Sostener el arte

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Como todos los sectores de la sociedad cu­bana el entramado de la cultura ha sido afectado por el impacto de la contingencia sanitaria. De hecho, es oficial: han sido sus­pendidos los festivales y eventos de gran convocatoria en lo que queda de año, inde­pendientemente de la evolución de la situa­ción epidemiológica. La programación de to­das las instituciones del arte y la literatura se ha reducido sensiblemente.

Cuando numerosos creadores perdie­ron sus habituales fuentes de ingreso el Go­bierno decidió protegerlos con una política ejecutada por el Ministerio de Cultura. Se subvencionó a artistas y agrupaciones de la música que constituyen unidades comer­cializadoras, desde una homologación que atiende las categorías de cada colectivo.

En las artes escénicas y en otras mani­festaciones se siguieron las medidas que im­plementó el país en el ámbito salarial.

Obviamente, es difícil —a veces impo­sible— garantizar el monto de los ingresos personales si se toma como referencia lo que devengaban algunos artistas antes de la contingencia. Pero ha sido una decisión be­neficiosa para los trabajadores del sector.

El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura y las organizaciones sindicales, participaron activamente en la aplicación de esta política, que se mantendrá en la prime­ra fase de la recuperación pos-COVID-19.

En las dos fases consiguientes, a partir del restablecimiento paulatino de la situa­ción laboral de los artistas, se irá eliminan­do el pago que se ha ido realizando según las categorías establecidas.

La industria cultural, en la que conflu­yen actividades artísticas y literarias, es fuente de millonarios ingresos en el mundo entero. La actual crisis ha golpeado muchos de sus mecanismos de producción y comer­cialización.

Pero en Cuba se asumen otras lógicas: el mercado no es el eje de las políticas de acce­so al arte. La mayor parte de la creación ar­tística, fundamentalmente la de expresiones que precisan de cuantiosos recursos y que difícilmente pudieran resultar “rentables”, está subvencionada.

Lo más fácil hubiera sido cruzarse de brazos y escudarse en las dificultades fi­nancieras que acarrea la emergencia para centrarse solo en sectores vitales de la eco­nomía.

De cualquier forma, se puede “sobrevi­vir” sin el arte.

Pero se ha partido del rol insustituible de la cultura en la calidad de vida de la ciu­dadanía. No solo de pan vive el hombre.

El panorama es complejo; el sistema ins­titucional y empresarial de la cultura deberá ser eficaz en el manejo de los recursos: habrá que hacer economías; habrá que replantear muchos esquemas, buscar alternativas via­bles.

No obstante, la aplicación de la política cultural está garantizada. Los artistas no pueden quedar a su suerte.

Sostener el arte y la cultura es una res­ponsabilidad del Estado y del Gobierno, porque el acceso a todas las expresiones es derecho inalienable de los ciudadanos.

En tiempos de crisis, los artistas ofrecen una visión necesaria sobre nuestras circuns­tancias. Aportan al gran relato de la nación.

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