Obreros y soldados: hermanos entrañables

Obreros y soldados: hermanos entrañables

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Por: Tomás Gutiérrez González*

Este  4 de marzo se cumplen 60 años del sabotaje al vapor francés La Coubre, que estalló en la Bahía de La Habana mientras se descargaba un cargamento militar procedente de Bélgica consistente en  algo más de 75 toneladas de municiones y granadas antitanques y antipersonales para ser lanzadas por el fusil belga FAL.

Explosión del vapor francés La Coubre

Este cargamento respondía al cumplimiento de un contrato efectuado con la Fábrica Nacional de Armas de Guerra, S.A. de Bélgica, que las venía suministrando de manera ininterrumpida al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Como consecuencia de este abominable crimen perdieron la vida un centenar de personas, en su mayoría obreros portuarios, miembros del Ejército Rebelde que custodiaban la operación y otros trabajadores. También resultaron heridas cerca de 400 personas. Al día siguiente, durante el sepelio de las primeras víctimas fatales identificadas, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, pronunció por vez primera nuestra consigna de ¡Patria o Muerte!

Hostilidad y agresiones yanquis contra Cuba

Desde la caída de la tiranía batistiana y el ascenso al poder de la Revolución la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos contra ella se fue intensificando incesantemente. Pocas semanas después del 1º de enero de 1959 los principales dirigentes estadounidenses tomaron la decisión de derrocar al Gobierno Revolucionario, para sustituirlo por otro que respondiera a sus intereses imperiales.

Así lo recordó el propio presidente Eisenhower en sus memorias cuando afirmó: “En cuestión de semanas, después que Castro entrara en La Ha­bana nosotros, en el gobierno, comenzamos a exami­nar las medidas que podrían ser efectivas para reprimir a Castro”.[1]

Para lograr este objetivo iniciaron de inmediato la aplicación de medidas restrictivas en el plano económico, las que en el propio año fueron acompañadas de  conspiraciones, sabotajes contra objetivos civiles,  lanzamiento de bombas incendiarias y de fragmentación contra los campos de caña, centrales azucareros, poblados y ciudades, por naves aéreas procedentes de la Florida y otras acciones terroristas, además de fomentar la creación de organizaciones contrarrevolucionarias en Cuba y en el exterior.

En enero de 1960, dos meses antes de estallar La Coubre, el gobierno norteamericano creó un órgano especializado dentro de la estructura de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la WH-4, Rama 4 del Hemisferio Occidental, para desarrollar las actividades encubiertas contra nuestro país.

Paralelamente y mientras concebían planes de agresión militar para liquidar al gobierno revolucionario, funcionarios gubernamentales y oficiales de CIA llevaron a cabo una intensa labor dirigida a impedir que llegaran a nuestra Isla las armas contratadas con diferentes países de Europa occidental y en especial las procedentes de Bélgica.

Arribo del buque y la explosión

El mercante arribó a la Bahía de La Habana en las primeras horas de la mañana del 4 de marzo. Al mismo tiempo un destacamento militar partió del campamento de Managua para darle protección a la recepción del armamento.  A las diez el buque atracó al muelle de la Pan American Dock y una hora después comenzó la descarga de las municiones que se ubicaban en el entrepuente inferior de la bodega No. 6 de popa, lo que se extendió hasta minutos antes de las tres de la tarde.

 

Una primera detonación en La Coubre atrajo a numerosos ciudadanos deseosos de socorrer a las víctimas; una segunda explosión provocó un considerable número de muertos y desaparecidos.

 

Luego se procedió a abrir los compartimentos refrigerados superiores de la propia bodega, que contenían las cajas de granadas, para comenzar su descarga. En las bodegas No. 2 de proa y las No. 4 y 5 de popa se manipulaban mercancías de carácter general. Todo marchaba en plena normalidad.

Pasadas las 3 y 10 minutos, cuando ya se encontraban sobre el muelle algo más de 20 cajas de granadas y se manipulaban otras en el interior de la bodega No. 6, se produjo una estremecedora explosión que fue escuchada en toda la ciudad. Parte de la popa del buque, el muelle y los almacenes aledaños quedaron totalmente destruidos. Los cuerpos de los trabajadores y soldados que allí se encontraban resultaron destrozados.

De inmediato se dirigieron al lugar vecinos y trabajadores de los alrededores, personal de la Policía Nacional Revolucionaria, del Ejército Rebelde, la Marina de Guerra Revolucionaria, el Cuerpo de Bomberos, miembros de la Cruz Roja Cubana y pueblo en general. Junto a ellos, siempre en primera línea, acudieron nuestros principales dirigentes encabezados por Fidel, que se trasladó al muelle en el mismo automóvil acompañado por Raúl.

