La Marina de Guerra Revolucionaria en los días de Girón: Alerta y dispuesta para la batalla

La Marina de Guerra Revolucionaria en los días de Girón: Alerta y dispuesta para la batalla

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Con excepción de los combates librados por la lancha SV-3 y el PE-203 Baire, apenas se conoce la actividad de las unidades de la Marina de Guerra Revolucionaria durante la invasión mercenaria. Acerca de este particular, Trabajadores conversó con un veterano combatiente de la MGR

Con grado de teniente de navío, Baltasar Pujol
Sabater se vio obligado a licenciarse y pasó a
laborar en la Marina Mercante. Foto: Heriberto González Brito.

“Nunca imaginé vivir momentos como los de Playa Girón; siempre pensé en ser marinero, conocer el mundo y, sobre todo, superarme, porque al triunfar la Revolución tenía sexto grado debido a que mis padres no pudieron seguir costeándome los estudios”, afirma Baltazar Pujol Sabater, quien al realizarse el ataque mercenario, el 17 de abril de 1961, se desempeñaba como motorista del guardacostas 106 de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR), a la que había ingresado en febrero de 1959.

“La tripulación de esa embarcación, que en los días previos al ataque se encontraba en las proximidades de Nueva Gerona, en la entonces llamada Isla de Pinos, estaba comandada por un sargento, e integrada, además, por un jefe de máquina, un telegrafista y un contramaestre, todos procedentes de la Marina anterior; los demás éramos muchachos muy jóvenes, algunos pertenecientes al Partido Socialista Popular y el resto militaban en el Movimiento Revolucionario 26 de Julio o habían colaborado con él, como era mi caso”.

Otras unidades de superficie se encontraban destacadas en diferentes puntos al sur de la costa occidental, especialmente en los alrededores de Isla de Pinos, pues se pensaba en la posibilidad de un desembarco enemigo por ese lugar.

Dislocación de las unidades

Un informe del jefe de Operaciones Navales al jefe de Información del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), fechado el 15 de septiembre de 1961, señala que por orden del Estado Mayor General, el 17 de abril de ese año el buque patrulla escolta PE-203 Baire y el guardacostas 106 se hallaban en las proximidades de Nueva Gerona; el PE-202 Caribe, en la ensenada de Siguanea; la lancha SV-3, del servicio de vigilancia, en Playa Larga; el crucero Cuba, en la ensenada de Cortés; y el buque auxiliar R-42, la lancha SV-1 y el guardacostas 104, en Batabanó.

El propio documento precisa que al suceder el ataque invasor, las instalaciones terrestres y de superficie de la MGR recibieron la orden de extremar la vigilancia y permanecer en estado de alerta; asimismo se dispuso que las embarcaciones destacadas en la costa sur continuaran en sus puestos.

En defensa de la soberanía nacional

Una vez iniciada la invasión mercenaria, alentada, organizada y financiada por el Gobierno de Estados Unidos, el Estado Mayor General de las FAR ordenó a las fragatas F-301, F-302 y F-303, y al PE-202 Siboney, fondear en el interior de la bahía de La Habana para garantizar la defensa de las plantas eléctricas de Tallapiedra y Regla, y la refinería Ñico López, así como que el buque SF Enrique Collazo se situara a la entrada del puerto capitalino con la misión de obstruir paso.

Otras unidades de superficie fueron destinadas a patrullar el litoral de la costa norte de las provincias de Pinar del Río, La Habana y Matanzas, desde donde pudieron observar la presencia de barcos estadounidenses en los límites de las aguas territoriales cubanas.

Importante servicio prestaron los faros al suministrar constante información “sobre todo el tráfico marítimo en la zona de operaciones y en general en todas nuestras aguas jurisdiccionales”, puntualizó en su informe el jefe de Operaciones Navales.

