La historia y la literatura se juntan y también se yuxtaponen.

La historia y la literatura se juntan y también se yuxtaponen.

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La Casa del Benemérito de las Americas, prestigiosa institución cultural, es la sede del V Congreso Internacional de la ADHILAC sobre Historia y Literatura «La historia y el recuerdo». Fotos del autor.

 Hassan Pérez Casabona*

No se puede vivir sin raíces. Es más, resulta imposible construir proyectos perdurables, en los más variados ámbitos, si se desconocen el origen y las tradiciones que nos legaron aquellos quienes nos precedieron. Contrario a los vaticinios de los que se parapetan en fastuosas ganancias multimillonarias (los cuales aprecian a las transnacionales y sus presupuestos neoliberales como tema de culto) no hubo ni habrá fin de las utopías.

La historia, asumida en su policromía —portadora a la vez de todos los componentes que la enriquecen, sin desgajar de cuajo las zonas o figuras tradicionalmente estigmatizadas— está llamada a ser antídoto no solo contra la desmemoria, sino garante de la existencia de nuestra especie. Es cierto que desde los centros de poder se privilegia la banalidad y la obtención de ganancias (vale más en esa lógica perversa cualquier mercancía que los atributos sagrados de un pueblo y todo aquello que huela a compromiso) pero también lo es que del otro lado (en el que nos colocamos quienes creemos con José Martí en la utilidad de la virtud y la posibilidad de fundar) no estamos de brazos cruzados.

Existe aún un largo trecho por desandar, pero se levanta nítido el horizonte. No es tampoco desafío menor la búsqueda de plataformas diversas e integrales que propicien el acercamiento a estudios de períodos, figuras y personas de a pie, con la intención de aproximarnos desde ópticas inclusiva a un pasado en el que aparecen claves de nuestro devenir. ¿Qué seríamos en los planos familiar y comunitario, por ejemplo, sin un tronco al que asirnos? ¿Es posible encarar los colosales escollos que se ciernen sobre las relaciones internacionales, desde una gama enorme de actores que ejercen influencias, sin el sedimento histórico en el morral?

Estas y otras muchas interrogantes se erigen como motivación para historiadores, escritores, filósofos y pensadores en general  —formados bajo diferentes paradigmas teóricos y metodológicos— a partir de la urgencia que entraña encontrar solución a problemas que afectan a escala global. Solo una profunda visión humanista que coloque a personas de carne y hueso en el centro del diseño de las políticas públicas (más allá de credos y posiciones ideológicas) es capaz de resolver tales entuertos.

“El gran objetivo es unir a los investigadores de las Ciencias Sociales”

La Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (Adhilac) está comprometida, desde su surgimiento en México en 1974, con el pasado, presente y futuro de nuestros pueblos. Esa idea lleva a sus miembros a enrolarse en diversas y apasionantes aventuras. Una de ellas es la realización de eventos académicos y científicos, donde se presentan resultados de investigación los cuales generan debates que complementan (y multiplican) el alcance de las temáticas  escogidas.

Este lunes 5 de febrero acaba de inaugurarse el V Congreso Internacional de Historia y Literatura “La historia y el recuerdo”, el cual sesionará durante cuatro jornadas en la Casa del Benemérito Benito Juárez, enclavada en el Centro Histórico de La Habana, sitio declarado por la UNESCO, en 1982, Patrimonio de la Humanidad.

En la apertura del foro participaron Miguel Hernández, director de la institución anfitriona, y los doctores Sergio Guerra Vilaboy (el cual acaba de recibir como parte de la Feria Internacional del Libro el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas correspondiente al 2017) presidente de la ADHILAC, quien dio la bienvenida a los asistentes; Jorge Elías Caro, Director Editorial de la Universidad de Magdalena, en Colombia,  y vicepresidente de dicha organización, y Oscar Zanetti Lecuona, directivo de la sección cubana de la ADHILAC.

El Dr. Elías Caro se refirió a cómo surgieron estos encuentros. “Nos percatamos de la necesidad de debatir sobre la relación entre historia y literatura. Teníamos que cubrir un vacío. De alguna manera los temas de la literatura, las artes y la cultura habían quedado relegados en los intercambios que llevábamos a cabo entre profesionales de la ciencia histórica. Existió incluso cierta exclusión del abordaje de las novelas históricas, a partir de que estas obras se consideraban acordes solo al terreno literario. Era imperioso unir estos frentes, que tienen tanto en común, y no continuar con visiones fragmentadas que en nada ayudan”.

