La defensa de la Revolución ante las agresiones tempranas de los Estados Unidos

La defensa de la Revolución ante las agresiones tempranas de los Estados Unidos

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El 1ro. de enero de 1959, en el momento del triunfo revolucionario, el joven líder Fidel Castro hizo una importante advertencia al pueblo. En su discurso en Santiago de Cuba decía: La Revolución empieza ahora; la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros (…).

En el momento de la alegría, estaba planteando al pueblo que se abría un camino difícil y, acudiendo a la historia para mostrar las experiencias precedentes, recordó: Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños del país; intervinieron a última hora (…) ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí es una revolución! (…).

Fidel afirmaba que esta vez si se trataba de una revolución, por lo que traería enormes retos y dificultades, sobre lo cual insistió en esos primeros días triunfales. El 8 de enero, en su discurso en el antiguo campamento de Columbia, advirtió: Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Explicó esa advertencia a partir de la convicción de que: Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.

Si bien en aquellas advertencias, Fidel hacía énfasis en la responsabilidad de los revolucionarios, las dificultades serían múltiples, entre ellas, la hostilidad del imperialismo estadounidense que de manera temprana advirtió el peligro de este proceso para su dominio. La existencia de la Revolución Cubana significaba la ruptura de su hegemonía continental, al tiempo que debilitaba su imagen en el mundo; cuestión que reconocieron con celeridad. Esto convertía el caso de Cuba en un problema de alta prioridad para los Estados Unidos

Como es conocido, la administración Eisenhower debió diseñar la política de enfrentamiento a la Revolución Cubana en todas sus variantes desde el inicio., para lo cual el objetivo era claro: destruir a la Revolución Cubana e impedir la aparición de una “segunda Cuba”. En aras de lograr este objetivo se trabajó en diferentes campos: diplomático, presión política, presión económica, fomento de la subversión interna, campo ideológico, en fin que se utilizaron todas las herramientas posibles para alcanzar la meta propuesta.

Entre los recursos utilizados por los Estados Unidos estuvo la manipulación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en función de fomentar un frente continental hostil a la Cuba revolucionaria. El terreno para esta acción se preparó desde las acciones diplomáticas de presión en los países latinoamericanos, el anuncio del empréstito de 500 000 000 de dólares para el desarrollo económico exceptuando a Cuba, la disminución de la cuota azucarera a Cuba y su reparto parcial entre otros países del área, entre otros métodos para atraer el apoyo a su política. En este contexto se convocó la VII Conferencia de Cancilleres de la OEA en Costa Rica, en agosto de 1960 donde se aprobó la “Declaración de San José” que condenaba la intervención de una potencia extranjera en los asuntos hemisféricos. Era un primer triunfo parcial norteamericano, pues Estados Unidos tuvo que eliminar el nombre de Cuba del texto ante el rechazo que encontró, pero quedaba implícita la condena a Cuba, pues se hablaba de sus relaciones con potencias extra continentales, especialmente la Unión Soviética, por lo que la condena a la intervención de una potencia extranjera tenía ese referente.

 

Cuando la OEA adoptó ese acuerdo, la dirección de la Revolución actuó en defensa del derecho soberano a tener relaciones con cualquier país del mundo; pero sobre todo era enfrentar este primer ataque, aunque se hubiera hecho de manera indirecta.  La Asamblea general del pueblo de Cuba el 2 de septiembre de 1960 sería la respuesta masiva, cuando Fidel leyó lo que se denominó “Primera Declaración de La Habana”, que fue aprobada a mano alzada por el pueblo reunido en la Plaza de la Revolución José Martí. En el inicio del texto se establecía:

En nombre propio y recogiendo el sentir de los pueblos de nuestra América, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba:

PRIMERO: Condena en todos sus términos la denominada “Declaración de San José de Costa Rica”, documento dictado por el imperialismo norteamericano y atentatorio a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del Continente.

 

Estados Unidos insistiría en instrumentar una ofensiva a través de la OEA. John F. Kennedy, que asumió la presidencia en 1961, daría continuidad a esa política, lo que incluía la invasión mercenaria de abril. De hecho, en su discurso inaugural, el 20 de enero, ya se había referido a los “agentes comunistas” que tenían base en Cuba, a solo 90 millas de las costas de Estados Unidos, y planteaba que su objeción a Cuba era por la dominación de tiranías extranjeras y domésticas y que nunca se negociaría el dominio comunista en este hemisferio, para lo cual, decía, trabajarían con las repúblicas hermanas de la América libre. De manera que, desde su inauguración, ya dejaba sentada con claridad esta posición.

Como parte de la política diseñada, la nueva administración anunció el programa de la Alianza para el Progreso en el continente, con exclusión de Cuba, por supuesto, y el 14 de abril Kennedy envió a los miembros de la OEA la proposición para participar en el Consejo Interamericano Económico y Social con la finalidad de discutir ese programa. No era casual esa convocatoria: El 15 de abril se produjo el bombardeo a aeropuertos cubanos y el 17 de abril la invasión de mercenarios por Playa Girón al sur de Matanzas.

 

La derrota de la invasión en 68 horas fue un golpe muy fuerte para Kennedy y su equipo que planteaba la necesidad de cambiar esa imagen en lo inmediato.

La situación derivada de la victoria cubana en Girón condujo a tomar nuevas medidas, que resultaban importantes con vistas a las elecciones parciales de noviembre de 1962. Entre las acciones que se tomaron estuvo la convocatoria a la VIII Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA, en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962 por solicitud de  Estados Unidos y Colombia.

La reunión de Punta del Este aprobó una resolución:  “Exclusión del actual Gobierno de Cuba de su participación del Sistema Interamericano”, por 14 votos a favor, 1 en contra (Cuba) y 6 abstenciones (México, Chile, Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia). Se planteó entonces la “Incompatibilidad del Gobierno de Cuba con el sistema interamericano”, por tanto, Cuba fue expulsada de la OEA. Estados Unidos aspiraba a más, a sanciones colectivas, que no logró, pero sí alcanzó la expulsión. Ante este acuerdo, el pueblo de Cuba, una vez más, reaccionó en defensa de la Revolución .

El 4 de febrero de 1962 se celebró otra Asamblea General del Pueblo de Cuba. Allí Fidel de nuevo convocó al pueblo que aprobó la “Segunda Declaración de La Habana”. Este documento planteaba el objetivo que perseguían los Estados Unidos con su actitud:

(…) ¿Qué explica racionalmente la conjura que reúne  en el mismo propósito agresivo a la potencia imperialista más rica y poderosa del mundo contemporáneo y a las oligarquías de todo un continente (…) contra un pequeño pueblo de solo siete millones de habitantes (…)? Los une y los concita el miedo. No el miedo a la Revolución Cubana; el miedo a la revolución latinoamericana. (…).

Aplastando a la Revolución Cubana creen disipar el miedo que los atormenta., el fantasma de la revolución que los amenaza. (…).

El texto denuncia de entrenamiento a latinoamericanos por Estados Unidos para sembrar el terror, asesinar a dirigentes antiimperialistas, impedir el avance de la revolución continental y también el papel de la OEA como “ministerio de colonias”.  Como parte de esta declaración se afirma: Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. (…).

Una vez más, el pueblo cubano, con Fidel al frente, salía en defensa de la Revolución frente a las agresiones del imperialismo estadounidense.

 

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