Amaro: pionera entre los primeros (+ Fotos)

Amaro: pionera entre los primeros (+ Fotos)

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Por Yimel Díaz Malmierca y Juan Dufflar Amel (*)

 

Foto: Cortesía de la entrevistada

Mucho se habla por estos días de la participación cubana en el combate a la pandemia de la COVID-19, espíritu solidario que hoy sabemos se estuvo gestando a la par de la naciente Revolución.

Cuba no solo se propuso brindar salud a su pueblo, sino que sembró escuelas, facultades e institutos en naciones del Tercer Mundo, para que pudieran capacitar personal y con ellos estructurar sistemas de salud propios.

La primera de esas misiones docentes acudió a la República Argelina Democrática y Popular, en 1969. Un lustro antes habían llegado allí 31 médicos, 15 enfermeras y auxiliares, 4 estomatólogos y 8 técnicos, personal que sentó las bases para los profesores que laboraron luego en la Facultad de Medicina de Orán y en el Instituto Tecnológico de la Salud de Mostaganem.

En busca de un testimonio sobre esta labor pedagógica fundacional de la que ya han pasado 50 años, contactamos vía internet a María del Carmen Amaro, maestra, enfermera, profesora y sindicalista.

 

Usted comenzó su vida laboral como maestra. Luego estudió enfermería. ¿Qué definió su vocación por dos profesiones tan diferentes?

 

Desde muy pequeña, en mis juegos infantiles, siempre hacia de maestra, imitando a mi inolvidable profesora de la escuela primaria, o de enfermera, en honor a la que me atendió a los seis años cuando sufrí una intervención quirúrgica por una apendicitis aguda.

Mi vocación por esas dos profesiones continuó creciendo con fuerza, me gustaba, y me sigue gustando, enseñar y cuidar. Hace 30 años pude rescatar el ejercicio de la docencia. Lamentablemente, la enfermería no la he podido volver a ejercer, aunque la sigo amando.

 

¿Qué circunstancias marcaron a Argelia como destino pionero de la colaboración médica y docente en materia de salud?

 

Cuba envió una brigada de ayuda médica a Chile en fecha tan temprana como mayo de 1960, allí había ocurrido un terremoto que dejó miles de fallecidos.  Dos años más tarde, el 3 de julio de 1962, Argelia logró su independencia en la lucha contra el colonialismo francés. La naciente república quería labrar su propio destino y, en ese camino, mejorar las condiciones de vida de su pueblo, para lo cual necesitó ayuda solidaria.

Cuba se identificó con ese objetivo y envió de inmediato una brigada compuesta por 54 profesionales de la salud, solo 12 eran mujeres. El primer y el último jefe de esa brigada fueron médicos cubanos descendientes de árabes, los doctores Gerald Simón Escalona (ya fallecido) y Pablo Resik Habib, aun activo formador de nuevas generaciones.

 

 

 

¿Cuánto contribuyó esa experiencia a consolidar la vocación internacionalista del sistema cubano de salud?

 

Las primeras muestras de solidaridad de Cuba en el campo de la salud se remontan a tiempos de la colonia, pero estas respondían a decisiones  individuales. Puedo citar ejemplos como los del Dr. Antonio Lorenzo-Luaces de Iraola, que participó con el grado de coronel en la Guerra de Secesión Norteamericana; el Dr. Manuel García-Lavín y Chapotín, quien recibió la Legión de Honor de Francia por su contribución durante la guerra franco-prusiana;  y el Dr. Luis Díaz Soto, que estuvo en la lucha del pueblo español contra el fascismo y en la guerra civil de 1936-1939.

No obstante, solo después del triunfo de la Revolución es que, de mutuo acuerdo ente el pueblo y el Gobierno, hemos prestado ayuda solidaria a diversos países del mundo.

 

Foto: Tomada de Cubaminrex

¿Qué detalles recuerda de la diferencia cultural entre los pueblos de Cuba y Argelia?

