Un aplauso interminable por El Moro

El doctor Rubén Tomás Moro Rodríguez, es un hombre conocido. Antes de ser especialista de Segundo Grado en Angiología y Cirugía Cardiovascular e incluirse en la nómina de los que iniciaron la aventura de concebir el Cardiocentro Ernesto Che Guevara de Villa Clara, ya tenía historia.

Fue de los jóvenes que subieron el Turquino, de los que soñaron con ser médicos y en la Revolución encontraron la oportunidad de cumplir el deseo, de los que hicieron el posgraduado en 1970 en zonas intrincadas cubanas y se convirtieron en galenos integrales, en ejemplos de hombres que fundaron una generación que vio la esperanza más allá del horizonte.

El Moro, como le llaman, ha representado a Cuba como eminente especialista en múltiples escenarios del mundo, le han propuesto “maravillas”, le han invitado a claudicar, pero no lo ha hecho. Él vuelve a su Cardiocentro, con sus pacientes, esos que dice si son un tesoro valioso. Retorna  siempre a su vida, la que confiesa está llena de la riqueza que brota de la simplicidad del cariño y por las convicciones de una ética médica única por humanista, martiana y fidelista.

Afirma que volvería a ser médico. Tiene la convicción de que siempre trabajaría en el Cardiocentro Ernesto Guevara, única institución de excelencia de la salud en el centro del país, la de mayor supervivencia quirúrgica histórica de Cuba en la actividad que realiza y la de mayor satisfacción de pacientes y familiares por los servicios recibidos.

Asegura que añora el respeto y la admiración de sus compañeros; esos que lo eligieron unánimemente Delegado Directo al XXI Congreso de la CTC como representante del sindicato de la salud y le dieron por premio un interminable aplauso, un apretón de mano y un abrazo fuerte.