos de su tierra y esperó un año para volver a ver a sus padres. No obstante, la formación que había tenido en Camagüey y el auxilio de voleibolistas veteranas le sirvieron para no agobiarse ante el entrenamiento fuerte que imponía el colectivo de profesores.

“Celestino Suárez, Nelson Poyato, Luis Felipe Calderón, Jorge Garbey, Eider George… eran buenísimos y la exigencia similar a la que tuve en la EIDE. Imilsis Téllez y Ana María García fueron jugadoras que ayudaron bastante. Libertad González apoyó mucho en el pase y me enseñó habilidades y trucos que debe tener un armador. En el ’84, o se quedaba ella en el equipo o entraba yo y sin malicia alguna me dijo: ‘Mira, le voy a decir a Eugenio que no nos vamos a eliminar tú y yo. Te quedas tú en el equipo nacional.

“Igualmente, atacadoras como ‘Mamita’ Pérez y Mercedes Pomares te arropaban, otras se ponían más majaderas. Si les pasabas mal no entendían que fueras nueva y les daban un piñazo a la pelota que la botaban. Éramos jóvenes y nos insertaban en ese grupo en el que muchas comenzaban a retirarse”.

¿Cuán fuerte entrenaban?

“Ocho horas diarias. Y si había competencias cerca lo hacíamos los domingos también. Si un ejercicio no salía: diez horas. Cuando estábamos acabando Eugenio mandaba a guardar la comida. La preparación física era extremadamente fuerte, hacíamos pesas. Mira ahora como estoy, que tengo una prótesis en la cadera derecha y ya me tengo que poner una en la otra. Eso es de las pesas que levantábamos, como un pesista”

Se habla mucho de lo fuerte que podían llegar a ser los entrenadores… ¿Considera que, en lugar de motivar, algunos de los métodos podían ser agresivos al punto de cruzar la línea del maltrato?

“Nunca nos sentimos maltratadas. Al principio me impactó mucho, porque Eugenio no hablaba casi. En el ’85 estábamos por Oriente, el entrenamiento no había salido bien y estaba muy cansada, pues había tres sesiones y las que daban clases practicaban dos veces al día, pero para mi año de licenciatura no había profesores y tenía que ejercitarme mañana, tarde y noche. En una de esas se me cayeron las pesas… Era jovencita y cuando formamos, ¡bah! ¡Lo que se formó! Yo nada más lo miré.

“Le pasé un telegrama a mis padres y cuando llegamos aquí ya ellos estaban. Mi mamá trató de suavizar y él tiró todo aquello a jarana. Explicó que a veces debían hacer esas cosas para que nosotras reaccionáramos y me ponía tres sesiones porque sabía que lo resistía. Verdaderamente me sirvió de mucho, pero él era muy fuerte. No hablaba, siempre lo hacía Antonio Perdomo. Cuando él tomaba la palabra era pa’ regañarnos a  nosotras y a los entrenadores también.

“Recuerdo una ocasión en el ’88. Estábamos perdiendo en el Coliseo con la URSS 2-0 y el tercer set iba como 13-4. La gente se empezó a ir y ya tú sabes: ‘¡Mándenlas pa’ la caña que no sirven pa’ na’! Yo tenía hecho unos rolitos y Magaly Carvajal igual, con unos ganchitos, porque me iba después en la guagua para mi provincia. Él pidió tiempo: ‘¡Les debería dar vergüenza, miren al pueblo como se va!’. Nos dijo horrores… ‘¡Y si ustedes quieren, pierdan!’.

“Imagínate que faltaban dos puntos para perder y lo que entró al terreno fueron ‘fieras’, ganamos 15-13 ese set y nos llevamos el cuarto. Navarro mandó a abrir las ventas de la Ciudad Deportiva y la gente empezó a regresar al Coliseo y terminamos remontando el partido. Pero antes de eso mira todo lo que él nos dijo para hacernos reaccionar”.

Es decir, ¿nunca lo vieron como un maltrato?

“No, no. Eran momentos. A veces el fin de semana comentábamos que estábamos cansadas y él escuchaba. Entonces se aparecía y decía: ‘si me cantan una canción cada una, no entrenamos más hasta el lunes’. ¡Muchacho!, todo el mundo empezaba a cantar y nos daba el fin de semana”.