 

En Cuba, aunque todavía subsisten muestras de machismo,  la Revolución respaldó con leyes la igualdad entre mujeres y hombres. En Argelia, como en la cultura árabe en general, la mujer está sometida al hombre.  Allí, cuando salía sola, me confundían con una argelina por mis rasgos físicos y no me perdonaban el desafío de no cubrir con un velo (hiyab) mi rostro. Los hombres me formaban un escándalo tremendo. Finalmente tuve que adoptarlo.

Una actitud diferente encontré en el entonces ministro argelino de Salud. Era un hombre de ideas avanzadas y le propuso al Dr. José Otero Molina, jefe de la Misión Docente, nombrarme directora del Instituto Tecnológico de la Salud de Mostaganem.  Muy pronto percibí que los hombres se sentían molestos. Pedí al titular argelino y al jefe de nuestra misión, que de manera oficial apareciera un hombre en el máximo cargo aunque yo, como vicedirectora, siguiera tomando las decisiones. Así se hizo y entonces trabajamos bien.

 

¿Qué otras vivencias personales atesora de aquella primera misión docente?

 

Esa misión me enseñó que el proceso enseñanza-aprendizaje no es “maestros enseñan” y “estudiantes aprenden”, sino que los profesores también aprendemos de nuestros alumnos. Al ellos preguntarnos el porqué de las cosas nos recuerdan que debemos revisar constantemente la bibliografía más actualizada con el compromiso de traer la explicación que no teníamos al próximo encuentro.

Otra vivencia inolvidable fue un domingo en que organizamos una jornada de trabajo voluntario para brindar asistencia médica a los pobladores de una pequeña villa ubicada en lo alto de la más elevada de las montañas que nos rodeaban. Al llegar vimos una inmensa fila de hombres, mujeres, niños, ancianos, la mayoría de ellos muy pobremente vestidos, casi en harapos, con grandes capas de polvo hasta en las pestañas, con las uñas ennegrecidas, la piel con estrías carmelitas de suciedad impregnada. Supimos que muchos de ellos nos esperaban desde las cuatro de la mañana.

Cuando comenzó la consulta nos decían, con gestos y palabras, que venían a chufi toubib (ver al médico). Ante la pregunta de qué dolencia tiene, la respuesta era casi idéntica: Uelu, chufi toubib (Nada, ver al médico). Sí, está bien, insistíamos, pero ¿cuál es su problema de salud?, y de nuevo: Uelu, chufi toubib

Pasó largo rato para que pudiéramos entender que muchos de aquellos hombres y mujeres nunca habían visto a un médico y solo querían cerciorarse de que el toubib era un ser de carne y hueso, como ellos.

 

¿Qué opinión guarda de aquellos enfermeros y técnicos que contribuyó a formar?

 

Lo que más llamó mi atención fue que el 90 % de los estudiantes demostraban un gran interés y finalizaron con buenos índices académicos. En la educación y en el trabajo se caracterizaban por desarrollar habilidades prácticas. En general, eran muy responsables con su quehacer.

 

¿En qué otras misiones internacionalistas participó?

 

Argelia fue la única misión internacionalista en la que participé de forma permanente, aunque desde el curso 2008-2009 he colaborado como profesora en cursos de  posgrado, diplomados y maestrías en las Facultades de Ciencias de la Salud de diferentes universidades, entre estas, la de Tabasco, en México; las de Santiago y Antofagasta, en Chile; la de Cuenca, en Ecuador; la de Potosí, Bolivia; la de El Salvador, y las de Tegucigalpa y San Pedro Sula, en Honduras.

A esta última acudí a solicitud del Dr. Jorge Haddad Quiñonez, médico hijo de libanés que dirigió el proceso de la Reforma y luego fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. A él me unía una vieja amistad de inicios de la década de los setentas, ocasión en la que coincidimos en la Maestría de Salud Pública que recibimos en la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Las mujeres representan más del 50 % del total de colaboradores cubanos en el ámbito de la salud. ¿Qué elementos valorativos destacaría de esa realidad?

