Todos somos uno

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Faltaban 72 horas para el Primero de Mayo de 1959 y Fidel no podía asistir a la primera celebración de tan significativa fecha después de conquistado el triunfo. Se encontraba de viaje hacia Sudamérica para participar en Buenos Aires, en la reunión de los 21 jefes de Estado o Gobierno americanos, y desde el avión Libertad que lo conducía, se dirigió así a los cubanos:

“(…) desde aquí, con tres días de anticipación, quiero expresar nuestra simpatía y solidaridad con los trabajadores de Cuba y esperamos que ese día se reúnan allí (se refería a la entonces Plaza Cívica, actual Plaza de la Revolución) no solo los trabajadores, sino que se reúna todo el pueblo, porque el día de los trabajadores debe ser el día de todo el pueblo (…) puesto que esta obra grande que nuestra patria se ha propuesto realizar y está realizando por encima de todos los obstáculos, es una obra de toda la nación, de todos los que verdaderamente sienten por ella”.

Pronto se cumplirán seis décadas de esas palabras y así ha sido desde entonces la celebración del Día Internacional de los Trabajadores, en la que quienes sienten por esta tierra nos transformamos en uno solo, para expresar inequívocamente, en marchas compactas y multitudinarias, llenas de colorido, entusiasmo y optimismo, nuestro respaldo a la Revolución, el compromiso de defenderla de los que en vano han intentado doblegarla, y la decisión de hacerla avanzar sin que nos desanimen las dificultades, confiados en la victoria.

Los cubanos estamos orgullosos de encontrarnos entre los primeros países del mundo en responder a la convocatoria mundial de convertir el Primero de Mayo en una jornada de lucha. Y lo hicimos en plena dominación colonial española, en 1890, mediante un desfile que tuvo como sede la capital y agrupó a unos 3 mil trabajadores. Las autoridades pusieron a La Habana en estado de sitio; sin embargo, nada pudo impedir que en el lugar de concentración se escucharan las voces enérgicas de 15 oradores para denunciar la explotación y la miseria que padecían los obreros, reclamar la jornada de ocho horas, la igualdad de derechos entre blancos y negros, y abogar por la unidad y la solidaridad.

Aquella celebración quedó inscrita en lo mejor de las tradiciones combativas de las masas laboriosas cubanas, e inspiró a muchas otras que después de instaurada la República se enfrentaron en abierto desafío a los gobiernos serviles al imperialismo.

Pero una Revolución verdadera transformó lo que surgió, como un día de lucha, en una verdadera fiesta en la cual los trabajadores y el pueblo muestran con satisfacción su contribución individual y colectiva a la obra grande de toda la nación.

En este Primero de Mayo, desde la tribuna de la Plaza de la Revolución José Martí, saludará al pueblo un nuevo Presidente, encarnación de la transferencia a las nuevas generaciones de la misión de continuar la construcción del socialismo. Raúl lo acompañará, como él mismo señaló, con la legítima felicidad y serena confianza de la dirección histórica de haber podido ver con sus propios ojos ese tránsito necesario.

La continuidad se ha manifestado también en estas casi seis décadas de celebraciones del Día Internacional de los Trabajadores. Quienes desfilan hoy son los nietos de aquellos que, tras derrotar la invasión mercenaria en Playa Girón, protagonizaron un impresionante desfile que se prolongó por 14 horas; los que participaron en hombros de sus padres en la memorable jornada del año 2000 en que Fidel dio a conocer su concepto de Revolución, son en la actualidad jóvenes que en los más diversos frentes trabajan por hacer realidad esas ideas. Y los pequeños que desfilen este año con sus mayores serán los constructores del mañana.

En ese renuevo de patriotas en el que los bisoños han entremezclado sus bríos con la experiencia de los veteranos, y nutridos ambos de las enseñanzas de 150 años de heroico batallar, se ha erigido nuestro proyecto social, se construye nuestro presente y se forja el porvenir.

Este Primero de Mayo mostraremos una vez más al mundo que, a la hora de defender la soberanía e independencia, los cubanos unidos nos crecemos ante el enemigo con la fuerza que nos legó Fidel.

Entre las multitudes ondearán las banderas de otros pueblos solidarios y agradecidos con este país pequeño y acosado que ha sabido compartir sus éxitos con sus hermanos de otras latitudes, asume como propias las causas más justas de la humanidad y hace causa común con estas.

Y el mundo volverá a admirarse, como expresó el poeta, con el infinito desfilar de banderas y altas frentes, ¡y la patria en la tribuna viendo pasar sus corrientes!

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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