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Quien no arriesga…

Respaldo y también preocupaciones generan entre la ciudadanía el reciente anuncio por el Gobierno cubano de nuevas medidas para emprender en lo adelante la recuperación económica del país, en medio de una coyuntura nacional e internacional compleja como resultado de la pandemia del nuevo coronavirus.

Foto: Estudios Revolución

Todo hace indicar en un primer acercamiento a tales reacciones populares que la principal causa de inquietud entre nuestra gente nace precisamente de ese principio de equidad y justicia social al cual nos acostumbró siempre la Revolución.

Por esa razón no nos debe sorprender ni tenemos que verlo como un fenómeno negativo, que no pocas personas sientan determinada incertidumbre, por ejemplo, ante la apertura de tiendas en moneda libremente convertible, como un paliativo para poder captar y circular las divisas que permitan abastecer las diferentes modalidades de mercado que hoy existen.

¿ Y quienes no tengan la posibilidad de recibir remesas en dólares? ¿Cuáles serán y qué estabilidad tendrán las ofertas en pesos cubanos y convertibles? ¿Cómo enfrentar de manera efectiva las ilegalidades, acaparamientos y reventas, si hasta ahora no se ha conseguido del todo?

Son estas algunas de las preguntas que rondan hoy entre la población, lo cual es lógico y comprensible, con independencia de que también hay toda una campaña mediática desde el exterior para intentar confundir, atemorizar y generar descontento social con la perversa esperanza de desestabilizar el país.

No obstante, las respuestas a esas y otras interrogantes las dará la puesta en práctica de toda la estrategia económica aprobada. Ese conjunto mucho más amplio de transformaciones forma parte en su inmensa mayoría de los planes de desarrollo anteriormente discutidos y consensuados con participación popular, cuya implementación debe cobrar ahora la celeridad que no pocos grupos sociales reclamaban.

No se puede aislar o ver por separado unas soluciones de otras. La prioridad a la producción de alimentos, el reforzamiento de la autonomía empresarial, la diversificación de formas organizativas más dinámicas tanto en el sector estatal como en el privado; el impulso de las cooperativas y la ampliación todavía más del trabajo por cuenta propia, incluida la posibilidad de exportar e importar, son varias de esas expectativas que ya existían y cuya concreción debería coadyuvar a superar las actuales circunstancias y acercarnos más a ese modelo socialista próspero y sostenible que tanto ansiamos. El peor riesgo —como dijo el Presidente Díaz-Canel ante el Consejo de Ministros— estaría en no cambiar.

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