 

Eso habla, en primer lugar, de la igualdad de oportunidades que tenemos hombres y mujeres en Cuba, tanto en la educación como en el trabajo. Sin embargo, no somos una sociedad perfecta, aun hoy, luego de 60 años de Revolución, existen ejemplos de machismo.

Según el Anuario Estadístico del 2018, el 71 % de los trabajadores de la salud somos mujeres. Las mujeres médicos constituyen el 61 %, las estomatólogas el 73 %, y las enfermeras el 88.3 %, profesión que ha sido tradicionalmente femenina, pero que cuenta con excelentes profesionales hombres.

Esos indicadores explican por qué poco más del 50 % de los colaboradores internacionalistas son mujeres. Considero que esa  significativa presencia femenina en el sector de la salud en general, no ha sido tan visibilizada como la de la colaboración internacionalista.

 

Usted participó en 1972 de la fundación del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud (SNTS), ocasión en la que resultó electa para integrar su Secretariado Nacional a cargo de Organización y Finanzas. En 1978 ocupó el de segunda secretaria del SNTS. ¿Qué importancia concede a esa experiencia dentro del movimiento sindical cubano?

 

Desde que me inicié como dirigente sindical no volví a vincularme oficialmente a la enfermería, profesión a la que había dedicado nueve años de mi primera juventud. Esa fue una decisión dolorosa para mí. Luego, el compromiso social y político me llevó a estudiar otras carreras necesarias para las nuevas misiones. Solo en 1987 pude volver a ejercer como maestra, aun trabajo como profesora de Salud Pública con estudiantes de 5.º año de Medicina.

Mi tránsito durante largos años por el movimiento sindical, nacional e internacional, dejaron una valiosa experiencia en la que se fortalecieron valores morales y habilidades que si bien aplicaba como maestra y enfermera, es en esa labor donde mejor pude desarrollarlas.

Entre esos preceptos éticos y sociales están el respeto a la dignidad de las personas, que comienza por el respeto a uno mismo; la honestidad, ejemplificada en la coherencia entre el pensar, el decir y el actuar; la honradez, no haciendo uso indebido de bienes ajenos; la solidaridad, es decir, compartir lo que tenemos, no dar lo que nos sobra; la justicia, tratando a todos por igual y defendiendo sus legítimos derechos; y la sensibilidad ante el dolor ajeno.

Las habilidades potenciadas como sindicalista fueron la observación inteligente, que se detiene no solo en los gestos y reacciones de las personas, sino también el ambiente físico y social en el que desenvuelven sus actividades y el estado de los recursos materiales a su cargo, así como la calidad de las informaciones que reporta. Otra importante habilidad es la de escuchar, atender con atención opiniones diferentes y críticas constructivas en interés de mejorar determinado desempeño.

 

¿Qué batallas recuerda haber protagonizado dentro del Sindicato en defensa de los intereses de los trabajadores?

 

Recuerdo de manera especial la lucha para que se reconociera el derecho al descanso de los profesionales de la salud el día posterior a su guardia de 24 horas. Hasta ese momento, luego de una dura jornada que incluía noche sin dormir e insuficiente alimentación, los profesionales de guardia debían cumplir al día siguiente una jornada de 8 horas. Felizmente eso cambió.

 

Foto: Cortesía de la entrevistada

En 1974, usted fue propuesta por Lázaro Peña para asumir la Secretaría General de la Unión Internacional de Sindicatos Profesionales de la Federación Sindical Mundial (FSM), cargo que desempeñó hasta 1978.  Años después, en 1990, la organización le entregó la Medalla del Honor. ¿Qué argumentos sostuvieron tal reconocimiento?