Con la intención de compartir con los delegados a la cita el recorrido transitado explicó: “El primero de estos encuentros tuvo lugar en Barranquilla en el 2014. Contó con más de 40 mesas de trabajo y casi doscientos participantes. Fue tal el éxito que nos motivó a proseguir por esta ruta. En Teresina, Brasil, efectuamos el II en el 2015. La profesora Vera Lucía Vieira fue el alma del III, celebrado en noviembre del 2016 en la Pontificia y Católica Universidad de Sao Paulo. El IV, el año anterior, lo organizamos en Asunción como homenaje al centenario del gran escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, en el marco de la Feria del Libro de aquella nación. Allí se fraguó la idea de celebrar el V en La Habana. Desde esta bella ciudad estamos convocando el VI, en abril del 2019, en la Universidad de Panamá. El gran objetivo es unir a los investigadores de las ciencias sociales”, remarcó.

El Dr. Zanetti Lecuona, miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba; presidente del Tribunal Nacional para la obtención de grados en Ciencias Históricas; Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas en el 2011 y autor de una vasta obra investigativa en múltiples ámbitos, incluyendo los estudios sobre historia económica,  señaló: “Estamos contentos por la acogida de la convocatoria lanzada entre colegas de varias latitudes y especialidades, fundamentalmente de México, Panamá, Colombia, Brasil y Cuba. Concebimos un temario amplio con la intención de estimular el intercambio. Se ha conformado una agenda intensa. Tiene gran valor que, además del programa científico, se presentarán libros”.

“Es muy útil para los estudios históricos el dominio de la literatura de una época”

El panameño Cenen Aguilar (de pie) hace uso de la palabra. Al centro el Doctor Constantino Torres Fumero, Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana.

Uno de los paneles programados tuvo como eje: “Historia y Literatura: cuestiones teóricas y metodológicas”. Con la conducción de Cenen Aguilar, de la Universidad de Panamá, en él se presentaron las ponencias “Relación entre Literatura e Historia: un romance difícil”, del Dr. Constantino Torres Fumero, de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana; “Historia oral, historia de vida y tradición oral: herramientas axiales para la escritura de la Historia de los últimos 100 años”, de la Dra. Georgina Flores García de la Universidad Autónoma del Estado de México; “Las novelas costumbristas para la historiografía del siglo XX”, de la Dra. Gloria Pedrero Nieto y la maestra Rosalía Hernández Pedero, de la propia institución azteca y “Martí: hacia la fundación de una escritura” de la Dra. Lourdes Ocampo Andina, del Centro de Estudios Martianos.

La Doctora Flores García tomó como eje de su exposición la escritura d e la historia durante la última centuria.

Torres Fumero, Profesor de Mérito de la UH, y uno de los más queridos educadores dentro del claustro de su Facultad, es de igual manera especialista de renombre en Metodología de la Investigación y en los exámenes historiográficos. En sus palabras precisó: “Existe una polémica entre historia y literatura. Ambas disciplinas forman parte de nuestra cultura, si bien cada una de ellas tiene campos de acción e instrumentales propios”.

En esta misma línea añadió: “El discurso histórico intenta reconstruir el pasado. La literatura también puede ser asumida como cartografía de lo vivido. La distancia que se pretende establecer entre ambas no responde en verdad a dicotomías científicas. Cuando el literato desarrolla su obra para recrear un hecho histórico está imbuido, por lo general, de una investigación histórica, aunque se mueve con más libertad. Sobre esto último quiero mencionar apenas dos ejemplos: Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde y El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura. No en balde Padura acaba de confesar en una entrevista: ´A mí el presente me resulta insuficiente. El hombre es sujeto de la Historia´”.

En otro momento de su exposición declaró: “La historia y la literatura se juntan y también se yuxtaponen. Siempre recuerdo la idea de Mirta Aguirre de que es muy útil para los estudios históricos el dominio de la literatura de una época. Cuando un colectivo de autores del departamento de Historia de la UH escribimos el libro de Historia Universal, en cuatro tomos, decidimos incluir fragmentos de grandes obras literarias, de enorme significado para entender lo que sucedía en una época en particular. Estoy convencido que los vínculos entre historia y literatura no tienen que asumirse como un romance difícil”, concluyó.

