El otro lado de las pantallas

El otro lado de las pantallas

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Las seis sillas que rodean la mesa del comedor están casi siempre desocupadas. Ni siquiera los fines de semana se sienta la familia a comer en el costoso conjunto, que parece estar ahí para no romper con la decoración tradicional que impone que, en todas las casas, debe haber un sitio llamado comedor.

Los especialistas recomiendan a niñas y niños un máximo de dos horas al día de exposición a pantallas de televisores y computadoras. | foto: Agustín Borrego Torres
Los especialistas recomiendan a niñas y niños un máximo de dos horas al día de exposición a pantallas de televisores y computadoras. | foto: Agustín Borrego Torres

Un halo de tristeza rodea la imagen de una mesa vacía, mientras mamá, papá y los dos hijos sostienen en su mano un plato de comida; cada uno en su espacio, en su mundo, siempre frente al televisor, del que ya no se quieren, ni se pueden desprender. Del tiempo y otras causas Diversos criterios, tanto médicos como docentes, aseguran que en los tiempos modernos es más difícil ser padre y madre. Y aunque la afirmación ha provocado más de una polémica, lo cierto es que la transformación lógica que provoca el devenir de los años ha generado nuevos retos para quienes afrontan la crianza.

La humanidad vive un trascendental avance en relación con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; se suceden cambios acelerados en las dinámicas y realidades de la familia, y por consiguiente en los “métodos” de educación; y ello impacta en aquellos que comienzan a vivir.

El factor tiempo está siendo decisivo. No son pocos los progenitores que afirman no contar con las horas necesarias para permanecer junto a sus hijos, y necesitan del auxilio de esos aparatos que a ellos parece gustarles tanto. Por otra parte, una gran cantidad de padres jóvenes se han formado con el auge de la tecnología, y de forma consciente o inconsciente, propician –tempranamente– el vínculo de sus retoños con dispositivos como tabletas o celulares. Sin embargo, estos son solo algunos de los escenarios, pues la interacción de los pequeños con la tecnología puede darse por múltiples canales.

Lo cierto es que en muchos casos se está convirtiendo en un problema de salud, porque los niños se vuelven adictos a estos objetos, debido al extenso período que pasan jugando o empleándolos como instrumentos para la distracción. Sobre esta problemática, los aspectos más frecuentemente abordados son los relacionados con la adicción a la televisión, pues cada vez son más reiteradas la presencia de niños en las consultas médicas, debido a comportamientos o padecimientos relacionados con la referida dependencia.

“La televisión puede ser una excelente herramienta educativa, pero su adicción provoca serias secuelas para la salud”, afirmaron los doctores Joaquín Román Lafont y Beatriz Rivero, en una conferencia sobre el tema, impartida en el contexto del XXVIII Congreso Nacional de Pediatría. La otra cara… De acuerdo con los expertos, demasiada televisión puede redundar en problemas asociados al sedentarismo y sus consecuencias tales como la obesidad, hiperlipidemia, riesgo cardiovascular, solo por mencionar algunos.

Además, “en estudios recientes el incremento en el número de niños autistas se atribuye al uso desmedido de esta y los videojuegos”. De igual forma, se ha corroborado que “verla de cerca puede producir brotes epilépticos en individuos proclives a ello, por el rápido contraste entre el encendido y apagado de las imágenes con frecuencia de 50 hertz, bombardeando al cerebro a 50 cuadros por segundo”. Asimismo ha quedado demostrado –según argumentaron los galenos– que cuando se mantiene la vista fija en la pantalla durante largos períodos, los ojos parpadean menos, se resecan y provoca sensación de fatiga, de cansancio ocular; con una molesta irritación de córneas y conjuntivas. A estas repercusiones físicas se unen otras de orden psicológico no menos importantes, sobre las cuales también se refirieron los doctores Joaquín Román Lafont y Beatriz Rivero, al disertar sobre estas cuestiones.

“Demasiada televisión disminuye la capacidad de concentración en los infantes e incide en el desarrollo de su aprendizaje escolar, además tienen mayor tendencia a aislarse del medio y ser introvertidos. La Academia Americana de Pediatría recomienda a niños y niñas un máximo de dos horas al día para ver la televisión”. En contra de los extremos No hay fórmula para educar a un hijo. Es un proceso que tiene mucho de instintivo, que se complementa con aquello que los progenitores han visto u oído; con sus creencias, y hasta con la visión que tienen respecto a la forma en que fueron criados.

A lo anterior se suma la capacidad de amar, de comprometerse, de desprenderse y de sacrificarse; palabras que tantas veces se olvidan ante la premura de la vida y la necesidad/obligación de solucionar “otros problemas”. A los infantes hay que dedicarles un tiempo precioso. El intercambio con mamá o papá no debiera suplirlo el contacto con ningún dispositivo. Aun cuando las circunstancias no dejen ver otras alternativas y este sea el recurso que se emplee para “mantener al pequeño entretenido”, deben tenerse en cuenta múltiples factores, y uno de estos es que todos los excesos son perjudiciales.

Imposible sería negar el aporte lúdico de los videojuegos, por ejemplo, así como las grandes habilidades que desarrollan los pequeños cuando acceden a dispositivos inteligentes; o los conocimientos que adquieren a través de los programas televisivos. Pero en la vida hay mucho más que eso: igualmente se aprende con estilos que fomenten la práctica del deporte, los juegos al aire libre, la interacción entre niños de la misma edad. Esas también son alternativas que a veces se desechan, y olvidan que hubo una época –que todavía generaciones jóvenes recuerdan– en que, al menos los domingos, la familia se juntaba para comer en la mesa. Y, en ese momento, el televisor no era protagonista.

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