 

El entonces Presidente de la FSM expresó que se me hacía entrega de esa Medalla “por la honestidad y valentía con la que había defendido los intereses de los trabajadores, y la pulcritud con la que había manejado los recursos materiales y financieros de la organización”.

 

¿Qué rol desempeña Cuba en la FSM? ¿Cuán escuchada es su voz en el contexto internacional?

 

La FSM nació en 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Cuba estuvo entre los fundadores con la presencia de Lázaro Peña, quien desde entonces ocupó responsabilidades como Miembro del Comité Ejecutivo al ser elegido Secretario, y luego Vicepresidente en 1953, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento en 1974.

El prestigio de Lázaro como líder obrero, nacional e internacional, y especialmente sus cualidades para aceptar con respeto opiniones diversas, así como su honestidad en la defensa de sus convicciones, consiguieron que los criterios de la Central de Trabajadores de Cuba, y sus representantes, fueran siempre escuchados con deferencia.

 

¿Qué recuerdos personales y profesionales guarda del líder de la clase obrera?

 

Tuve el privilegio de compartir con Lázaro en actividades sindicales, nacionales e internacionales. También en momentos más íntimos, con él y con su esposa Tania.

Ese hombre, que había quedado huérfano de padre a los 10 años y que abandonó los estudios para aprender varios oficios que le permitieran ayudar económicamente a su familia, alcanzó de forma autodidacta una gran cultura. En aquellas tertulias familiares en las que participé pude apreciar sus conocimientos de historia, política, economía, y también de literatura y música.

En las reuniones con los Sindicatos Nacionales recuerdo el énfasis que ponía en la idea de que el sindicato debe ser la contrapartida de la administración, por lo que NO era posible aceptar “el maridaje” entre ambos, pues eso conspira contra el respeto a los derechos de los trabajadores.

 

¿Guarda alguna experiencia con Lázaro de la cual no haya hablado antes?

 

La delegación cubana al VIII Congreso de la FSM, en Varna, Bulgaria, en octubre de 1973, estuvo presidida por Lázaro y gracias a su generosa decisión, fui invitada a participar. Recuerdo que cuando él entró al teatro donde se desarrollarían las plenarias, todos los asistentes, incluyendo la Presidencia en la cual se encontraba Teodor Zhivkov, en aquel momento Secretario General del Partido Comunista Búlgaro, se pusieron de pie y comenzaron a aplaudir fuertemente. Esa ovación duró más de 10 minutos. Debo confesar que la emoción que sentí en aquel momento no la he podido olvidar.

 

La COVID-19 ha puesto a prueba el sistema de salud cubano. ¿Qué elementos considera puntales en la respuesta?

 

La voluntad política de nuestro Gobierno de proteger la vida y la salud de los ciudadanos, así como su apoyo a la labor del ministerio de Salud Pública, especialmente de los Médicos y Enfermeras de Familia. También hay que reconocer el quehacer de los estudiantes de Ciencias Médicas en la pesquisa activa y el serio trabajo realizado por la Dirección Nacional de Epidemiología en la información diaria, clara y veraz. Eso ha contribuido a elevar la percepción de riesgo de la población y la aceptación de las medidas dictadas por el Ministerio de Salud Pública.

 

La mayor parte de los países ha concentrado sus esfuerzos en el diseño de estrategias para la respuesta interna ¿Cómo explica la actitud solidaria de Cuba?

 

Cuba, a lo largo de su historia, ha dado muestras de solidaridad hacia otros pueblos hermanos y después del triunfo de la Revolución, el Gobierno asumió una función protagónica en este sentido. Es por eso que entre las estrategias diseñadas para enfrentar la pandemia, no solo se ha tenido en cuenta la situación nacional,  mucho más controlada que en otras partes del mundo, sino que ha ubicado ayudar a otros entre sus objetivos.

(*) Esta entrevista realizada a cuatro manos quedó inédita a la muerte del colega Juan Dufflar Amel. Sirva de homenaje a su incansable labor.

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