Petra, la jefa eterna de Las Tania

Petra, la jefa eterna de Las Tania

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Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Hablar de Las Tania es hablar de Petronila; y viceversa, Petronila Neira Sánchez es como decir Las Tania. Una mujer de piel muy negra, y una figura delgada, fina diría yo. “Siempre fui delgadita así, fíjese que si ahora no llego a 100 libras, cuando me casé pesaba mucho menos”, me dice cuando le recreo su silueta. Parece tímida y las uñas de sus manos provocan la envidia a cualquier actriz. “Es que aunque trabajemos la agricultura no podemos abandonarnos y cuando salgo me pongo lo mejor. Hoy me dijeron que me iban a entrevistar y aquí me ve, con mi mejor trapito encima”.

Y con un corazón para el trabajo que de seguro saca la vergüenza de muchos hombres hechos también para cualquier labor en la montaña, por fuerte que fuera. Así es Petra, como le llaman.

Las Tania ya tienen casi 40 años, y son un emblema del trabajo femenino en zonas montañosas cubanas, mucho más desde que Vilma Espín las abanderó en 1982, cuando eran 10 mujeres y cada una recogía hasta 10 latas de café cada día. Eso fue después de 1981, su primer año de labor, y cuando alcanzaron la condición de Milenarias, porque todas sumaron más de mil latas acopiadas en cinco meses de zafra.

Petra se dice una mujer agradecida. “Claro que le agradezco mucho a la Revolución la casita que me hicieron. Y también agradezco mucho a Vilma, pues ella nos visitó por dos veces, nos estimuló mucho. Ella me decía: ‘mi guajirita’.

Petra encabezó ese grupo de féminas desde su surgimiento. ¡Y recogía café a la par de las más destacadas de la brigada! Tanto fue así que llegó a acopiar hasta 17 latas diarias, una cantidad solo dada a los mejores. “Yo cobraba por lo que recogía. Nunca cobré como jefa de brigada”, dice.

Nació en julio de 1942 en Perrera de Carrera Larga, un paraje llano y prácticamente desconocido del municipio guantanamero de El Salvador. “Ya de joven me fui a Bayate, donde comencé mi vida laboral”, recuerda.

“Éramos 12 hermanos. Muy pobres. En tiempos de zafra cafetalera mis padres se iban al monte a la recolección y cuando fuimos creciendo nosotros nos íbamos también al barracón con ellos y así los ayudábamos. Eran tiempos en que pagaban 1.50 pesos por cada lata de café. Ahí fue que aprendí a luchar por la vida. ¡Y fíjese lo que son las cosas, hoy pagan 20 pesos por lata, y si es arábigo de primera calidad son 25 pesos!”, refiere.

La historia de Petra es rica, y siempre ligada al trabajo. “Por allá por 1964 pasé una escuelita en Manzanillo como Jefa de Compañía de la Columna Cien años de lucha, la misma que luego se llamó Columna del Centenario. En 1966 me incorporo como auxiliar de limpieza al hospital de Bayate. Un año después me casé y me quedé en Palizada, también en El Salvador, pero en plena Sierra Maestra. Me gusta este lugar. Vivo entre ríos y una carretera; y si llueve un poco, ningún carro puede llegar allí, pues no puede pasar el puentecito sobre el río Pozo Azul. Ese riecito se pone muy feo con la lluvia”.

Así, entre montañas tupidas por espesa vegetación, vio transcurrir esa etapa de juventud, alejada de bailes y paseos. Las cosas eran muy diferentes. Yo nunca usé de jovencita blusa sin mangas, ni saya corta. Mis padres no lo permitían”.

Siempre estuvo muy inmersa desde el amanecer de cada día en labores obreras, hasta que en 1969 comienza en lo que a su decir, ha sido su vida, la recolección del café.

A la izquierda Petra, en sus tiempos de recogedora habitual de café.

“Siempre fue de las más destacadas. Para muchos, la mejor en una tarea tan esforzada y difícil. En 1970 surgió un contingente agrícola femenino dedicado a esa labor y también la limpia de esos campos y la FMC la escogió para dirigirlo. “De ahí surgen Las Tania”, refiere orgullosa.

