Barrancones y el verano

Barrancones y el verano

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La tranquilidad y el silencio que de por sí identifican a la cabecera municipal de Antilla, en Holguín, se hacen mucho más evidentes si una se aleja un poco de la ciudad y se adentra en la comunidad de Barrancones, pegadita a la playa del mismo nombre, donde solo en el período de verano el ajetreo feliz de los vacacionistas rompe el mutismo del barrio.

 

La sencillez y cubanía es denominador común entre los pobladores de Barrancones, donde la etapa vacacional llegará feliz a pesar de la COVID-19. Foto: Juan Pablo Carreras

Sin embargo, si se camina tranquilamente por entre los callejones y se pone mucha atención, puede que un acorde de guitarra, a lo lejos, rompa el murmullo tímido del campo y nos sorprenda el oído. Incluso, si nos dejamos llevar por la melodía, es posible que lleguemos hasta el portal de Wenceslao Cantillo Espinosa, un antillano auténtico, que a sus 75 años no deja de hacerle “cosquillas” a su tres para arrancarle “carcajadas” que suenan a buen son cubano.

Las manos del abuelo acarician las cuerdas, que vibran y desbordan un ritmo demasiado conocido como para no querer tararearlo: “De alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto, voy para Mayarí…” Pero no vamos para Mayarí, estamos en Barrancones, pueblo antillano en el que han nacido por igual buenos pescadores y músicos.

Y así lo ratifica Wenceslao, quien afirma que a los vecinos les gusta la música y en el barrio “siempre hay una guitarra sonando”. “Yo soy músico de oído”, comenta y relata que desde niño cogía una penca de yarey y figuraba estar tocando guitarra. Su madre, para incentivarlo, le improvisó su primer instrumento con una fuente de esmalte, a la que le abrió un hueco y le insertó, a modo de cuerdas, fibras de nylon de pescar.

Ya después, con el paso del tiempo, logró comprarse un tres, que su padre le ayudó a afinar. Y hoy, a la vuelta de tantas décadas, él, junto otros residentes de allí, forma parte de un septeto que se presenta en diferentes sitios en el municipio y que en no pocas oportunidades hizo las delicias de los turistas que llegaban en cruceros.

Pero si al compartir con Wenceslao se comprueba que en Barrancones el arte se esparce en su forma más bruta y genuina, al conversar con otros vecinos que han echado raíces en el lugar puede corroborarse que aquí, entre sus cerca de 159 moradores habita un marcado sentido de pertenencia y una fe en el futuro, cualidades insoslayables del antillano común.

Daniel Batista Breff, que vive en estos parajes desde que abrió sus ojos al mundo hace 50 años, afirma que el suyo “es un barrio muy revolucionario y muy alegre. En los meses de verano es más alegre todavía porque es donde el pueblo viene a recrearse. Muchos de nosotros, además de tener nuestro centro de trabajo, nos dedicamos a la pesca. Nuestros padres se dedicaban al carbón. Pero siempre hemos vivido de una manera humilde y productiva”.

Diosdado Alarcón Ferrer no nació aquí, sino en Santiago de Cuba; pero seis décadas de permanencia en la zona lo convierten en una fuente autorizada. “Este es un barrio bueno. Ya los pescadores están medio retirados, ya no se pesca como antes. La mayoría de los muchachos más jóvenes están trabajando en las obras del turismo y otros pasando cursos para trabajar en el campismo que se está levantando aquí. Este es un barrio revolucionario que tira pa´lante siempre”, afirma.

 

En el municipio de Antilla se abrirán a corto plazo dos nuevas bases de campismo para el disfrute de los holguineros. Barrancones será una de ellas. Foto: Lianne Fonseca

Desde el umbral de su pequeña casa, este lugareño adoptado resalta algo muy importante sobre el futuro inminente de Barrancones: la cercana apertura de una base de campismo, donde podrán venir las familias y pernoctar en cabañas típicas de lona y hasta comprar carbón y asar su lechoncito.

La nueva opción veraniega, además de aumentar las energías que de por sí se sobran en la época estival, abrirá nuevas posibilidades de empleo para la juventud y la población de la zona, que verá con beneplácito como se multiplican los acordes de guitarra frente al mar, que en esta parte del mundo insiste en llamarse Barrancones.

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