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Colores de un segundo lugar en Barranquilla

Luis Orta (rojo), de la división de 60 Kg, de la lucha grecorromana, discutirá la medalla de oro , en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, en el Coliseo Chelo de Castro, en Barranquilla, Colombia. ACN FOTO/Marcelino VAZQUEZ HERNANDEZ
Luis Orta (rojo), de la división de 60 Kg, de la lucha grecorromana, discutirá la medalla de oro , en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe. FOTO:Marcelino VAZQUEZ HERNANDEZ

Barranquilla.— La costumbre de ganar nunca puede obnubilar el presente. Y mucho menos el futuro. Antes de salir hacia los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe varias veces explicamos  lo difícil que sería retener el primer lugar que ostentábamos desde Panamá 1970. Los rivales estaban claros: México y Colombia, aunque como era lógico, las autoridades deportivas confiaban en el triunfo a partir de sus análisis e interpretaciones del entorno.

Los matices que implicaban un calendario de competencia con las mejores disciplinas de Cuba hacia los finales, un programa que nos dejaba fuera de 92 pruebas por no practicarlas o haber clasificado, la alta concentración de entrenadores formados en nuestras universidades en muchos países de la región, así como una mejor preparación y motivación de todas las naciones para esta lid fueron comentados en estas páginas con un pronóstico periodístico entre 99 y 125 coronas.

¿Qué sucedió entonces? ¿Dónde se decidió el triunfo de los mexicanos si logramos 102 cetros? ¿Por qué nos fallaron deportes claves e históricos? ¿Cuánto influyó el descenso de Venezuela y una cosecha menor que la esperada de Colombia en el éxito de México? ¿Perder la hegemonía a este nivel será directamente proporcional a más retroceso en los Juegos Panamericanos de Lima 2019?

Es cierto que en muchas disciplinas de estos Juegos aumentó la calidad de los participantes: atletismo, judo, ciclismo, tiro, por citar cuatro ejemplos. Y ese crecimiento está basado en un mayor roce internacional (muchos se pasan meses entrenando y compitiendo en Europa y Asia) y una elevación técnica de entrenadores, así como mayores presupuestos a la actividad. ¿Hemos crecido nosotros al mismo ritmo que los adversarios en esos aspectos?

México cumplió, al pie del detalle, una filosofía que a nosotros nos falló ahora: aseguró sus deportes fuertes con la mayor cantidad de coronas (clavados, gimnasia rítmica, natación artística, tiro con arco, triatlón, taekwondo, ecuestre, squash y racquetbol) y se adueñó o arrebató otros a Cuba (remos y tiro deportivo), a Colombia (ciclismo de pista) y Venezuela (natación). Ahí radicó la clave del desempeño mexicano, que por oncena ocasión gana estas lides.

No obstante, el análisis hacia lo interno también ilustra lo sucedido. Aunque nuestra delegación se impuso en 12 deportes, solo sóftbol, bádminton, gimnasia artística, lucha y esgrima crecieron en doradas respecto a Veracruz 2014. Y junto al hockey sobre césped, voleibol de playa, balonmano (m) y polo acuático (f) pueden ser catalogados como los más destacados de la comitiva.

Es cierto que en boxeo, judo y canotaje dominamos, pero con 10 primeros puestos menos que hace cuatro años y al final pesó. Si se suma que descendió además la contribución de remo, pesas, tiro, ciclismo y sobre todo del atletismo (de 23 en Veracruz a 10 ahora, incluso por debajo del propósito de 15 que habían previsto) se puede entender cuán heroico era mantener la supremacía así.

Otro dato ilustrativo es la efectividad en finales (de dos, de ocho o directas) que bajó del 30 % y las costosas y dolorosas derrotas del baloncesto (f y m), el béisbol, los dos equipos de voleibol de sala, el balonmano (f)  o el polo acuático (m). Por supuesto, de lo que se trata no es de buscar culpables, sino de causas, razones y análisis que corresponderá hacer a los decisores del deporte cubano.

En medio de ese panorama se ganaron y es digno de resaltar premios que no se contaban con anterioridad. Las llamadas sorpresas. Entre estas clasifican los títulos de la clavadista Anisley García (conocida por La Tuti) en la plataforma, de nuestros equipos de gimnasia artística y rítmica, de al menos cuatro modalidades de la esgrima, de la karateca Cirelys Martínez, del pesista Luis Manuel Lauret y de la taekwondoca Tamara Robles, que por mucho que compensaron las previstas no alcanzaron para triunfar.

Por supuesto, la visión hacia lo que enfrentaremos en menos de 12 meses en la capital peruana ha comenzado a forjarse. Se imponen una vía muy real en ese tránsito de recuperar el segundo lugar perdido en Toronto 2015. Hay que cambiar muchas cosas a lo interno y externo de la entidad rectora, pues el deporte de alto rendimiento lleva hoy en el mundo entrenamiento y ciencia, pero a la par recursos económicos para fogueo, recuperantes y materiales gastables (balas, pelotas, etc.), los cuales no siempre tenemos dada nuestra condición de país subdesarrollado y bloqueado.

Asimismo, no debe detenerse, por lo interrelacionado que se conecta con lo anterior, una revisión a fondo de cuánto podemos hacer todavía para fortalecer la base, recuperar instalaciones en poblados y municipios, tener más implementos en las escuelas y combinados, formar técnicos y atletas más integrales y comprometidos, por solo mencionar algunos aspectos que tributaron, como vimos en Barranquilla, a los colores de un segundo lugar que nos duele, pero es el que nos corresponde por lo hecho.

Nadie duda ni dudará del esfuerzo y sacrificio de quienes sudan y salen a buscar las medallas con todo un pueblo empujándolo. Pero una vez más volvamos a Fidel en el año 2008. Su reflexión era visionaria: “El hecho de que participen más naciones y las competencias sean más duras es en parte una victoria del ejemplo de Cuba.  Pero nos hemos dormido sobre los laureles.  Seamos honestos y reconozcámoslo todos.  No importa lo que digan nuestros enemigos”.

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