La Dra. Flores García, por su parte, planteó: “El lenguaje es presencia e identidad social. La historia debe escribirse con letras bellas. La literatura tiene que ser escrita desde la verdad. Este vestido que traigo puesto, por ejemplo, refleja una historia de vida, de amor, de siembra, de danza, del cultivo del maíz. Es una historia de siglos de las generaciones que me antecedieron. Las remembranzas son parte de esa historia. Podemos preguntarnos ¿Cómo se vive un hecho? ¿Todos los asumimos de igual manera?”

En una presentación que captó la atención  —a partir del empleo con acierto de recursos del lenguaje extraverbal— la investigadora desgranó sus consideraciones (consciente de que entre los especialistas hay apreciaciones diversas) en torno a las singularidades de la historia de vida, la historia oral y la tradición oral.

“La primera la tengo que escribir. Está llena, al mismo tiempo, de silencios y temores. La puedo o no compartir. Si lo hago le pertenece a todos. Tenemos una tendencia a no socializar las angustias. La historia oral es aquella que se vivió pero que no se escribe. Una especie de historia de micrófonos. No podemos soslayar que la historia y la realidad son distintas desde el lugar y el prisma con que se miren. Tenemos que acceder a los conocimientos que ella nos aporta con objetivos y un aparato metodológico bien definido. La tradición oral es algo distinto. Mi abuela me contaba sucesos ocurridos en México en 1915. Es algo que uno no vio. En resumen, la historia de vida se comparte. La historia oral tiene que poseer técnicas y propósitos concretos. Quienes hacen la narración fueron actores, protagonistas y también autores. La tradición se trata de algo de lo que no se fue protagonista”, puntualizó.

En el cierre de su trabajo dijo: “Los silencios y las ausencias  no dejan de rondar. Cada uno de nosotros tiene una historia de vida. ¿La queremos compartir? ¿Para qué? Si algo no debe discutirse es que todos estamos cubiertos de historia”, finalizó.

“No hubo un chino cubano desertor; ni hubo un chino cubano traidor”

En la Mesa titulada “Migraciones en la historia y la literatura”, en la que fungió como moderador el Dr. Wilfredo Padrón, de la Universidad de Pinar del Río,  se presentaron “Reflejo de lo chino y los chinos en la narrativa cubana”, de la Dra. María Teresa Montes de Oca, de la UH y “El Cementerio Chino de Mariel: ignoto, devenido el más antiguo de América”, de Carlos Alberto Borrego Quevedo, de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC).

La Dra. Montes de Oca abordó la presencia china en numerosas obras de autores cubanos.

La profesora Montes de Oca, una de las expertas más encumbradas en la materia, explicó que: “La relación del componente chino con la poesía, el cine y la novela se remonta mucho tiempo atrás, a partir del arribo de los primero chinos a Cuba, ocurrido por la localidad de Regla el 3 de junio de 1847”.

En sus palabras recordó varias ideas planteadas por Gonzalo de Quesada en su libro Los chinos y la nación cubana, de 1892, así como lo dicho también por él, de enorme trascendencia luego de que se colocaran estas frases en la base del monumento erigido en Línea y L en 1947, de que “No hubo un chino cubano desertor; ni hubo un chino cubano traidor”.

En su recorrido destacó obras de relevantes personalidades de la literatura en la que aparece esta cuestión, como Reene Méndez Capote con Cuentos chino en la guerra de independencia;  Pablo de la Torriente Brau, quien denunció el asesinato de José Wong en las celdas del Castillo del Príncipe; Alejo Carpentier, quien se refería al barrio chino como nuestra Ciudad Amarilla; Marcelo Pogolotti, Alfonso Hernández Catá, Antonio Ortega, José Pérez de la Riva, Jesús Guanche, José Baltar y Leonardo Padura.

Visiblemente emocionada aludió al texto Anécdotas Placeteñas, donde aparecen como protagonistas el matrimonio Choy-Chiong, sus abuelos maternos.

Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.

 

 

 

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