Le tenía a Fidel una fe infinita (+Fotos y Video)

Le tenía a Fidel una fe infinita (+Fotos y Video)

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A una década del fallecimiento de Juan Almeida Bosque, conversamos con Lucy Villegas Oria, secretaria por varios años del Comandante de la Revolución

Lucy Villegas Oria, secretaria por varios años del Comandante Juan Almeida Bosque. | foto: Joaquín Hernández Mena
Lucy Villegas Oria, secretaria por varios años del Comandante Juan Almeida Bosque. Foto: Joaquín Hernández Mena

Lucy Villegas Oria tiene 88 años y la coquetería se le expresa de muchas maneras, aunque ella lo niega. No obstante recordar detalles que personas jóvenes podrían olvidar, maldice de su memoria. Pero los casi cuatro años en que trabajó como secretaria personal del Comandante patriota, músico, poeta, albañil y pobre, le brotan espontáneos, felices, recuerdos que aumentan su dimensión a medida que el tiempo se empecina en borrarlos.

De aquellos primeros momentos una anécdota dibujó para siempre al Comandante Almeida a los ojos de Lucy. “Cuando la explosión del barco La Coubre trabajábamos en lo que fuera el edificio de la  Marina, en la Avenida del Puerto y cercano al lugar del estruendo. Cuando averiguamos le dije lo que había ocurrido, y de inmediato me dijo que le buscara la escolta, que él se iba para allá. Con mucho cuidado le comenté que no debía ir. Su respuesta no me dejó opción: ‘No, Lucy, ese es mi puesto ahora’. Y se fue”.

A poco del triunfo revolucionario de enero de 1959 nuestra entrevistada comenzó a trabajar en las oficinas del Comandante Camilo Cienfuegos en el entonces Campamento Militar de Columbia. “Pero cuando Camilo muere y a Almeida lo nombran jefe del Ejército, se reunió con las compañeras que trabajábamos con Camilo y me escoge para trabajar con él en el Estado Mayor. Fui su secretaria desde noviembre de 1959 hasta 1963.

“Luego, ya con más confianza le pregunté por qué me había escogido y me dio una respuesta sorprendente: ‘Es que tú no me tienes miedo. Yo trabajo con quien me respete, pero no con nadie que me tenga miedo’, dijo”.

 

Testigo de su boda

Cuando Lucy contrajo matrimonio en segundas nupcias, el Comandante fue testigo de su boda. “Llegó temprano —como siempre—, recorrió con la vista a los presentes y preguntó por el fotógrafo. Alguien respondió que no hacía falta y él cuestionó entonces esa respuesta. Al oír aquello, Celia se dirigió en su carro a Tropicana y trajo al fotógrafo… Las fotos de mi boda se las debo a Almeida”, recuerda Lucy más de 50 años después.

A su decir, no era difícil trabajar con el Comandante, pues oía lo que los demás compañeros decían y tomaba decisiones cuando ya conocía todos los detalles. No se apasionaba. Siempre fue muy justo y humano. A nadie trataba con violencia.

Juan Almeida
Foto: Archivo

Una vez jefe del Ejército del Centro, el Comandante Almeida va a vivir a Santa Clara. “Con él solo nos fuimos un asesor militar hispano-soviético y yo, y lo único que le pedí fue que me consiguiera un cuarto. Entonces me llevó para su casa, donde estuve hasta que Celia le pidió que me mandara para La Habana.

“Era un hombre de muchos detalles, asegura, y hacía cosas que maravillaban a cualquiera. Siendo jefe del Ejército, con muy poco tiempo para las muchas tareas que debía cumplimentar, empleaba un día de la semana para hablar con las personas que se lo habían pedido, gente que le escribían o que llegaban allí buscándolo.

“Si se trataba de un asunto complicado, pedía información y cuando la teníamos citábamos a la persona para darle respuesta, ya fuera positiva o negativa, no importaba; él decía que había que responderle.

“Era muy trabajador, con una responsabilidad muy grande con su trabajo, y a la vez muy exigente. No se le podía decir una mentira y cuando hablaba con la gente enseguida sacaba juicios certeros. No se mostraba violento, y aunque muchas veces lo vi  muy disgustado, nunca lo consideré gritón ni utilizaba grosería alguna. Era de una ironía fina, pícara.

“No era de mucho comer. Siempre comía con medida; le gustaban mucho los postres, en especial la mermelada de guayaba y el coco, y le fascinaban los quesos y el bacalao a la vizcaína. Muy presumido. Le gustaba lucir bien, ya fuera con ropa militar o de civil. Nada de bebidas alcohólicas. Si de tomar se trataba, le gustaba alguna copa de vino, incluso de Viña 95, en las comidas.

“Era muy perspicaz. Se daba cuenta de todo. Recuerdo a un capitán de su tropa. Se llamaba Jorge Sotús, quien visitaba mucho la oficina. Un día el Comandante me dijo: ‘Lucy, Sotús nos va a traicionar’. ¿Y cómo usted lo sabe?, le pregunté. ‘Porque no me mantuvo la mirada ni una vez’, respondió. Al mes, Sotús abandonó Cuba en una lancha.

“Como buen músico, era enamorado y muy atento con las mujeres. Su obra musical así lo atestigua. Muy halagador, romántico, caballeroso. Además, siempre me pedía que le anotara —para recordárselas después— las fechas de cumpleaños de las compañeras —y también de los compañeros— para felicitarlos.

REALIZADA: Publicada: 08/09/2014 Pág.: 01 y 07 Edición Única PUBLICADA:14/09/2009 PAG:09 EDICION UNICA FUENTE:TRABAJADORES FOTOGRAFO: OBSERVACIONES:PERSONALIDADES/ALMEIDA BOSQUE, JUAN
Foto: Archivo de Trabajadores

“Siempre me pareció que aunque no sabía música, la inspiración le llegaba con facilidad. Tenía buen oído musical. Tarareaba la canción que se le ocurría y si el arreglista no hacía lo que él quería, pedía que se lo volvieran a hacer.

“Para él era algo normal el cobro de su salario como jefe del Ejército. Pero cuando cobraba como compositor lo disfrutaba mucho, pues lo veía como algo muy personal, un salario por algo que había hecho como con sus manos.

“Le gustaba atender y ayudar a las personas que tuvieran algún problema, pero no era botarata, pues daba cuando se convencía que debía dar algo. Era muy firme en sus criterios y cuando ya se formaba una idea la defendía a capa y espada. Si se equivocaba lo sabía reconocer”.

 

Epílogo

El rostro de Lucy no refleja sus 88 años. Su expresión, su tez, sus ojos, delatan lo que de seguro irradió esta bella mujer que en su juventud desandara las calles de su Puerto Padre natal. Su día a día transcurre hoy entre su jardín, sus perros… y los recuerdos, “que se me quieren ir”.

No hay tristeza al hablar del Comandante al que rinde homenaje a solo unos días del décimo aniversario de su fallecimiento.

¿Y de Fidel, qué decía Almeida de Fidel?, pregunto a Lucy. “Se conocían muy bien. Le tenía a Fidel una fe infinita. Fidel era su dios”.

 

 

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3 comentarios en Le tenía a Fidel una fe infinita (+Fotos y Video)

  1. Su sentido de humildad lo desmostro en las Tunas cuando con su guayabera blanca y su cargo lustro los zapatos del limpiabotas para demostrar que el fue limpiabotas antes de ser militar

    saludos

    Oviedo

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