Colérico, explosivo, exigente, modesto… nada de machista

Colérico, explosivo, exigente, modesto… nada de machista

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Al joven Rigoberto, o mejor dicho, al adolescente Rigoberto, no le gustaba la carrera militar. Prefería verse ataviado como un doctor, entre suturas y recetas médicas, pero la vida le hizo una buena jugada, pues lleva casi 50 años dando y recibiendo órdenes, con muchos soldados bajo su mando y grandes responsabilidades en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Ya con los grados de General de Cuerpo de Ejército, Rigoberto García Fernández quizás se acostumbró a esa vida, pero está muy seguro de que es un hombre con mucha suerte, porque ha vivido como ha deseado.

De soldado a capitán

Aunque oriental de nacimiento, en el municipio granmense de Media Luna, Rigoberto no puede ocultar un cierto acento español en su pronunciación, y en efecto, su raíz le viene de la Madre Patria, pues el padre nació allá, en la zona de Cantabria, y su mamá, aunque cubana, tenía padres españoles.

Justo a la hora convenida, en una sala contigua a su despacho, iniciamos una entrevista permeada por el desenfado y las remembranzas de un hombre que, proveniente de familia con alguna posibilidad económica, llegó a las ideas revolucionarias por las injusticias y el abuso de la soldadesca con la población.

“No pude ir a la universidad ya que mi padre no podía pagarnos esos estudios a los tres hermanos. Sin concluir el bachillerato aquí en La Habana regresé a la colonia cañera donde vivíamos, cercana a Contramaestre, más bien al antiguo central América. Comencé a trabajar en la tienda de papá y veía cómo los soldados consumían y no pagaban y, a veces, cuando decían que el viejo había violado algo, entonces teníamos que darles dinero.

“Esos desmanes me iban poniendo cada vez más en contra de esa forma de vida y ya a partir de ahí, todo fue un proceso, digamos, lógico y natural.

“No es que yo pensara en cambiar el sistema. No, lo que quería era algo justo, más equitativo. Incluso yo creía que algunos de mis amigos, mayores y más radicales, quienes sí se oponían decididamente al régimen, estaban locos….

“Pero casi sin darme cuenta me fui convirtiendo, por el año 54, en cooperante de aquellos jóvenes que atacaron el cuartel Moncada.

“En 1955 ya me confiaban algunas tareas más bélicas. Poníamos petardos, rompíamos el alumbrado, ajusticiamos a algún chivato, quemamos caña y almacenes y cuando se produce el desembarco del Granma ya teníamos armas”.

En la clandestinidad combatió por varios años, y aunque estuvo preso en dos ocasiones, nunca las fuerzas del régimen conocieron de sus actividades conspirativas. “Claro, sí estuve huyendo, escondido, disfrazado, tuve que venir para La Habana y ya para finales de febrero del año 58 me tuve que alzar en la Sierra Maestra, en la Columna No.1.”

Después de la derrota a la ofensiva del ejército de Batista pasa al Tercer Frente Oriental dirigido por el comandante Juan Almeida Bosque. De soldado alcanzó directamente el grado de capitán, graduación con la que termina la guerra.

Honor que no creía merecer

Pocos días antes de que Fidel entrara victorioso a La Habana, Rigoberto, junto a otros compañeros, llegó en avión a la capital desde Oriente. Trabajó en la Dirección de Inteligencia del Ejército Rebelde. Poco más tarde pasa al Quinto Distrito y cuando se crea el Ejército Central lo nombran sucesivamente como jefe de la División Sagua La Grande, Cienfuegos y Remedios y por último jefe de Operaciones del Cuerpo de Camagüey. En los años 66-67 ocupa la jefatura de Preparación Combativa del MINFAR y en 1977 pasó a dirigir el Ejército Juvenil del Trabajo, cargo en el que lleva 28 años.

Entonces comienza una etapa fascinante en la vida de uno de los generales de mayor graduación en las fuerzas armadas cubanas, pues tiene que dirigir un ejército vinculado directamente con las tareas productivas, ya sean agropecuarias, de la construcción u otras, pero sin perder su razón de ser principal: soldados.

Aquel primer grado de capitán en plena guerra lo motivó mucho. “En 1967 me nombran Comandante y en 1976 Comandante de Brigada. Luego General de División hasta que en el 2001 me ascienden a General de Cuerpo de Ejército”. Al preguntarle hoy me asegura que cada vez que lo ascendieron creyó que sobre sus hombros descansaba un honor mayor, al que le correspondía.

Dice ser colérico, explosivo, “…de muchacho siempre estaba faja´o”. También modesto, tímido, al punto que le daba una pena tremenda aquella forma en que se enamoraba en sus años juveniles “…y entonces eran mis ojos quienes iban diciendo lo que mis palabras no podían decir”.

¿Muy exigente con sus subordinados? “Sí, muy exigente, pero jamás ofendo a nadie. Lo que hago es requerir. También soy muy exigente en el orden familiar, pero lo debo hacer muy bien porque llevo 50 años de matrimonio con Mirna, mi esposa”.

¿Machista? “No, de ninguna manera. En la casa me considero un inútil integral”.

¿Práctica algún deporte? “No. Aunque jugué bastante la pelota, no me gustaba el béisbol. También jugué voleibol y practiqué atletismo, pero ahora lo que hago es caminar mucho. Tres veces por semana camino casi cinco kilómetros”.

¿Cuántos hijos y nietos tienes Rigoberto? “Varones no tengo. Son tres hijas, que me han dado cuatro nietas y un varoncito. A los nietos ahora los disfruto más que a mis hijas, porque antes la vida era más complicada y estaba menos tiempo en la casa. Son muy jodedores, pero respetuosos.

¿Soñador? “No, soy muy realista. No he soñado mucho, pero he tenido todo lo que he pensado. Yo nunca quise ser artista, ni pelotero, ni boxeador…y no lo fui. Mire, no soy bailador, pero bailo.

¿Lo mejor que le ha pasado en la vida? “Mi matrimonio y haber conocido y estado al lado de Fidel, de Raúl, de Almeida y de todos los que han dirigido la Revolución”.

¿Un hombre feliz? “Tengo un concepto muy alto de la felicidad. Por mi familia; porque veo a quienes no son cubanos y hablan con orgullo de Fidel, de nosotros. Además, por ver a las personas felices, porque me entristece mucho la tristeza de los demás”.

¿Cuándo se jubila? “Nunca diré que me quiero jubilar. Me parece que si hoy tengo esta responsabilidad es porque otros me consideran aún con condiciones para ello, pero estoy en la mejor disposición de, cuando me lo digan, asumir el retiro. De todos modos, me falta mucho por vivir, a pesar de mis 73 años”.

Luego de dos horas de conversación, este hombre canoso, fuerte, Héroe del Trabajo de la República de Cuba desde 1999, y con miedo escénico, pero con dominio de los momentos difíciles, sin previo aviso dio por terminada la entrevista. “Tengo que atender a una visita”, me dijo lacónico y fue, conmigo, el único momento en que en él prevaleció el militar que lleva en su interior.

Nota: (Entrevista realizada en junio del 2005 y que forma parte del libro Pasión de Héroes)

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