Rigoberto García Fernández: Cuando un héroe se va

Rigoberto García Fernández: Cuando un héroe se va

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Al adolescente Rigoberto no le gustaba la carrera militar; prefería verse ataviado como un doctor, entre suturas y recetas médicas.

Pero luego de haber sido soldado en la Sierra Maestra y permanecer por casi 60 años en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, parecía acostumbrado a estar siempre enfundado en su traje verde olivo.

Oriental de nacimiento, no pudo nunca ocultar un cierto acento español en su pronunciación, quizás porque el padre nació en Cantabria y su mamá, si bien era cubana, tenía padres españoles.

Aunque de familia con algún recurso económico, no estudió en la Universidad, pues su padre no podía pagar esos estudios a los tres hermanos. Entonces se fue a la tienda paterna allá por el antiguo central América, en Contramaestre, lugar en el que casi sin darse cuenta comenzaron sus inquietudes revolucionarias.

Sí, porque de política sabía muy poco por aquel tiempo, al punto, que llegó a pensar que varios de sus amigos, mayores y más radicales, quienes sí se oponían decididamente al régimen, estaban locos; aunque a decir verdad, por su osadía al enfrentarse al enemigo desde que iniciara su vida de luchador clandestino, quien en verdad parecía un loco era el mismo Rigoberto.

Para finales de febrero del año 1958 se alzó en la Sierra Maestra, en la columna no. 1, y tras la derrota de la ofensiva del ejército de Batista pasó al Tercer Frente Oriental, dirigido por el comandante Juan Almeida Bosque. De soldado alcanzó directamente el grado de capitán, graduación con la que terminó la guerra.

En 1977 pasó a dirigir el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) donde los combatientes se vinculaban con tareas productivas, agropecuarias, de la construcción u otras, pero sin perder su razón principal: soldados.

Desde 1999 Rigoberto lució en su pecho el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, y no por los grados de general de Cuerpo de Ejército, sino por su amor al trabajo, por lo mucho que demostró como jefe del EJT. Así falleció, como héroe, la pasada semana.

Sin duda, aquel primer grado de capitán en plena guerra lo motivó mucho, siempre creyó, cada vez que lo ascendieron, que no era merecedor de tanto honor.

Se decía un tipo colérico, explosivo, de niño siempre faja´o con otros muchachos; también modesto, más bien tímido, muy exigente, se ufanaba de nunca haber ofendido a nadie. ¿Machista? “No, de ninguna manera”, aseguró.

¿Soñador? “No, soy muy realista. No he soñado mucho”, gustaba decir. ¿Lo mejor que le ha pasado en la vida? “Mi matrimonio y haber conocido y estado al lado de Fidel, de Raúl, de Almeida y de todos los que han dirigido la Revolución”.

No tuvo hijos varones. Las tres hembras le dieron cuatro nietas y un varoncito, “a los que disfruto más que a mis hijas, porque antes la vida era más complicada y estaba menos tiempo en la casa”.

¿Un hombre feliz? “Claro, compadre”. ¿Cuándo se jubila? “Nunca diré que me quiero jubilar. Pero estoy en la mejor disposición de, cuando llegue el momento, asumir el retiro”.

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