Siempre mambises y rebeldes

Siempre mambises y rebeldes

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René González Barrios, presidente del Instituto de Historia de Cuba

El año que comienza se torna pletórico de importantes acontecimientos históricos que han marcado la forja de la nación cubana: el Grito de Independencia de Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868; la Protesta de Baraguá en marzo de 1878; la intervención estadounidense en la Guerra de Independencia que sosteníamos con el imperio colonial español en 1898; las grandes batallas que llevaron a la derrota de la dictadura del general Fulgencio Batista en el año 1958; el histórico discurso de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en Demajagua, en ocasión del centenario del inicio de la Guerra de los Diez Años; estos, entre cientos de efemérides importantes y trascendentales de la historia patria.

De todos, quisiéramos hacer un alto en resaltar el 10 de octubre de 1868 y la figura egregia de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, el cubano que lanzó retador el guante al colonialismo español, quien echando a un lado comodidades, riquezas y privilegios, igualó a sus esclavos a su condición de ciudadano y los convocó, junto al pueblo, a luchar por una patria digna y solidaria.

Céspedes predicaría en su obra política como presidente de la República de Cuba en Armas, una fe sin límites en el pensamiento bolivariano, que asumió como principio ideológico de la Revolución. Comenzada la guerra, sus referencias bolivarianas fueron frecuentes en documentos oficiales, correspondencia y proclamas. La inclinación hacia Bolívar y Venezuela se acrecentó con la llegada de las dos primeras expediciones del vapor Virginius, que trajeron a los campos de Cuba a jefes y oficiales del ejército venezolano, con los que de inmediato se identificó, al punto de nombrar a dos jóvenes venezolanos sus ayudantes, y a un general de ese país como Secretario de la Guerra del Gobierno de la República de Cuba en Armas.

El 10 de abril de 1870 para patentizar el espíritu de lucha y su carácter irreconciliable con España, Céspedes, en una encendida proclama a los camagüeyanos, invocó al Libertador:

“En el corazón de cada cubano deben estar escritas aquellas terribles palabras que en situación análoga pronunció el inmortal Simón Bolívar: ‘Mayor es el odio que nos ha inspirado la Península que el mar que nos separa de ella, y menos difícil sería unir los dos continentes que conciliar el espíritu de ambos países.’”

Casi un año después recibió en su campamento una carta del general y presidente venezolano José Ruperto Monagas, que respondió sintetizándole el concepto que tuvo de Bolívar y de Venezuela:

“Venezuela, que abrió a la América Española el camino de la Independencia y lo recorrió gloriosamente hasta cerrar su marcha en Ayacucho, es nuestra ilustre maestra de libertad, el dechado de dignidad y heroísmo y perseverancia que tenemos incesantemente a la vista de los cubanos. Bolívar es aún el astro esplendoroso que refleja sus sobrenaturales resplandores en el horizonte de la libertad americana como iluminándonos la áspera vía de la regeneración. Guiados por su benéfico influjo, estamos seguros de que alcanzaremos felizmente el término.

“No es, por tanto, sino muy natural que Venezuela considere como continuación de su épica lucha de independencia, la que ensangrienta los campos de Cuba. Y que se despierten en las mentes de sus esforzados hijos recuerdos grandiosos de heroísmo, y en sus corazones sentimientos de exaltación generosa evocados por el propio despotismo que sus preclaros padres derrocaron. Movidos por tan preclaro resorte, ¿Cómo extrañar que su ardor bélico y genial caballeresco les impulsen a ofrecer sus vidas a la causa de la Independencia de esta infortunada colonia? Por lo demás, la República de Cuba considera como hijos propios a los naturales de Venezuela y demás Repúblicas sud-americanas; y animada de la más profunda gratitud, no omitirá medios para elevar las manifestaciones de ésta a la altura de los esclarecidos merecimientos de los que han acreditado una vez más en los campos de la Isla, con su abnegación y desinterés, valor y demás virtudes militares que los adornan, que los venezolanos de hoy son dignos hijos de los héroes de Carabobo, Junín y Ayacucho y como tales saben abatir la soberbia y arrogancia castellanas.”

