El BRAC en Cuba y la CIA

El BRAC en Cuba y la CIA

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Para los estudiosos de la Historia de Cuba sobre el período previo al triunfo revolucionario de 1959, resulta familiar el nombre del BRAC, es decir, del Buró de Represión de Actividades Comunistas; pero ¿qué relación tuvo esto con los Estados Unidos? A partir de documentos desclasificados y publicaciones realizadas por protagonistas, se puede afirmar que se trató de una relación muy directa desde las líneas trazadas por la gran potencia en el contexto de la Guerra Fría.

 

La política anticomunista liderada por los Estrados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, encaminada a la “contención del comunismo”, en sentido directo de la Unión Soviética, requería de instrumentos represivos para su aplicación efectiva. Entre las vías que se utilizaron se cuentan los medios masivos como la prensa escrita, la radio, la televisión y el cine que proyectaban una imagen terrible de los países socialistas, en especial de la Unión Soviética que se asociaba con “la cortina de hierro”. Películas hechas en Hollywood, así como programas, artículos, relatos que aparecían en revistas y periódicos, entre otras formas, se encargaban de construir una opinión de rechazo, pero no era suficiente. Había que generar políticas represivas de mayor alcance.

 

 

Las buenas relaciones entre el gobierno presidido por Dwight Eisenhower y el encabezado por Fulgencio Batista se pusieron de manifiesto de múltiples maneras –sobre todo antes de que este cayera en su crisis profunda- y el año 1955 fue muy claro en la exhibición de tales vínculos. En febrero, el vicepresidente Richard Nixon visitó la Isla en compañía del secretario de Agricultura Taft Benson, momento que sirvió para mostrar al público esa excelente relación a través de fotos y reportajes, al punto de que Nixon calificara a Batista de “principal defensor de los principios de la libertad y la democracia”, pero en ese tiempo hubo más visitas.

En abril del propio año 1955, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Allen Dulles, visitó la capital cubana, lo que evocó en términos muy halagadores, en carta enviada a Batista de fecha 15 de julio del propio año: “Recuerdo con gran placer nuestra reunión celebrada durante mi viaje a La Habana el pasado abril. Para mí fue un gran honor el haber tenido la experiencia de tan placentera e interesante visita a Ud.”[1]

A continuación, Dulles entró en materia, es decir, abordó lo que era el centro de interés en ese momento: “La creación por el Gobierno cubano del «Buró de Represión de Actividades Comunistas» es un gran paso adelante en la causa de la Libertad. Me siento honrado en que su gobierno haya acordado el permitir a esta Agencia, la asistencia en el adiestramiento de algunos de los oficiales de esta importante organización.” Entonces, el jefe CIA recordaba a Batista cómo en sus conversaciones de abril había establecido que esa Agencia “se sentiría honrada” en realizar ese adiestramiento al personal que enviara a los Estados Unidos con ese fin. Sin dudas, en un lenguaje de alguna manera diplomático, estaba sentando las pautas para la instauración y funcionamiento del BRAC.

Dulles anotó ya quién sería el director en La Habana del nuevo aparato represivo, cuando le dijo: “Tengo entendido que el general Martín Díaz Tamayo dirigirá las actividades del BRAC y será responsable de su organización”, por lo que “sugería” que sería conveniente que fuera a Washington “en un futuro cercano, de tal manera, que nosotros pudiéramos discutir con él algunas de las técnicas usadas para combatir las actividades del Comunismo Internacional.”  Con esto queda claro que los Estados Unidos marcarían la pauta de las funciones y métodos del BRAC. Esta visita de Díaz Tamayo se planteaba como “adelanto al grupo de sus subordinados” que irían a entrenarse en el país vecino. Allen Dulles señalaba también el sentido de lo que allí se le facilitaría: “ayuda” para “organizar el BRAC, y para indicarle el tipo de oficial que él debe preferir al seleccionarlos para el entrenamiento.”

A partir de tales indicaciones, se extendía una invitación para una estancia de unas dos semanas en Washington, “preferiblemente comenzando el 1º de agosto”, al futuro jefe del aparato represivo anticomunista en Cuba. La carta terminaba reiterando los elogios a Batista: “Permítame decirle de nuevo, señor Presidente, qué gran honor y placer ha sido el reunirme y conversar con Ud.” Y también reiteraba la posición de “ayudarle a Ud. y a su país en nuestro mutuo esfuerzo contra los enemigos de la Libertad.” En la política de Guerra Fría, el gobierno batistiano debía aliarse estrechamente con los mecanismos y métodos estadounidenses.

Este asunto no quedó solo en esas invitaciones y el entrenamiento que se dio para la ejecución de la represión, sino que tuvo seguimiento cercano. El inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick visitó en tres ocasiones a Cuba con el propósito central de estudiar el funcionamiento del BRAC, aunque no fue el único objetivo. Esas visitas en 1956, 1957 y 1958 dieron seguimiento a la política planteada para el organismo que se creaba, pero el contexto se había complejizado mucho a partir del desarrollo de la lucha revolucionaria en Cuba, por lo que también observó esa situación; pero es indudable que la CIA mantuvo una presencia muy cercana en la implementación de la política anticomunista por medio de aparatos de represión.

Los elementos apuntados, es decir, la vinculación directa del jefe de la CIA y luego el seguimiento por su Inspector General, además del papel de entrenadores para quienes en Cuba debían aplicar los métodos represivos, evidencian la relación de los Estados Unidos con el gobierno de Batista en ese empeño, desde la posición del socio mayor que marcaría las pautas para esa política en Cuba.

[1] La carta está reproducida por Enrique Cirules: El imperio de La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2009, pp. 139-140.

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