Icono del sitio Trabajadores

El héroe que encarrila barcos

Primero era durante los constantes viajes por mar desde occidente hasta oriente y hace un lustro en tierra, donde siempre la proeza diaria ha cobrado visos de sencillez

Denominador común de los Héroes del Trabajo de la República de Cuba son la modestia y la sencillez. No importa qué actividad realicen ni cuánto tiempo le hayan dedicado. Lo normal es que traten de restarle categoría a su obra, aunque esté plagada de hechos relevantes, y como diría mi amigo José, “se hayan comido un tren de marcha atrás”.

Y pensando en eso conversé con Manuel Marcelino Poo Lazo, merecedor hace 15 años de la máxima distinción que otorga el Consejo de Estado a propuesta de la CTC, y que él obtuvo por el Sindicato Nacional de Trabajadores Civiles de la Defensa.

Asegura que la condecoración se la debe “a la familia grande que son las FAR”. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Es locuaz y entusiasta, características que agradecen los periodistas y que con certeza lo han ayudado a influir en sus compañeros desde los inicios como especialista hasta ahora, al frente del taller de electrónica de la Empresa Militar Industrial (EMI) Granma, en el que reparan medios técnicos de navegación.

 

Noticia, honor y compromiso

Quizás una pitonisa le hubiese augurado a Poo el notición de la medalla, allá en el poblado pinareño de Las Martinas, en Guane, que marca su origen campesino. Pero lo más seguro es que él pasara por alto el augurio, que hecho realidad conoció por intermedio de representantes del sindicato y de su centro laboral.

Numerosos recuerdos y sentimientos se le agolparon. Su viaje para La Habana con el triunfo de la Revolución. La terminación de los estudios primarios y acto seguido el nivel secundario, momento en el que acudió al llamado de Fidel para formar parte de las tropas de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria (DAAFAR), donde estuvo seis años.

Allí se licenció y comenzó como trabajador civil en la EMI Granma, a la cual dice le debe la condecoración, igual que a quienes comparten con él la faena diaria y “a la familia grande que son las FAR.

“Uno sencillamente trabaja y trabaja, que es el primer compromiso de un revolucionario, y de pronto te dan la noticia, sorpresa agradable que es un gran honor y siempre he dicho tiene carácter colectivo”, confiesa este hombre de hablar pausado, al que encontramos lejos de su tarea habitual pues les correspondía la limpieza de las áreas exteriores.

Por eso prefiere hablar rodeado de sus colegas, dirigidos por él luego de jubilarse hace un lustro, cuando ya acumulaba 44 años como experto en medios técnicos de navegación.

Todavía extraña las jornadas intensas prestando servicio en la Marina de Guerra Revolucionaria, desde Pinar del Río hasta Guantánamo. Pero el tiempo no pasa por gusto y llegó la hora de permanecer en tierra “para transmitir mi experiencia, como obrero y en lo personal”. Y en esta nueva faceta no le ha ido nada mal, porque se ha cuadruplicado la productividad mensual del equipo, integrado por 10 hombres.

 

Ni vacas gordas, ni flacas

Los tiempos de prodigalidad en recursos materiales jamás borraron de Poo y sus compañeros la voluntad de ahorro y de guardar para períodos de menos bonanza.

“Cuando existía la Unión Soviética había abundancia de piezas, sin embargo nunca malgastamos las nuevas, constantemente ha primado el espíritu de recuperación e innovación. Lo hemos conservado e inculcado a quienes están con nosotros”, subraya.

Como jefe de equipo ha contribuido a que se cuadruplique la productividad mensual. Foto: René Pérez Massola

Resultados de tal desempeño son los estímulos recibidos como aniristas a nivel de empresa, provincia y nación; si bien el reconocimiento que los satisface es la recuperación de equipos con un efecto económico de varios millones de dólares y mantener de alta la técnica.

“El objeto social de nuestro taller es trabajar para las FAR, aunque en ocasiones hemos cumplido encomiendas para el sector civil, como el montaje de pizarras de alta tensión en el Combinado Lácteo de La Habana, la instalación del sistema de luces en la anterior reparación del túnel de la bahía, en el Hotel Nacional, en los ferrocarriles. En general, en la empresa hay muchos compañeros que aportan para todas las ramas de la economía”.

 

¿La familia?

“A mí me entregaron el título de Héroe del Trabajo pero en la retaguardia hay otros héroes y heroínas. Son los que han tenido que enfrentar y resolver cada situación en la casa, atender a los muchachos, porque he participado poco en su crianza.

“Solo mi ejemplo ha estado siempre presente y me enorgullezco de mis hijas, una licenciada en Historia y Marxismo y la otra Doctora en Medicina; que me han dado tres bellos nietos, a quienes demoro en verlos, pero hago el tiempo. No sé cómo lo multiplico también para apoyar a mi hermana y a mi mamá”.

A estas alturas de la entrevista se nota su emoción, por eso no puede responder de inmediato a la pregunta de cómo es un día laboral para él. Se repone, y a la proeza diaria le da visos de sencillez.

“Siempre actúo para ser ejemplo. Aprovecho la jornada al máximo y exijo por eso a los demás, y cuando terminamos nunca nos alcanza para responder a todas las demandas.

“Y eso que este colectivo es muy unido y capaz de laborar intensamente en varias cosas. Antes éramos especialistas por áreas y nos convertimos en integrales para rendir más”, explica.

Todo indica que la edad no es un impedimento, más bien se garantiza el relevo escalonado, pues si algunos ya han deshojado 70 almanaques, la mayoría acumula 40 y 50 años de edad, y las manos levantadas de dos jóvenes disipan cualquier duda acerca de quienes están para beber de tanta sapiencia.

Compartir...
Salir de la versión móvil