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Benny Moré: el genio hecho música (+ Fotos y Videos)

Este 24 de agosto cumpliría 99 años nuestro Sonero mayor

¿De Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez,  Benny Moré o el Benny, así de sencillo, qué podemos decir los cubanos? Había que verlo. O mejor: contemplarlo. Era todo ritmo. Con una voz  “delgada como el viento” al decir del poeta. Repleta de matices. Inigualable.

Benny Moré, sonero mayor. Foto: de archivo

Nació en Santa Isabel de las Lajas, en la actual provincia de Cienfuegos, el 24 de agosto de 1919. Se dice que desde siempre mostró vocación por la música: «Yo creo que empecé a cantar cuando me quitaron los pañales, por lo menos así yo me veo en mis recuerdos, cantando desde muy niño.»

Tal vez por su origen campesino, pobre y negro hubo quien no le augurara éxito en una sociedad discriminatoria. Pero pudo más su talento innato y la voluntad para abrirse paso y ganarse el sustento en difíciles condiciones económicas.

Dejó atrás su pueblo natal y como otros bardos llegó a La Habana de los años 40  del pasado siglo, en busca de mejores horizontes.

Con una guitarra recorrió bares, cantinas y otros sitios en populosas barriadas hasta que un día, Siro Rodríguez, integrante del afamado mundialmente Trío Matamoros, lo escuchó admirado y de inmediato lo incorporó al joven juglar como cantante para ampliar el grupo o sustituir a una de las voces principales.

 

 

Fue en México donde adquiríó nombre artístico: el Benny. Allí actuó con los Matamoros, puso su voz en la orquesta de su compatriota Dámaso Pérez Prado -el Rey del mambo-  en los momentos en que el vibrante género musical se enseñoreaba en películas, cabarets, salones de baile y ganaba terreno en afamadas disqueras de la época. Hay que escucharlo en La múcura,  Pachito e´ché y otros para aquilatar la calidad vocal que lo identificaba.

 

 

Dada su versatilidad fue bautizado popularmente como Bárbaro del ritmo. Abundan en su quehacer los boleros, sones montunos, afros y  guarachas que cantó con diferentes orquestas hasta fundar la suya denominada por él  “mi tribu” o Banda Gigante.

Bastarían mencionar números como Bonito y sabroso,  Dolor y perdón, Maracaibo oriental, Mucho corazón, Soy guajiro, El conde negro, ¡Oh, vida!…

Toda una generación de bailadores lo disfrutó  en escenarios cubanos como el Salón Rosado de la Tropical y demás lugares de toda la Isla donde derrochó cubanía mientras esgrimía alegre y cadencioso su bastón, gesticulaba con gracia como para guiar el compás de los saxofones y las trompetas de su orquesta,  improvisaba estrofas o en plena efervescencia lanzaba un ¡Anjá! que reafirmaba su propio estilo.

 

Así transcurrió una fructífera etapa desde finales de los años 40 hasta los albores de la década del 60. En ese tiempo, además de la tierra azteca, paseó con éxito su sello artístico por Panamá, Colombia y otros países caribeños.

Jamás lo deslumbró la fama. Quienes lo conocieron admiraban en él la humildad, sencillez y solidaridad que profesaba hacia sus compañeros y amigos.

Benny Moré, estatua en el Prado cienfueguero. Foto: Alexis Pire Rojas/ Cubahora

 

María Teresa Linares, Premio Nacional de Música 2006, nos revela exactamente la raíz de aquel genio criollo:

«El encanto de Benny Moré radica en su integralidad como artista: compositor de originales y espontáneas dotes, cantante sublime, organizador y director de su fabulosa orquesta, histrión, humorista y comunicador. Fue bohemio, trashumante, sincero, tierno, machista, desbordado, violento, sensual, derrochador, mujeriego, pero sobre todo cubano auténtico. No fue un hombre perfecto. Los orichas tampoco lo son.»

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