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¿Se roba más o menos?

Por Joel García

Muchos equipos dejaron atrás los primeros 18 juegos y más allá de la alerta temprana para Matanzas y Mayabeque —con apenas tres y cinco victorias y rachas adversas de más de seis derrotas—, la temporada va resultado pareja y con buena rivalidad, aunque una vez más la calidad de juego (expresada en estadísticas y en lo visto en los estadios) no es proporcional a lo que vemos en la tabla de posiciones.

Sin embargo, hoy vamos a detenernos en un aspecto que el béisbol moderno cuenta como imprescindible, cual arma ofensiva para producir carreras: el robo de bases. Las tendencias mundiales hablan de cierta extinción en las ligas profesionales, con más preponderancia a los batazos largos y al poder que a la velocidad y el juego arriesgado. Sin embargo, no son pocos los entrenadores y estudiosos que vaticinan para este lustro un resurgir de esta jugada.

En Cuba el descenso en este apartado es multicausal, pero predomina la inexistencia de peloteros con cualidades para estafar a la usanza de Víctor Mesa, Enrique Díaz, Germán Mesa, Eduardo Paret o Luis Ulacia, por solo citar algunos maestros en llegar quieto a la bases con habilidad y picardía, más allá de la velocidad pura.

En la actual campaña las evidencias son claras de que se sigue usando poco. Luego de 138 desafíos, se intenta robar una almohadilla 1,67 veces por partido, eso significa un promedio inferior a uno por parte de los conjuntos involucrados en un encuentro de nueve  entradas. Solo cinco equipos superan esa primera barrera: Las Tunas (23 ocasiones en 19 juegos), Matanzas (21 en 17), Mayabeque (20 en 17), Villa Clara (19 en 16) y Santiago de Cuba (19 en 17).

Tampoco es directamente proporcional la cantidad de veces que se practica la jugada con la felicidad de no ser puesto out. De ahí que Granma sea el de mejor por ciento de efectividad: 77 % (7 en 9), escoltada por mayabequenses: 70 % y tuneros: 69,5%. Y aquí salta otro detalle curioso, 11 de las 16 selecciones tienen promedio superior al 50 %, pero con muy bajas tentativas, lo cual tiene su explicación no siempre en la calidad de nuestros receptores, sino en la demora del lanzador en soltar la bola con hombres en circulación.

Que en otros campeonatos hayan descendido los robos de base por más jonrones y remolcadores puede tener cierta lógica desde el punto de vista técnico-táctico de los mentores. Pero en Cuba, los hombres de poder disminuyen por años, se conectan menos cuadrangulares y para lograr un impulsador con más de 50 empujadas cuesta trabajo. ¿Por qué entonces se roba menos?

Habría que remontarse al poco trabajo en edades juveniles de este aspecto, a la metodología de enseñanza (no basta ser veloz), a la escasa importancia que no le conceden algunos directores para anotar carreras o simplemente al conservadurismo enraizado en nuestra pelota, tal y como se sigue tocando la bola en el primer o segundo inning, cuando apenas el partido está iniciándose.

Por lo general, los punteros en la alineación tienen las mayores habilidades y exigencias para esto. De ahí que el leñador Yuniesky Larduet (7), el mayebequense Pedro León (5) y el granmense Roel Santos (4) anden al frente de este departamento en la actual campaña. En el caso específico de Santos no ha sido capturado todavía por ningún receptor y tras incorporarse de su lesión debe luchar por este liderato con fuerza.

Para la próxima semana intentaremos acercarnos a lo que pasa con el equipo Matanzas, casi condenado a un frío sótano desde el inicio y sobre el que comienzan a aparecer rumores por las redes sociales de problemas internos, no netamente deportivos, los cuales deben ser aclarados a la opinión pública por sus principales actores (jugadores y directivos), nunca a través de la especulación.

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