El tabaco es mi vida

El tabaco es mi vida

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Foto: Ángel Chimeno Pérez
Foto: Ángel Chimeno Pérez

“¡El tabaco es mi vida!” No lo dice, lo exclama, Lidia Jorge Brito  y su afirmación nada tiene que ver con la adicción a ese malo y perjudicial hábito, sino con una profesión a la que le ha dedicado unos 45 años de su existencia.

No llegó a los talleres de la fábrica  Vidal Navas Fernández, de la ciudad de Puerto Padre, siguiendo la tradición familiar, “desde chiquita me llamaba la atención ver a tantas mujeres, y hombres, concentrados en esas faenas. Su silencio y sus habilidades.  Aquello me cautivó y se fue convirtiendo en una obsesión”, relata Lidia.

No había cumplido los 16 y fue a la Dirección de Trabajo a buscar una plaza, pero “me pidieron el Carné de Identidad y les dije que no lo tenía por la edad. Ellos se aferraron a la Ley y después de tanta insistencia me sugirieron que esperara a cumplir con ese requisito y que fuera aprendiendo”.

En esa fecha ya Lidia llevaba dos meses “metida” en los talleres, apropiándose de conocimientos y de las rutinas profesionales y, felizmente, el 10 de octubre de 1973 comenzó a ejercer como torcedora de tabaco para el consumo nacional. Ese era entonces el objeto social de una fábrica que ya produce para la exportación.

Mientras conversamos no ha dejado de sonreír ni un minuto, así es su carácter, ni cuando habla del gran susto suyo y de sus compañeros, que “ya son mi familia”, aquella mañana del 30 de abril, de este año, “estaba trabajando y me dio un dolor muy fuerte en el pecho. Me puse muy fría. Casi me desmayo y todos salieron como ´locos´ buscando un carro para llevarme al hospital. Otros corrieron a avisarles a mis hijas”, recuerda.

No ha olvidado, y no quiere olvidar, el lamento que escuchó en su estado de zozobra, “¡ay, se nos muere la vieja!” Lo repite y sigue sonriendo. Y es que Lidia, o simplemente Masi, se ha convertido en centro de admiración y respeto para  el colectivo.

Antes de la entrevista

Nancy, la secretaria general del Buró Sindical extraterritorial de la Empresa de Acopio, Beneficio y Torcido de Tabaco Las Tunas, nos acompañó en el recorrido y antes de salir insistió, “no pueden dejar de entrevistar a Masi, aunque va a resultar difícil. Ella está de certificado médico”.

Ya en la industria, Liliam, la lectora en la tabaquería, fue diáfana: “Si la buscan ella viene” y no se equivocó, “no podía equivocarme. Ya llevamos 18 años juntas y la conozco bien”.

Estábamos en la oficina de Recursos Humanos en plena indagación periodística y sentimos el repicar de las chavetas y una gran algarabía y alguien dijo: “ya llegó Masi”. Y era cierto. Así sus colegas manifestaron la alegría por su evidente recuperación.

Tan pronto como la tuvimos enfrente comenzamos el diálogo. “Te quieren mucho”, le comento y ella contesta que son como sus hijos, “ellos me dicen La Vieja. Yo los he visto crecer a todos, en el transcurso natural de la vida y en lo profesional”.

Masi calla por unos segundos. Organiza sus memorias y nos cuenta algunas de sus ocurrencias para aliviar tensiones. “Yo todavía los provoco. Me autobauticé La Criollita y les digo que soy una sirena, y ellos me responden ´sí, la sirena de la ambulancia´ y reímos juntos de esa y otras maldades que hacen más llevaderas las tensiones del trabajo.

Y no fue Masi, por modestia, sino Eugenio, el del sindicato, quien pondera la actitud sostenida de esa cándida mujer, quien la califica como un puntal en la capacitación de los jóvenes, que son muchos, y llegan sin preparación para asumir una profesión que “es un arte, muy exigente” y también por su ejemplo personal, su disciplina, su disposición para el trabajo que desempeña como tabaquera integral y desde el 2005 produciendo para la exportación.

Mientras Eugenio la retrata, Masi no sonríe, baja la mirada como si prefiriera el silencio más que los elogios y estoy seguro que por esa razón crece la admiración colectiva honrada con reconocimientos múltiples de la CTC y el sindicato a su consagrada labor y la condición de cincuentenaria del sector que recibirá este 29 de mayo, Día del Trabajador Tabacalero, y fecha que recuerda el aniversario 107 del natalicio de Lázaro Peña González, Capitán de la clase obrera cubana.

Ahora Masi, a sus 61 años de edad, mira perpleja al futuro. “¡Yo no sé qué será de mí cuando llegue el momento de la jubilación!”, no lo dice, lo exclama, aunque tiene y tendrá en sus compañeros y la familia el sosiego que ha venido fundando.

María Julia, la joven de Recursos Humanos, la mira y sonríe y dice que los del departamento se han brindado para ayudarla en los trámites y ella no acepta, “porque, aduce, no quiere molestarnos”.

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