Para resaltar el patriotismo y llamar a la guerra a los indecisos, Céspedes invocó a Bolívar. En circular de fecha 4 de septiembre de 1871 a “Los cubanos “De posición social” indiferentes o adictos al gobierno colonial”, les recordaba que “Bolívar, al frente de 400 neogranadinos, invade a Venezuela y tiene que luchar más que contra los españoles, contra el espíritu de su pueblo, que le es hostil y le hace guerra material.”

Al abogado venezolano Pedro Bermúdez Cousin, uno de los más fervientes defensores de la causa cubana en Venezuela, le escribió desde Palmarito el 5 de agosto de 1872, pidiéndole esfuerzos supremos para mantener viva la causa de Bolívar en su tierra, patentizando que el sueño de los cubanos es el mismo del Libertador:

“En hombres como usted, señor, estriba que Cuba vea cumplida sus legítimas aspiraciones y que en su suelo no perezca el pensamiento del Gran Bolívar. Los cubanos son dignos de que se complete ese pensamiento y que se les dé asiento en la augusta Asamblea de las Naciones libres e independientes de América.”

Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República de Cuba en Armas y Padre de la Patria cubana, maduró en el transcurso de la guerra sus convicciones bolivarianas, llegando a identificar el pensamiento del Libertador, como la savia que alimentaba la causa independentista de los pueblos de América. Definitivamente, él también era libertador de pueblos, y su vida estuvo adornada por similares atributos a los del gran paladín de la libertad.

Su deposición marcaría el principio de la decadencia de la diplomacia mambisa del 68, y el descrédito internacional de una gloriosa Revolución que había llenado de admiración al mundo.

De las experiencias de la Guerra Grande aprenderían Máximo Gómez, Antonio Maceo, Calixto García y el joven José Martí, para organizar los proyectos de revolución que continuarían en lo adelante: la Guerra Chiquita; el Plan Gómez-Maceo o proyecto de San Pedro Sula; los intentos apresurados del reposo turbulento; y la Guerra Necesaria.

Los 30 años de lucha sin descanso contra el colonialismo español entre 1868 y 1898, fueron la escuela épica de la que sacaron energías, fuerzas e inspiración, las siguientes generaciones de cubanos para emprender, tras la frustración que constituyó la intervención estadounidense y la imposición de la Enmienda Platt, las batallas finales en pos de la soberanía plena de nuestra Isla.

Mella, Villena, Guiteras, los cientos de jóvenes que derrocaron a Machado y que años después solidarios viajaran a España a combatir por la República, o que se enrolaran en los ejércitos aliados para derrotar al fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, son los mismos que acompañando a la Generación del Centenario reivindicaron la memoria del Apóstol atacando el Moncada, desembarcando en el Granma, y realizando una de las revoluciones más puras, independientes, soberanas, solidarias y antimperialista, que conoce la historia de la humanidad.

De todo ese caudal histórico bebió Fidel, quien en magistral análisis histórico, filosófico, político, social y cultural, sentenció en la velada solemne por el centenario del inicio de nuestras guerras de independencia, que la Revolución cubana era una, de Céspedes hasta entonces, la misma que continuamos construyendo las nuevas generaciones.

El 2018 debe convertirse en un año de reflexiones desde la historia; reflexiones que nos lleven a mirar el futuro desde las perspectivas de las lecciones que hemos aprendido de la historia. Fidel, cespedista y martiano, nos alertó de las apetencias imperiales, y del peligro, amenazas y pretensiones hegemónicas que tenía sobre Cuba. El enemigo sigue ahí. No ha cambiado sus ideas de dominación. Nuestro pueblo sigue aquí. No ha cambiado no cambiará, sus convicciones soberanas, solidarias y antimperialistas.

Céspedes, Martí, Gómez, Maceo, Mella, Guiteras y Fidel nos iluminan. Nuestro pueblo continúa vistiendo el uniforme mambí.

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