 

En 1985 se coronó campeona mundial juvenil y estuvo en el equipo que se llevó la plata en el Campeonato Mundial de Checoslovaquia, en 1986, sin embargo, serían unos años difíciles para ella, pues creía tener las condiciones para ser regular y la ocasión no le llegó hasta 1988.

“Desde mi punto de vista podía haber sido titular desde el ‘85. Tienes que esperar y se sufre mucho. Cuando un técnico no quiere que tu vayas a una competencia es facilito. Para los Juegos Panamericanos de 1987 entrené con un dedo hinchado que parecía dos dedos juntos y voleaba y voleaba y lloraba, las lágrimas se me salían del dolor. Tenía que poner el dedo por detrás del otro para poder intentarlo, pero así todo rabiaba. Y Eugenio me pasaba por al lado y me decía que era cobarde y yo haciéndolo todo.

“Apareció un torneo en Checoslovaquia y nos mandó a Rubinelda Henry, Aracely Serrano y a mí a reforzar un equipo juvenil. Al regresar salían para Ciego de Ávila y yo no estaba en la nómina y ya integraba el equipo nacional. Le pregunté a él mismo y me respondió que no, que a Ciego iban quienes se eliminarían para ir a los panamericanos.

“Mi mamá se disgustó mucho y me dijo: ‘Recoge que nos vamos para la casa’. Y le contesté: ‘¡No. Ahora voy a jugar voleibol, y voy a jugar en el equipo nacional porque voy a jugar!’. Era fuerte físicamente y no tenía problemas técnicos ni tácticos. Me lo propuse y en el ‘88 llegó mi oportunidad”.

¿Considera que el equipo pudo haber dado más en los años ‘80?

“Me parece que Eugenio se dio cuenta un poco tarde. Después de esas medallas de plata en la Copa del Mundo de 1985 y el Mundial del ’86, dijo que se cansó de ser segundo, pues con lo que se entrenaba no se podía estar en esa posición a nivel mundial. A partir de ahí decidió empezar a cambiar la nómina. Se quedó Mireya Luis y entré con Lily Izquierdo, Regla Bell, Mercedes Calderón y Magaly”.

En 1988 Tania vivió en carne propia lo que era perderse unos Juegos Olímpicos por razones extradeportivas. Corea del Norte decidió no participar en la cita de Seúl y Cuba, junto a otro pequeño número de países, se abstuvo de asistir a la lid.

“Nos sentimos mal. Llevábamos ocho años preparándonos con tremendo rigor sin participar en Juegos Olímpicos. Imagínate, una medalla menos, porque en Seúl estábamos listas para ganar. Fíjate que en el ‘89 nos llevamos la Copa del Mundo invictas y seguimos para los Cuatro Grandes y vencimos a todo el mundo”.

Tania junto a Mireya Luis. Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Cómo recuerda ese triunfo de la Copa del ’89?

“Maravilloso. A veces lo conversamos cuando nos reunimos, y algunas coincidimos en que disfrutamos más en el ‘89 que en la victoria en los Juegos Olímpicos de 1992, pues en Barcelona estábamos acostumbradas a ganar. En la Copa, en los últimos puntos Pérez Vento gritaba desde las gradas: ‘¡Calma, calma!’ porque andábamos desesperadas. Lo disfrutamos muchísimo, era la primera vez que nos coronábamos como equipo en una competencia de esa envergadura”.

A pesar de haber arrasado en 1989, un cuarto lugar en el Mundial de Italia, en 1990, sorprendió a propios y extraños. Hay quienes hablan de problemas entre compañeras que afectaron el funcionamiento del grupo, ella lo atribuye a otro tipo de cuestiones internas que influyeron en el estado de ánimo de las jugadoras.

“Luego de ganar la Copa del Mundo hablamos con el Comandante Mireya y yo y le dijimos que teníamos problemas con el tema de la vivienda. Como seis estábamos casadas y en los albergues no podías tener a tu esposo, porque te daban baja por indisciplina. Entonces él dio 97 viviendas para los equipos de ambos sexos y fueron mal distribuidas por el Inder. Sacamos la cuenta y más menos éramos 24, más algún que otro entrenador. Quedaban casi 70.

