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“Hacer la revolución de los pueblos contra el dólar” en la mirada de Mella

Julio Antonio Mella (1903-1929) fue un joven de combate, de lucha, y también de ideas muy creadoras en el campo revolucionario. Desde su ingreso en la Universidad de La Habana en 1921 mostró una alta capacidad en esos aspectos, desde el enfrentamiento a los problemas que oscurecían el buen funcionamiento del Alto Centro de estudios, lo que hizo de él un líder natural en el combate por la reforma universitaria; pero muy rápidamente comprendió que, para lograr la transformación en esa Casa de Estudios, había que ir más lejos, había que llegar a la revolución social.

La veloz maduración ideológica de aquel joven se apreció en su liderazgo en el Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes, donde desplegó una gran sabiduría para dirigir el desarrollo de un cónclave muy heterogéneo y lograr acuerdos que rebasaban en mucho los exclusivos problemas estudiantiles. Acuerdos como la “Declaración de deberes y derechos de los estudiantes” mostraban esa sabiduría, pues quedaba plasmado que los estudiantes no solo tenían derechos, sino que también tenían deberes, entre ellos, divulgar sus conocimientos en la sociedad, especialmente entre los trabajadores manuales; pero fueron más allá al declararse el cónclave contrario a todos los imperialismos, contra la intromisión del imperialismo norteamericano en nuestros asuntos y contra la Enmienda Platt, entre otros pronunciamientos.

El joven Mella rápidamente se alineó en la tendencia del marxismo leninismo y el antimperialismo y comenzó a realizar análisis desde esa óptica que incluyeron una mirada a la historia de Cuba y el lugar de los Estados Unidos en esa historia. Como parte de ese esfuerzo, publicó el folleto titulado “Cuba: un pueblo que jamás ha sido libre” en 1925,[1] donde hizo un repaso de la historia de la relación de dominio de Estados Unidos respecto a Cuba, en lo que incluyó también a América Latina, para mostrar la necesidad de la revolución social de los pueblos.

El primer epígrafe tiene un título muy sugerente para el lector: “El capitalismo yanqui ha sido siempre enemigo de la independencia de Cuba” donde argumenta que no es en su presente que “el capitalismo yanqui” desea poseer a Cuba, sino que esa ambición databa de más de un siglo atrás. Esa afirmación se sustentaba con las acciones para impedir u obstaculizar los movimientos separatistas cubanos frente al dominio colonial español. En este repaso, Mella llega a la Resolución Conjunta del Congreso norteamericano de abril de 1898, cuando declararon el derecho del pueblo de Cuba a ser libre de España, dice que “para servir a los capitalistas americanos que se han apropiado las dos terceras partes de la producción azucarera, y de una de las más grandes bahías del mundo: Guantánamo”. Se refiere también al papel del embajador norteño como censor y de la Enmienda Platt.

En el acápite “La soberanía de Cuba ante el derecho político”, Mella comienza por afirmar que “un pueblo (…) sin independencia económica es un servidor, un esclavo, muchas veces, de quien depende para el sustento de sus habitantes”, lo que le sirve de base para mostrar “la dependencia de Cuba al Estado capitalista del gringo Sam.” Desde la aseveración de que Cuba “no es un Estado Libre, no tiene Soberanía”, pasa a demostrarlo a través de aspectos como: “Enmienda Platt” y “Otras manifestaciones del dominio yanqui”.

Acerca del apéndice constitucional, el joven estudiante que en ese propio año era fundador del Partido Comunista de Cuba, de la Liga Antimperialista y otras organizaciones, reproduce algunos de sus artículos, en especial los que merman la capacidad para celebrar tratados o pactos con poderes extranjeros, otorgan derecho a Estados Unidos para intervenir en Cuba, así como el que obliga a Cuba a vender o arrendar terrenos al vecino para establecer estaciones navales o carboneras, los que analiza en sus implicaciones.  Partir de esa exposición, plantea que Cuba no es colonia de España; pero “sí lo somos de la plutocracia norteamericana.” De estos argumentos deriva también la situación de América Latina y su absorción en menor o mayor grado por los “Estados Unidos de Wall Street.”

Para Mella, no es solo la Enmienda Platt el mecanismo, de ahí que en “Otras manifestaciones del dominio yanqui” hace un repaso por los gobiernos republicanos que se habían sucedido hasta ese momento, la intervención estadounidense de 1906, la presencia de “expertos norteamericanos” y de tropas de ese país en diferentes momentos, la acción del Procónsul Enoch Crowder, la concertación de empréstitos por esos gobiernos con la banca estadounidense. Frente al panorama que describe, Mella plantea “La única salida.” Con el título señalado, el joven revolucionario afirma que

El dominio yanqui en América no es como el antiguo dominio romano de conquista militar, ni como el inglés, dominio imperial comercial disfrazado de Home Rule, es de absoluta dominación económica con garantías políticas cuando son necesarias.

Para estas garantías se confeccionó la Enmienda Platt, se ocupó militarmente a naciones como Haití y Santo Domingo con el fin de imponer el terror asesinando, para asegurar así la colocación de sus sobrantes monetarios.

Después de identificar la esencia del dominio norteamericano en la región, pasa a mostrar la manera en que algunos llaman al patriotismo, pero pregunta de qué clase de patriotismo se trata en esas nuevas circunstancias. Si en toda América puede más el oro yanqui que el voto popular, si la sociedad está hecha para que gobierne el Dólar y no el Ciudadano, si el Dólar vece al Ciudadano, “hay que hacer que el Ciudadano venza al Dólar”

Para lograr el propósito que Mella plantea, agrega que hace falta una revolución: “Hay que hacer la Revolución de los ciudadanos, de los pueblos, contra el Dólar. En todos, inclusive, o mejor, en los Estados Unidos de Norteamérica.” Claro que no se trataba de hacer que desapareciera la moneda dólar, sino que estaba representando en ella el símbolo de la dominación económica, a partir de la cual el país del Norte ejercía dominio en todas las esferas.

Julio Antonio Mella, a sus 22 años, hacía un análisis, muy acorde con el tiempo y la circunstancias que este planteaba, de la situación respecto a la relación de dominio que existía entre Estados Unidos y Cuba, que ampliaba a América Latina, y también elaboraba la solución a través de la revolución social, de ahí que terminara con un llamado:

Delenda est Wall Street. He aquí el grito nuevo y salvador. Quién no lo dé, se pone a servir, aunque sólo sea con su inacción, al poderoso enemigo común.

Contra el Imperialismo; por la Justicia Social de América.

[1] Todas las citas de este documento están tomadas de Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba: Mella. Documentos y artículos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,1975, pp. 174-183.

 

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