Entre los que se presentaron de inmediato también se encontraba el presidente Osvaldo Dorticós y los comandantes Ernesto Che Guevara, Juan Almeida, Ramiro Valdés, Guillermo García, Julio Camacho Aguilera, Efigenio Ameijeiras y Samuel Rodiles, entre otros.

Alrededor de treinta minutos después de la primera explosión y mientras se realizaban las labores de socorro, un segundo estallido provocó nuevas bajas entre los que, a riesgo de su propia vida, auxiliaban y rescataban a las víctimas.

Obreros y soldados unidos para siempre

Entre el centenar de muertos ocasionados por este monstruoso sabotaje, se encontraban nueve jóvenes combatientes pertenecientes a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) integrantes de la Sección de Material de Guerra, la Compañía “C” de Reconocimiento del Batallón Blindado de las Fuerzas Tácticas de Combate de Occidente, la Sección de Transporte y la Policía Militar de la Dirección de Logística. Jóvenes fogueados en la lucha contra la tiranía batistiana, cuyo promedio de edad era de 23 años.

Junto a los cuerpos sin vida de los combatientes, reposaban los cadáveres de decenas de estibadores, braceros, inspectores de aduana, transportistas, y otros trabajadores, que habían donado una parte de su modesto salario para adquirir esas armas, al igual que millones de cubanos a lo largo y ancho de nuestro país. Morían obreros y soldados defendiendo la misma causa. Era la primera ocasión en que, obreros y soldados cubanos, dejaban de enfrentarse entre sí y derramaban su sangre en busca de un mismo propósito.

Al siguiente día, durante las honras fúnebres, nuestro Comandante en Jefe expresó: “¡Quién iba a soñar siquiera que un día militares y obreros no serían enemigos, que un día militares y obreros y estudiantes y campesinos y pueblo no serían enemigos; que algún día los intelectuales marcharían del brazo de los hombres armados; que algún día el pensamiento, la fuerza de trabajo y el fusil marcharían juntos, como han marchado hoy!”

“Antes marchaban separados, antes eran enemigos […] hoy marchan juntos, hoy luchan juntos obreros y soldados, hoy mueren juntos, unos a los otros ayudándose, unos dando las vidas por salvar a los otros, como hermanos entrañables.” [2] De esa manera se fundían en una indestructible unidad sellada con sangre la clase obrera cubana y los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

La respuesta: ¡Patria o Muerte!

En esa ocasión, Fidel expuso detalladamente los antecedentes y circunstancias en que ocurrió este hecho, las razones por las cuales se podía asegurar que se trataba de un sabotaje, preparado en el exterior y realizado por quienes no querían que Cuba recibiera armas para defenderse. En síntesis expresaba su convicción, respaldada por nuestro pueblo y confirmada por las investigaciones posteriores, que en este crimen estaba presente la mano del imperialismo y en especial de su agencia de espionaje y subversión, la CIA.

Ese día Fidel sentenció: “Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte.  Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria.  Y la disyuntiva nuestra sería Patria o Muerte.”[3]

* Especialista del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado

[1] Dwight D. Eisenhower: Los años en la Casa Blanca. Editorial Bruguera S. A., t. II (1956-1960), 1966, p, 404.

[2] Discurso del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, en el sepelio de las víctimas de la explosión del vapor francés La Coubre. Periódico Revolución, 7 de marzo de 1960, p. 3.

[3] Ibidem p. 3

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Un comentario en Obreros y soldados: hermanos entrañables

  1. Desearia apuntar un aspecto que en mi consideración a dias de hoy es necesario de significar por su importancia en aquellos momentos complejos y dificiles en que la agresividad belica de la administracion de los EE.UU. contra Cuba era en aumento

    Recuerdo bien el llamado civico-popular que se hizo para la compra de armas en el noble fin de la defensa de la Nación y la Revolución. Para ello se organizo una colecta de dinero. Todo el mundo colaboraba sea en los centros de trabajos, en los barrios. En las puertas de las casas se podia leer pequeñas placas metalicas en que se inscribia palabras de apoyo, como de participación financiera. Como no olvidar en lo alto de la puerta del hogar familiar una plaquita en color rojo y negro que decia : » EN ESTA CASA DEFENDEMOS LA REVOLUCIÓN.»

    Alli en el acto de despedida de duelo a las victimas de ese vil sabotaje en las proximidades del cementerio de Colon, como un tributo de honor las milicias de obreros, alzaron al cielo gris y frio del mes de marzo las armas de un pueblo decidido a defender la soberania e independencia de la Republica de Cuba

    Es de reconocer este articulo de merito del Sr. Tomas Gutiérrez Gonzaléz.

    Saludos

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