“Yo estaba casada y no me dieron. Las que alcanzaron fueron Lily Izquierdo, Magaly, Mireya y Regla Bell. En el masculino sucedió igual, el resto se las otorgaron a todo el que les pareció, por ejemplo, a atletas que habían causado baja y Eugenio evaluó que como seguíamos jugando teníamos otras posibilidades que no tendrían aquellas que no iban a jugar más. Pero no era el momento. Nos disgustamos. Las casadas seguimos en la misma situación. En mi caso, un señor que yo conocía por el subdirector del Cerro Pelado me donó un terreno en el reparto Finlay, en Marianao. Empecé a construir y me veía limitada, pues entrenaba tres veces a la semana.

“Se resquebrajó un poco la disciplina. Dí mis puntos de vista y le expliqué al Comisionado Nacional que yo iba cuando pudiera, porque tenía que hacer la casa y como todo deportista que se había sacrificado también lo merecía. Después hablaron conmigo y fui incorporándome paulatinamente.

“Fuimos muy incómodas al Mundial. No había unidad de equipo. Luego nos dolió mucho ver que cogimos cuarto lugar y no estuvimos en el podio… perdimos con las americanas”.

Se suele decir que a lo interno del grupo existían problemas ¿qué opina de estos comentarios?

“En un equipo siempre hay desavenencias, porque son caracteres diferentes. Teníamos jugadoras que no se trataban fuera del terreno, pero en tabloncillo debían hablarse obligatoriamente. Eso era un problema si Eugenio veía que no se saludaban. En la cancha había que llevarse bien, festejar las jugadas y eso fue limando las asperezas, porque de todos modos ya te diste un abrazo de alegría. Para qué íbamos a estar peleadas. Y nos llevamos bien, y muchas de las que quedamos aquí nos reunimos en ocasiones”.

Para 1991 varios compromisos se avizoraban en el horizonte, y ella dice que ese año lo pasearon. Las Espectaculares Morenas del Caribe llevaron a su palmarés el cetro en los Juegos Panamericanos y retuvieron la corona de la Copa del Mundo. Eran tiempos complejos para Cuba. En medio del inicio del crudo Período Especial, La Habana organizaba los Juegos Panamericanos. “El evento revolvió el país. Y en un momento como aquel fue para el pueblo un aliento”.

¿En qué les afectó esa crisis?

“Se nos mantuvo la alimentación. Afortunadamente vivíamos arriba de los aviones y la familia y muchos vecinos no se vieron dañados, pues teníamos la posibilidad de ayudarlos. Y lo tomamos como un arma para estimular a lo interno.

“Cuando la gente se ponía un poco desganada nos reuníamos y Mireya decía: ‘Acuérdense de la situación que estamos viviendo en Cuba, que si no ganamos no salimos. Nadie nos va invitar si no somos campeonas. Ahora nos llaman porque todos quieren jugar con nosotras y eso da la posibilidad de comprar el jaboncito, el champú, el detergente y llevarle las cositas a mamá’. Usamos eso a nuestro favor y resultó”.

En 1992 venía la posibilidad de participar por primera vez en unos Juegos Olímpicos, sin embargo, para Tania no resultó fácil, pues el cambio generacional que se estaba gestando la llevó al banquillo como una jugadora de cambio importante para Eugenio George.

“Ese año fue bastante difícil. Estaba entrando Marleny Costa y pienso que Eugenio hizo un cambio muy brusco y la respuesta que recibí fue que me necesitaba más en el banco, para cumplir el rol que tuvo Imilsis a finales de su carrera: salir de cambio por si fallaba algo. No obstante, cuando eres atleta no lo entiendes, y lo que se te queda es que te sacan del puesto de regular.

“Al terminar los Juegos Olímpicos me dijo que quería conversar conmigo y fuimos para la orilla de la playa. Me demostró que tenía razón, porque tuve que entrar varias veces, pero cuesta aceptarlo en el momento, y es algo complejo para todo deportista”.

