Una pasión que se mide en voltios

Una pasión que se mide en voltios

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Realmente él no sabe cómo fue, pero algo siempre le dijo que la electricidad era lo suyo. Quizás cuando puso el primer bombillo en casa o cuando algún corte eléctrico le acercaba a lo que hacía la Empresa Eléctrica fue que se despertó aquella pasión medio obsesión, que un buen día hizo a Yudelkis Hernández Llamaré dejar su puesto laboral como administrador y probar nuevos horizontes.

 

En los años de trabajo Yudelkis solo ha tenido un accidente laboral, gracias al cuidado que siempre tiene. Foto: Gretel Díaz Montalvo

 

“Yo soy graduado de técnico de nivel medio en comercio y gastronomía, cuenta, y tenía mi trabajo y todo me iba bien. Luego me entero que abrirían un curso para formar linieros y no lo pensé dos veces. Dejé todo y lo pasé.

“Yo sabía que esto me gustaba, pero cuando lo fui conociendo me encantó. Ya llevo 13 años, seis meses y unos días aproximadamente trabajando en una de las brigadas de linieros que tiene la UEB Camagüey de la Empresa de Construcciones de la Industria Eléctrica y no me he arrepentido, ni he titubeado cuando el trabajo ha sido duro.

“Claro tuve una buena prueba de fuego. Cuando llevaba poco tiempo de graduado del curso pasó un ciclón que destruyó las torres de alto voltaje en Pinar del Río y hacía allá nos fuimos; y durante casi seis meses estuvimos trabajando.

“Esa primera misión me forjó y me enseñó cantidad. Nos despertábamos a las cuatro de la mañana y no parábamos hasta las nueve de la noche. Era algo de mucho esfuerzo que me hizo crecer.

“Tenía 21 años y mi madre se preocupaba, pero siempre me apoyó, igual que hace mi esposa ahora,  aunque a veces no le gusta que me vaya lejos o me demore mucho en volver, pero comprende que es por algo importante.

“Además, ellas saben que lo primero que comprendí en esta profesión es que cuando trabajo debo estar muy atento y cuidarme, cumplir las normas de seguridad, no trasnochar, olvidarme de los problemas y no tomar bebidas alcohólicas porque allá, encima de una torre, uno se equivoca una sola vez”.

Y es que cuando trabaja, Yudelkis olvida todo. Se pone el casco, los guantes, los arneses y sube, y sube; y atiende lo que le dicen sus compañeros; y revisa aquel tornillo, ajusta el otro; asegura un cable o vigila que no haya nada raro. Despeja la mente y se concentra porque unos cuantos metros lo separan de tierra firme y ha prometido siempre volver sano.

Quizás por eso, por contar con un credo que lo guía, es que solo ha tenido un accidente en todo este tiempo de trabajo y no por culpa suya, como recalca.

“Estaba en Venezuela cumpliendo una misión cuando sucedió, recuerda. Un primo mío y yo estábamos trepados en unas torres que son diferentes a las de aquí, un poco menos resistentes. Eran de alto voltaje e íbamos a repararlas. Esas llevaban unos tensores y unas grampas que no fueron bien instaladas y nos caímos con torre y todo. Pero como teníamos puestos los medios de protección no nos pasó nada, solo una herida”.

Para Yudelkis hay algo bien claro, aunque lleve años en esa profesión, no se lo sabe todo y ante cada trabajo le debe poner empeño. “Este trabajo es muy importante, añade. Nosotros les damos mantenimiento a las redes de transmisión que llevan la corriente a los hogares y a cada rincón del país, si lo hacemos mal, no quiero ni imaginar lo que pudiera suceder”.

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