“No, no era muy difícil dirigir una brigada como Las Tania. Todas eran mujeres muy disciplinadas y respetuosas. Parecíamos madre e hijas y eso me gustaba. Hoy de las fundadoras quedamos tres.

“Míre usted, eso de trabajar tan duro va en la energía de la persona. En Las Tania hay una mujer flaquitica así como yo, y hay que ver cómo se echa encima un saco de café. En mi caso, aunque el saco lleno pese más que yo, cuando me lo echo al hombro, lo equilibro”.

Entonces le pregunto por su librito a la hora de recolectar. “Yo era muy rápida y enérgica en el trabajo. Míre, cuando me adelantaba, entonces iba cogiendo todos los gajos que daban para mi carrilera, aunque fueran de otras recogedoras. Esa era mi maldad.

“Una vez competí con Concepción, no recuerdo su apellido; era de Yateras, una tremenda recogedora de café, y aunque decían que era ‘más larga’ que yo, le gané por una lata. A mí nunca nadie me ganó en una competencia.

Por 23 años dirigió Las Tania, y se jubiló cuando cumplió 55 años. “Sí, me jubilé pero no me retiré, porque por dura que sea, a mí lo que me gusta es la agricultura. Yo siempre me dije que mientras pudiera caminar ayudaría a mi brigada, y eso es lo que hago. “Cuando me jubilé, solicité una finca por la Resolución 259 para dedicarme a los cultivos varios. Me dieron una de siete hectáreas. La trabajamos entre dos compañeras y nos ayuda un grupo de muchachos jóvenes.

“Tenemos una yuntica de bueyes, caballos y una vaca. El año pasado logramos vender dos toneladas de maíz, 15 quintales de yuca y 18 de calabazas. Pensamos para este año sembrar frijoles. Pero no vaya a creer que me olvidé del café. En tiempos de zafra cafetalera me contrato como recolectora”, me dice.

Petra es Heroína del Trabajo de la República desde el 2006, pero antes, por 19 años, obtuvo la condición de Vanguardia Nacional. Tiene dos hijos y siete nietos. “También crié a dos hijas de un matrimonio anterior de mi esposo”, subraya.

No exagero si digo que Petra es una mujer especial. Aunque no da la idea de ser muy habladora, conversando con ella el tiempo pasa rápido. No come mucho, y si de carne se trata solo come pollo.  “Nada de carne de res. Soy alérgica al pescado. Siempre he fumado y me gusta el ron. En un tiempo, de jovencita, fui religiosa. Yo era de la Iglesia del Séptimo Día. Puedo decir que aquello fue por embullo, por amor al arte, como se dice. Pero cuando me casé dejé todo eso. Mi esposo no era religioso y en el matrimonio hay que llevar las reglas del matrimonio”. Y los ojos se le ponen tristes al hablar de su compañero de mucho tiempo, quien murió hace unos pocos años.

“Él era el carretero de Las Tania, quien llevaba el café para la planta de beneficio. Su muerte fue un golpe muy duro para mí; era un hombre que ayudaba mucho, aunque cuando falleció ya estaba jubilado”, dice en voz muy baja.

“Él era muy recto y yo lo respetaba mucho: si él decía que eso no se podía hacer, pues yo no lo hacía. Y si era yo quien decía que tal cosa no me gustaba, entonces él tampoco la hacía. Entre nosotros jamás hubo una discusión. Ni él ni yo éramos celosos. Es que el celoso siempre ve de más y nosotros nunca vimos de más. Se llamaba José Liranza Méndez. Y es así como se lo he enseñado a mis hijos, para que cumplan su usted me vea delgadita así, ydeber en el matrimonio.

 ¿Y ahora qué hace Petra?

“Hoy cualquiera me gana recogiendo café”, dice con seriedad. Fui la mejor recogedora de café de Cuba, pero ya no lo soy. Lo que me queda es atender a la familia y a los nietos. Ayudar a mis hijos.

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