Muchos la recuerdan como una jugadora fogosa e interrogarla acerca de la euforia que le imprimía al partido la hace sonreír. Más allá de evocar alguna escena subida de tono se atiene a decir que funcionaba como un motor impulsor, y al mismo tiempo reconoce la importancia de ser una buena pasadora.

“Imilsis me enseñó algo: ‘nunca dejes que las atacadoras hagan de ti lo que les dé la gana. Ellas tienen que hacer lo que tú digas, te lo van a agradecer mañana’. El pasador es el guía del equipo, una posición ingrata, porque el mérito es siempre para los atacadores, pero si no te pongo libre o con un bloqueo no tienes resultado. A quienes se iban quedando atrás les decía: ‘Demuéstrame… Te la voy a pasar, si te vuelven a bloquear no juegas más, vas a estar aquí saltando por gusto’, y eso les subía el ánimo, algo así como los métodos de Eugenio”.

Foto: Cortesía de la entrevistada

La camagüeyana tenía pensado retirarse luego de Barcelona 1992, pero le pidieron quedarse un tiempo más. No obstante, descuidos en la preparación la llevaron a subir de peso, lo que provocó una lesión en la rodilla y su posterior paso por el quirófano.

“Entré al hospital en 90 kilos y salí en 78 gracias a una dieta rigurosa. Me fui recuperando y a los 21 días de haberme quitado los puntos estaba saltando ya y Calderón me decía que eso era malo para mi salud, pero salió todo bien. Rescaté mi físico, volví a saltar 3,25 y Eugenio me dijo: ‘En el caso tuyo y de Mercedes Calderón, que han dado tantos logros, van en el banco jueguen o no. No pueden retirarse sin tener un título mundial’”.

Y así fue. En el Mundial de 1994 Tania obtuvo su medalla de oro en lo que se recuerda como un campeonato de ensueño. El equipo no perdió un solo set y le pasó por encima a las locales brasileñas en el estadio de Ibirapuera.

Cuenta que las brasileras eran religiosas, pero las cubanas tenían también ese aspecto cubierto. “Todo el mundo tiene sus padrinos. En Barcelona, cuando llegamos a la villa, nos dieron muñequitas santorales. Me tocó una Yemayá y nosotras siempre íbamos con cascarilla. Un día montamos un altar en el apartamento con todas las muñecas y había una tienda donde vendían ramos de flores que costaban como 120 y le decía a Idalmis Gato y a Lily: ‘¿Y con qué vamos a comprarlo si no tenemos dinero?’.

“No se cómo, fueron a la tienda y viraron con el ramo. Lo pusimos y antes de irnos para los juegos encendíamos aquello. El día que enfrentamos a las americanas nuestros dirigentes estaban de pie en el público, porque se veía feo el panorama y nos viramos para la grada y Mireya les dijo: ‘¡Oye, enciendan los tabacos y empiecen a llamar a toda la gente de nosotros que esto está malo!’. Vinicio Quevedo, el vicepresidente económico del Inder, fumaba y sacó el tabaco y empezó a echar humo… Y sí, hacíamos cosas religiosas”.

Para ella, un deportista debe retirarse con méritos. Por eso en una gira echó las rodilleras al cesto de basura y le comunicó a Eugenio y a Inocencio Cuesta que había llegado el final de su carrera en la selección nacional. Años después tuvo la posibilidad de jugar una temporada en Italia, en Brescia, para decir su adiós definitivo a los tabloncillos.

Sin embargo, guarda bien adentro la falta de gestos que han irrespetado a generaciones de atletas. Como a muchas de sus compañeras, nunca se le hizo un retiro oficial y el paso de los años la lleva afirmar que a las Espectaculares Morenas del Caribe el pueblo las valora más que el propio organismo deportivo.

“A lo mejor piensan que con pagarte el dinero por ser oro olímpico ya te atendieron. Hay gente que sí quieren cosas materiales, pero no es el caso de muchas de nosotras. No molestamos para nada de eso, porque sabemos que no se resolverá ningún problema.

