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Lima.- El Sol anda escondido y bien difícil de atrapar en esta ciudad. Uno se levanta bien temprano pensando que los primeros rayos del conocido astro rey calentarán la mañana y si no lo hace usted con una taza de café caliente o té de manzanilla difícilmente saque de su cuerpo la temperatura de 14 o 15 grados, tras una noche en la que necesitó abrigarse fuerte y dormir con todas las ventanas herméticas.
Para el mediodía la esperanza crece. “Hoy sí saldrá, se despejará el cielo de la bruma (más bien un fuerte smog) y podremos quitarnos los abrigos y estos gorros de esquimales”, dice optimista un colega de la prensa cubana que trajo apenas un suéter porque los Juegos Panamericanos son citas que generalmente reservan calor humano y calor ambiental. Pero a las 12 del día tocará sentarse a tomar un rico caldo de gallina en cualquier restaurante porque el hielo en las manos no desaparece.
Ya en la tarde esperar un milagro más caliente es imposible. Se cierra más el cielo y anochece bien temprano, por lo que el Sol queda ausente y con ello la nostalgia por ese calor del trópico, del Caribe, sobre todo para quienes sacar abrigos es cuestión de dos o tres meses al año y jamás, ¡jamás! en julio y agosto, ideales para la playa y para disfrutar por la televisión de las competencias deportivas múltiples, dígase Centroamericanos, Panamericanos y Olímpicos.
Acaba entonces uno deseando que al día siguiente ocurra lo contrario y que la naturaleza se apiade del visitante, en especial de los deportistas que no están acostumbrados a correr, tirar, lanzar, saltar, nadar, remar o batear con un humito blanco saliéndoles por la boca cuando se dice la frase más común en estas jornadas: “¡Caballero, qué fríooooooooo!”.
Y es entonces cuando se acuerda uno que los Juegos, Lima y Perú sí tienen un Sol. No quema tanto tampoco porque surgió desde 1991 para reemplazar por entonces al Inti, un personaje que subió al cielo solo por la vía inflacionaria. Incluso, en principio fue denominado Nuevo Sol para diferenciarlo del “viejo” que tuvo su fecha de vigencia entre 1931 y 1985.
Por supuesto, ese astro rey no sale de Este a Oeste, ni tiene únicamente forma redonda. Como particularidad se puede tocar sin que se le derritan los dedos y hasta llevarse en los bolsillos para obsequiarlo o cambiarlo con alguna compra textil o culinaria. Es bien fuerte como para pensar que la garúa persistente en el cielo de Lima lo detenga, lo empape o lo haga retroceder o perder su competencia.
Definitivamente, el único Sol que veremos en los XVIII Juegos Panamericanos es la moneda oficial peruana, esa que va en mis bolsillos y que ningún meteorólogo puede pronosticar nada sobre ella, pues el calor ya se mudó de América del Sur desde julio y no volverá hasta por lo menos seis meses más lejos.
Así viviremos las medallas, los triunfos y las sorpresas. Ellas pretenden armar hoguera de emoción e identidad, pero al final se abrigarán como nosotros y extrañarán al verdadero Sol natural.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el 2019. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.
