Guerra en Tigray: tensiones viejas, motivos nuevos

Guerra en Tigray: tensiones viejas, motivos nuevos

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La guerra en Tigray refleja un trasfondo étnico político con un aura indistinta de muerte y penurias. Acierta Joaquín Lorenzo Moreno al describir la población y su cultura en el libro De Abisinia a Etiopía: un viaje entre la leyenda y la realidad cuando asegura que por allí anda “el jinete apocalíptico de la guerra que no abandona estas tierras.”

 

Miles de refugiados se desplazan en la frontera de Etiopía con Sudán a causa de la guerra en Tigray. Foto: Reuters

 

El pueblo que allí habita ha sufrido desde sus orígenes la crudeza de la guerra, pero en el 2018 el gobierno etíope de Abiy Ahmed Ali (44 años y origen oromo) parecía traer signos de desarrollo a una nación,integrada por 13 provincias de las cuales Tigray tiene algo más de cuatro millones de habitantes y la quinta ciudad etíope más habitada (Mekele).

Abiy echó a andar innovadores proyectos con importantes reformas e inversiones que propiciaron medulares cambios en el país que ocupa el segundo lugar en la lista de naciones de mayor densidad demográfica en África.

Desde el punto de vista político amnistió a miles de presos, legalizó partidos opositores y se comprometió a celebrar elecciones en agosto del 2020.

Pero llegó la pandemia de la Covid-19 y en marzo la Cámara de Representantes del Pueblo (Parlamento) acordó posponerlas hasta nuevo aviso, lo cual hizo detonar las tensiones en el estado norteño de Tigray.

Allí, tal como lo recoge la historia de la década del noventa del siglo pasado, acontecieron cruentos enfrentamientos entre tropas gubernamentales y el Frente de Liberación de Tigray (FPLT) que avanzaba hacia Addis Abeba contra el gobierno del entonces presidente Mengistu Haile Mariam.

Como los líderes de Tigray se oponían a la prórroga de los comicios, ahora previstos para mayo o junio del 2021, el FPLT organizó y celebró comicios parlamentarios regionales en septiembre del 2020, cuyos resultados fueron vetados por el Gobierno, que desde entonces pretende retornar el orden constitucional en la provincia.

El gobierno de Tigray, en reciprocidad y asumiendo que el 5 de octubre vencía el mandato de Abiy, no acepta la legítima autoridad del Ejecutivo federal.

Conflicto que amenaza la región

Desde el comienzo del gobierno de Abiy (abril del 2018), emergieron desavenencias por el poder. El FPLT, con una presencia sustantiva entre los 110 millones de ciudadanos etíopes, tuvo preponderancia en la coalición política interétnica Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF) que durante décadas gobernó en Etiopía.

 

 

Pero Abiy acusó a los antiguos gobernantes de corruptos, abandonó el EPRDF y creó su propia organización, el Partido de la Prosperidad (PP) al que se sumaron todos excepto el FPLT.

El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz en 2019 al primer ministro etíope en reconocimiento a su gestión para poner fin a dos décadas de guerra con Eritrea aderezó sus intentos de impulsar una plataforma de desarrollo nacional cuyo fin es “reformar, unificar y modernizar” el país.

Sin embargo, el conflicto actual en Tigray amenaza tales planes. Desde octubre a la fecha se han registrados importantes acciones militares, centenares de muertos, masacres y más de 50 mil desplazados que han buscado refugio en territorio sudanés.

Expertos en política internacional han criticado la gestión gubernamental que ha priorizado la pacificación de la zona en detrimento de la grave situación humanitaria, ante la cual ya se han pronunciado varios organismos internacionales, entre ellos la Organización Mundial de la Salud y la Cruz Roja internacional.

En un artículo (Operaciones para restaurar la ley y el orden en la región de Tigray en Etiopía: ¿Cómo llegamos aquí?) escrito por el primer ministro Abiy Ahmed y publicado el pasado 24 de diciembre en la página oficial del gobierno, reconoce que, desde el comienzo de su mandato, “no pasó mucho tiempo para que el liderazgo del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF) lanzara una campaña, de manera encubierta y abierta, para socavar mi administración y hacer que nuestra gente y el resto del mundo crea que, sin ellos a la cabeza, Etiopía sería ingobernable”.

“Ahora que ha terminado la fase activa de las operaciones militares ̶ añade ̶ nuestra próxima tarea es poner en marcha el proceso de curación de las secuelas de este traumático conflicto, para garantizar a nuestros ciudadanos (…), incluidos aquellos que se han visto obligados a cruzar las fronteras hacia Sudán, tengan acceso ilimitado a la asistencia humanitaria (…) y volver a la vida normal lo antes posible”.

Abiy insiste en que el único camino para superar la frágil seguridad construida hasta hoy es “asegurar que nuestras próximas elecciones, programadas para mediados de 2021, sean justas, libres e inclusivas, y que el pueblo de Tigray, como todos los demás etíopes, pronto sea dirigido por un gobierno regional de su libre elección”.

Pero el conflicto entre Tigray y el estado federal ha puesto de relieve, una vez más, los problemas estructurales y añejos conflictos étnicos del cuerno africano, ellos son consecuencia de procesos históricos irresueltos (o resueltos en detrimento de la región) que preceden al primer ministro Abiy Ahmed Ali y que al parecer permanecerán aún después que él.

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