Cargando...En la segunda y última consulta sobre el balotaje por la presidencia tica, realizada por el Centro de Investigaciones y Estudios Políticos (CIEP), de la Universidad de Costa Rica (UCR), solo había un resultado claro: los indecisos definirían el nuevo presidente del país hasta el 2022 pues apenas había 1 % de diferencia de intención del voto entre un candidato y otro.
La campaña desarrollada por los aspirantes en primera vuelta fue de las más inciertas en años, pues a una semana de los comicios ninguno de los trece postulantes alcanzaba siquiera la mitad del 40 % requerido. No obstante, Fabricio Alvarado Muñoz, del Partido Restauración Nacional, aseguró su plaza para el balotaje, seguido por el pretendiente oficialista Carlos Alvarado Quesada, del Partido Acción Ciudadana, quien alcanzó el 21 % de los votos válidos en aquella ocasión.
En los debates de entonces, y en los posteriores, se desplazaron cuestiones que los ticos señalan como principales por otras como el matrimonio gay o el aborto. De ese modo, pasaron a un segundo plano la corrupción, el desempleo (ronda el 10 %), o la inseguridad (con una cifra récord de homicidios en el 2017 equivalente a una tasa de 12 por cada 100 mil habitantes, según el diario The New York Times).
En ese contexto marcado por el fervor religioso, las discusiones en torno al establecimiento de un Estado laico, la indecisión y el abstencionismo (superior al 34 % en las votaciones del pasado 4 de febrero; y del 43,3 % en la segunda vuelta del 2014) se efectuó el balotaje en la nación centroamericana, una cita que por ley se fecha para el primer domingo de abril y este año, curiosamente, coincidió con las celebraciones por Pascua de Resurrección.
Al cierre de esta edición no se conocían los resultados de los comicios, pero el Tribunal Supremo de Elecciones había pronosticado un abstencionismo mayor al 34 % de la primera ronda, algo propio de las segundas vueltas, a lo que se suma que la Semana Santa es vacacional para muchos costarricenses.