“Mira, hubo una acción del Presidente del Inder que se la hemos celebrado todas. Fíjate qué sencillez: el año pasado, el 8 de marzo, se hizo una actividad en la Finca ‘La Trinidad’ y él se tiró fotos con todas nosotras y junto a los hombres del consejo de dirección fue quien repartió mesa por mesa todos los souvenires, el almuerzo y la bebida a las glorias que estábamos allí y a las mujeres trabajadoras de la institución. Simple. No me has dado nada material, pero espiritualmente la gente se sintió atendida”.

 

¿Qué sucede con el voleibol cubano hoy?

“Pareciera que no hay disciplina ni exigencia de ningún tipo por parte de los profesores. Tenemos talento con más condiciones que cuando nosotras jugábamos, porque piden jugadoras con más de 1.90. La escuela existe físicamente, y es verdad que muchos compiten insertados en ligas, pero dónde están los demás. Tú vas ahí y eso da pena. Cómo se va a recuperar no lo sé. Es necesario hacer un análisis profundo.

“Nosotras decidimos no meternos en eso, porque hubo un entrenador que dijo que no las compararan más con las Espectaculares Morenas del Caribe y empezaron a hacernos rechazo cuando íbamos a la escuela. Eso no es correcto, pues cuando ganamos en el ‘89 fueron las del ‘78 quienes nos mostraron el cómo. Cada semana Eugenio llevaba a una diferente y todas pasaron por ahí y se dedicaban quince minutos o media hora a escucharlas. Él nos enseñó a admirarlas porque fueron las primeras que ganaron y hoy por hoy compartimos con ellas y existe un respeto. En la actualidad entramos a la escuela y las nuevas no saben quiénes somos”.

***

A su regreso de aquella experiencia en la liga de Italia se convirtió en cuentapropista y desde el 2007 trabaja en el combinado deportivo Francisco Cardona, donde asumió la dirección en el 2009.

De pie, y con una de sus manos acariciando una pelota, recuerda la rivalidad con China y Rusia, y las veces que tuvo que enfrentar a jugadoras como Lang Ping, Caren Kemner, Valentina Ogienko, Irina Smirnova y Debbie Green.

Y habla también de sus compañeras, las que están y las que se fueron. Pierde la mirada en no sé dónde y se tarda en quedarse con una como la mejor de todos los tiempos. Finalmente reduce una larga lista a cuatro grandes nombres: Mireya Luis, Regla Torres, Magaly Carvajal y Marleny Costa, “para que no haya celos”, dice entre risas.

De momento su mano advierte un bulto que parece una bolsa por la zona de la cadera izquierda. Hace por acomodarlo y le pregunto si es hielo. Ella asiente, es la cadera que necesita una prótesis.
En un instante, el agarre del balón se hace débil y la esférica se le escurre de los dedos.

–¿No puede? –pregunto sin pensar.

–¡¿Cómo no?! Mira, muchacho, que mis manos todavía pueden con una pelota.

Vea declaraciones y momentos de la carrera de Tania Ortiz en el siguiente video

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7 comentarios en Tania Ortiz: a las Morenas las valora más la gente (+Video)

  1. No recuerdo desde aquel en toce tanta emoción de ver a las Morena de caribe sufrí pero goce mis respeto para ustedes tuve la gran oportunidad de ver de cerca en un tope CUBA -CHINA en los 2 sexo para mi fue lo mas grande que me allá pasado, espero que estén gozando de buena salud junto a su familia Y que algún día pueda conocerla FELICIDADES POR EL PROCIMO DIA DE LA MUJER.

  2. Una entrevista muy linda y limpia
    Honor a quien honor se merece. Y ella es parte de este maravilloso mundo del voleibol, que quedará para la historia.

  3. Mis felicitaciones por transmitir esas vivencias que solo lo que estábamos cerca de ti y de las demás muchachas conocimos.Recuperate.

  4. Muy buena y Completa esta entrevist a la gran Tania Ortiz, no tan Mediática como Muchas de las demás, pero si tan espectacular como ellas,..
    En la alta competición, durante los entrenamientos o durante las misma competiciones se suceden situaciones desconocidas para la gran mayoría de los aficionados..
    Muy bien también por el periodista, saliéndose de lo tradicional, queriendo ir un poco más allá..

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