Fidel y Raúl en Cinco Palmas Encuentro para la victoria

Fidel y Raúl en Cinco Palmas Encuentro para la victoria

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Fidel y Raúl en Cinco Palmas, durante la celebración del aniversario 30 del histórico reencuentro de los combatientes con su jefe. Foto: Tomada de Juventud Rebelde

Este es un sitio que resguarda una espiritualidad peculiar. Todo su entorno revela la presencia de Fidel y pensar en él, allí, nos compromete a creer en el futuro.

—¿Cuántos fusiles traes? —Fue lo primero que preguntó el líder a su hermano luego del emocionado abrazo el 18 de diciembre de 1956.

—Cinco.

—Y dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!

Y por segunda vez, en tierra de héroes y de lucha, una sentida frase se empina sobre la adversidad y moviliza a hombres de ideales.

El 11 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes al frente de un grupo de patriotas, después del malogrado combate de Yara, y ante el grito de un insurrecto confundido, quien manifestó que era mejor rendirse, exclamó enfático: “¡No, aún quedamos 12 hombres! ¡Bastan para hacer la independencia de Cuba!”.

En ambas expresiones estaban resumidas la seguridad, el optimismo en la victoria y la confianza en que, como apuntara José Martí, cuando un pueblo entra en Revolución, no sale de ella sino hasta coronarla, destacó Sergio Antonio Garcés Quintana, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba en Granma.

Es por ello que Cinco Palmas figura en la historia como lugar de simbolismo, esperanza y memoria.

Del Granma al recuento

La primera prueba de verdadero carácter para los 82 jóvenes procedentes de México a bordo del yate Granma, fue el propio desembarco, el 2 de diciembre de 1956 por Los Cayuelos, en las cercanías de la playa Las Coloradas, Niquero.

Se vieron obligados a vencer kilómetros de mangle, pantanos, raíces y troncos espinosos. Después de par de horas de difícil andar, las manos heridas por las espinas, maltrechos, exhaustos y hambrientos, los miembros del destacamento lograron finalmente alcanzar tierra firme.

“Había mucho fango y nos hundíamos por el peso de las mochilas y las balas. Pero sentíamos una alegría tremenda, estábamos en Cuba con las armas en la mano, para cumplir el compromiso de ser libres o mártires”, reveló años después Manuel Echavarría, uno de los expedicionarios.

Bajo las condiciones del litoral sur, y la escasa luz de la madrugada como añadidura, el avance se tornó lento, pero la convicción estaba intacta. De estos bisoños, cuyas edades promediaban los 27 años, una veintena había seguido a Fidel en la decisión de asaltar los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo. La confianza en tal guía también reforzó el ánimo.

Tres días después del arribo, en horas de la tarde, mientras acampaban en un pequeño monte ubicado en la zona de Alegría de Pío, fueron detectados por una compañía enemiga.

Comenzó en ese instante el ataque sostenido, al cual los rebeldes solo pudieron responder por apenas 15 minutos. Sin posibilidades de organizar una retirada, por simple cuestión de supervivencia, se dispersaron en una zona para ellos desconocida.

Durante este “bautismo de fuego”, como lo definiera el Che, solo resultó baja Humberto Lamothe Coronado, en tanto a otros 20 persiguieron y masacraron días después, entre ellos Juan Manuel Márquez, segundo jefe al mando de la expedición.

El suceso de Alegría de Pío desató “…una verdadera cacería (…) por el ejército contra los pequeños grupos de compañeros que, exhaustos y desorientados, quedaron vagando por los montes y cañaverales”, según testimonios de Faustino Pérez Hernández.

Fidel, por su parte, permaneció al día siguiente tendido en el suelo y cubierto con paja por un período de tiempo considerable, mientras los aviones insistían en el ametrallamiento. Entre sus piernas colocó el fusil apuntando hacia su barbilla para no ser capturado vivo.

“Como no podía moverme me dormí completamente. Dormí como tres horas, parece que era tal el agotamiento”, reveló al periodista Ignacio Ramonet para el libro Cien horas con Fidel.

El abrazo

Bajo el acoso enemigo, Fidel, junto a Faustino Pérez y Universo Sánchez, para evadir el fuego, tuvieron que recorrer extensos parajes arrastrándose, incluso, por el suelo a veces escabroso.

En la mañana del 16 de diciembre, luego de muchos kilómetros de caminata, lograron llegar a la finca El Salvador, propiedad de Ramón Pérez Montano, en Cinco Palmas, quien formaba parte de la red de colaboradores que previo al desembarco preparó Celia Sánchez con los campesinos con el fin de apoyar a los expedicionarios.

La suerte de Raúl, René Rodríguez, Ciro Redondo, Efigenio Ameijeiras y Armando Rodríguez no fue menos azarosa. Casi certeras emboscadas pusieron a prueba sus capacidades físicas. Ellos transitaban del mismo modo hacia el este, pero a kilómetros de distancia del primer grupo, en forma casi paralela. Luego de varios días sin tener noticias de su líder conocieron, por comentarios de quienes habitaban la zona, que vivía y se encontraba cerca.

La confirmación llegó en la voz del campesino Primitivo Pérez. Raúl le entregó su cartera de piel con la licencia de conducción mexicana como prueba a su hermano de que también estaba vivo. Fidel, al reconocer el documento, planificó el reencuentro para el anochecer.

“Por fin, a la luz de la luna, aparecieron algunos campesinos y como a las 9:00 p.m. enfilamos, precedidos por ellos cuatro. (…). Llegamos, y a la orilla de un cañaveral nos esperaban tres compañeros (…). Abrazos, interrogaciones y todas las cosas características de casos como estos. A Alex (Fidel) le alegró mucho que tuviéramos las armas”, escribió Raúl en su diario de campaña.

Aquella noche el abrazo de los hermanos en la localidad serrana de Media Luna pasó de emotivo a esperanzador. Pese a parecer un arranque de entusiasmo, como calificaría el autor su frase premonitoria sobre ganar la guerra, no cabe dudas de que fue el mejor aliciente para aquellos hombres, a la vez que remarcó su capacidad de liderazgo.

Días antes de conmemorar el aniversario 60 del histórico hecho, ante las cenizas del Comandante en Jefe, Raúl expresó en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales de Santiago de Cuba: “Ese es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que ¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá!”.

De igual forma el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, uno de los protagonistas del episodio del Granma, denotó hace justamente un año, en el propio escenario del acontecimiento: “Ese Fidel nos llenó de esperanza en la victoria y encabezó la Revolución más limpia, justa y soberana que recuerde la historia de la humanidad”.

En otro momento de su discurso dijo: “Cinco Palmas fue fragua, el núcleo inspirador del Ejército Rebelde”.

Con la llegada en la madrugada del 21 de diciembre del grupo de Juan Almeida, compuesto por Ramiro, Camilo, el Che, y tres combatientes más, se reforzó la incipiente hueste de guerrilleros. Cuatro días después emprendieron la ruta hacia la Sierra Maestra para dar continuidad a la única Revolución que ha habido en Cuba y que se inició, también por estas tierras, el 10 de octubre de 1868.

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