Combates en la SV-3 y el PE-203 Baire

Tomada Playa Larga por los mercenarios en la madrugada del 17 de abril, la SV-3 quedó aislada; los cuatro marinos a bordo comenzaron a reportar las acciones mediante el equipo de radiofonía, emplazaron la ametralladora con que contaban y repelieron el ataque. La embarcación quedó semihundida, pero el referido informe consigna que “(…) su personal se refugió en tierra, atacando al enemigo con una Calibre 50 causando bajas. La tripulación se tiraba al agua, nadaba por debajo, comunicaban y subían a pelear ayudados por un refuerzo de hombres y municiones (…)”. Los cuatro marineros sufrieron heridas leves.

Ese mismo día, a las seis de la mañana, el PE-203 Baire fue atacado por dos bombarderos B-26 identificados con las siglas de la Fuerza Aérea Revolucionaria, acción ripostada con fuego de las antiaéreas. La embarcación fue alcanzada por numerosos proyectiles, uno de los cuales la perforó en la línea de flotación, por la banda de estribor, y estalló en el departamento de máquinas, donde abrió una gran vía de agua. La agresión ocasionó 11 heridos y la muerte a los marineros regulares Alfredo Ramos Velazco y Juan Alarcón Rodríguez. Tras rechazar la embestida, el Baire, escorado, navegó hacia el puerto de Nueva Gerona y finalmente se volcó en la desembocadura del río Gerona.

A bordo del guardacostas 106

Designado motorista del guardacostas 106, meses antes de los sucesos de Playa Larga y Playa Girón, el entonces marinero Baltazar Pujol Sabater indica que se les dio la misión de custodiar las cercanías de Isla de Pinos, junto con otras embarcaciones dislocadas en el área.

“También nos asignaron la protección de los barcos que se movían entre Batabanó y Cayo Largo, donde se encontraba el comandante Vitalio Acuña Núñez, Vilo. El buque Pinero era el encargado de realizar esa travesía, pues por su poco calado podía hacerlo con seguridad. El día 15 lo escoltamos hasta Cayo Largo, adonde llegamos de noche; el Pinero atracó para descargar las armas que trasladaba y nosotros nos quedamos fuera, con la orden de, al amanecer, escoltarlo en su retorno.

“Esa noche el telegrafista nos informó que estaba recibiendo mucha comunicación en idioma inglés, órdenes de combate, desde lugares próximos. Después recibimos del Estado Mayor General la orden de alarma de combate. Iniciamos el regreso a Batabanó. Nos encontrábamos a la salida del quebrado de Cayo Largo, cuando dos aviones a chorro nos pasaron por encima. El Pinero dio la vuelta y regresó a Cayo Largo; nosotros continuamos hasta llegar a Batabanó prácticamente de noche. Permanecimos en ese lugar, donde dos naves que lo sobrevolaron fueron repelidas con fuego de ametralladoras.

“Una vez lograda la victoria sobre los invasores, se nos indicó participar en la captura de los mercenarios que, apoderándose de barcos de pescadores, se refugiaban en los cayos cercanos. Sobre estos volaban aviones estadounidenses e identificaban aquellos donde se habían escondido, con el objetivo de mandar a recogerlos.

“Para esa labor de limpieza nos correspondió la cayería de la zona de Cantiles, al este de Isla de Pinos. Un grupo de milicianos detenía a los mercenarios y los conducía al guardacostas, aún con los aviones volando. Estos también hacían pases sobre nosotros, pero nunca nos agredieron. Entre los que capturamos estaba el capitán Luis Morse Delgado, comandante del buque Houston. Con ellos a bordo regresamos a Batabanó”.

Es necesario consignar que, a pesar de los reducidos y obsoletos medios a su disposición, el cuerpo de la Marina de Guerra Revolucionaria brindó una importante ayuda en la liquidación de aquel intento imperialista de derrocar la Revolución.

“Esa fue nuestra actividad en los días de la batalla de Girón. No participamos en ningún combate, aunque estábamos expuestos a las contingencias, y dispuestos a repeler cualquier agresión”, concluye.

Al amanecer del 17 de abril de 1961, el buque patrullero PE-203 Baire fue alcanzado por numerosos proyectiles, uno de los cuales perforó en la línea de flotación. Ilustración: Elsy Frómeta

Acerca del autor

Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.

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