Fiel radiografía del siglo XIX cubano

Fiel radiografía del siglo XIX cubano

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Como la historia social de Cuba calificaba el patriota Enrique José Varona, en 1894, en las páginas de El Fígaro, a una novela que, con el paso del tiempo, ha trascendido las fronteras de la literatura para convertirse en símbolo de la propia identidad de la nación. Una obra que, indudablemente, es el gran monumento literario del siglo XIX en la isla.

 

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Desde su edición definitiva, en Nueva York, en 1882, Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, la obra maestra de Cirilo Villaverde, ha sido lectura obligada para quienes pretendan no sólo conocer una apasionante y trágica historia de amor incestuoso, sino también el más nítido fresco de la sociedad colonial cubana.

Publicada, desde entonces, en numerosas ocasiones, tanto dentro como fuera de la isla, Cecilia Valdés o La Loma del Ángel ha aparecido ahora en una edición anotada (Ediciones Boloña, Colección Raíces, 2018, 514 pp.), que han preparado los investigadores Reynaldo González y Cira Romero, ambos miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

En las páginas de esta novela, se cuenta una historia que, a partir de la relación amorosa entre Cecilia Valdés y Leonardo Gamboa, se refleja, en todas sus realidades y problemáticas, la vida en la isla, entre los años 1812 y 1831. Su propósito, como apunta su propio autor, en el prólogo firmado en 1879, es presentar las costumbres y pasiones de un pueblo de carne y hueso, sometido a especiales leyes políticas y civiles, imbuido en cierto orden de ideas y rodeado de influencias reales y positivas.

Lejos de inventar o de fingir caracteres y escenas fantasiosas e inverosímiles, he llevado el realismo, según lo entiendo, hasta el punto de presentar los principales personajes de la novela con todos sus pelos y señales, como vulgarmente se dice, vestidos con el traje que llevaron en vida, la mayor parte bajo su nombre y apellido verdaderos, hablando el mismo lenguaje que usaron en las escenas históricas en que figuraron, copiando en lo que cabía, d´après nature, su fisonomía física y moral, a fin de que aquellos que los conocieron de vista o por tradición, los reconozcan sin dificultad y digan cuando menos: el parecido es innegable.

Minuciosas descripciones, sugerentes narraciones, fluidos diálogos, enriquecen un relato que se ha convertido en imprescindible fuente de información sobre tradiciones, leyendas, costumbres, modas, hábitos de vida, de una convulsa época de la historia insular y de quienes fueron sus principales actores.

En Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, Cirilo Villaverde logra presentar, junto a la gracia criolla, la magia de la ciudad, el encanto de las fiestas, una fiel radiografía de las clases sociales que protagonizan la historia de la isla en el siglo XIX, enmarcadas en un entorno caracterizado por la cruel esclavitud, las ambiciones desmedidas, los conflictos raciales…

Al comentar sobre una de las más sensibles problemáticas que afloran en la narración, la investigadora Adis Barrio acertadamente asegura:

El drama individual y el drama racial están estrechamente vinculados, aunque este último sea el tema preponderante en la novela.

(…)

El drama racial es el tema contundente de esta novela. Él da pie a la diatriba `política que resume toda la obra como causa primera y que encuadra el lienzo demencial y aberrado del gran drama social de la colonia. La tragedia racial se presenta con trazos agudos, tanto en escenas de indiscutible intencionalidad, en donde el autor retoma el lenguaje de cierta conciencia de clase o sector de clase, estilizándolo para su fin ideoartístico, como en sutiles imágenes de aparente fugacidad, pero que llevan en sí la reafirmación semántica de determinado concepto bien arraigado en la obra.

Nacido en el ingenio Santiago, en Pinar del Río, el 28 de octubre de 1812, y fallecido en el exilio, en Nueva York, el 23 de octubre de 1894, Cirilo Villaverde estudió filosofía, leyes y dibujo; ejerció el magisterio; fundó y colaboró con varias publicaciones periódicas, y tuvo una activa labor en acciones encaminadas a liberar a Cuba del yugo colonial español.

Entre sus libros publicados aparecen El espetón de oro, La joven de la flecha de oro, La peineta calada, Dos amores, El guajiro y El penitente, todos de menor repercusión si se comparan con Cecilia Valdés o La Loma del Ángel y todos, en criterio de los especialistas, ensayos para la creación de la que es considerada, incuestionablemente, su obra cumbre.

En una reveladora carta, fechada en Madrid el 26 de junio de 1883, que Benito Pérez Galdós remitía a Cirilo Villaverde, para agradecerle el envío de un ejemplar de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, el autor de Fortunata y Jacinta escribía que había leído la novela «con tanto placer como sorpresa».

Aún hoy, a más de un siglo de su publicación, la lectura de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel produce placer y sorpresa. Y también, con la lozanía de esos libros que permanecen vivos a pesar del tiempo, estas páginas entregan esas enseñanzas, esas lecciones, que han enriquecido a varias generaciones de apasionados lectores.

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