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La Polémica: ¿Hacen deporte los trabajadores cubanos?

Sin ser el centro del debate hoy en muchos centros laborales, el deporte ha pasado de momentos
de gloria a una orfandad de eventos y práctica sistemática que preocupa, no solo en términos
competitivos, sino en la propia salud de los trabajadores. Pasado, presente y futuro toman cuerpo y
reflexión en esta nueva entrega, sobre la que esperamos como siempre sus criterios a nuestro correo.

Para coser el saco roto

• ¿Feliz comunión?

• Añoranza convertida en necesidad


 

Para coser el saco roto

El deporte en los colectivos laborales no es un invento o creación de los más entusiastas sindicalistas cubanos. En el mundo hay ejemplos de cuánta importancia le dan a la actividad física las administraciones de medianas y grandes empresas, compulsadas, por supuesto, por el reclamo de los propios trabajadores.

La historia de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) conserva una amplia hoja de eventos nacidos en su seno y que luego se convirtieron en paradigmas dentro del movimiento deportivo: copas de sóftbol y voleibol, Liga Azucarera de Béisbol, Espartaquiadas del Níquel y ocho ediciones de los Juegos de los Trabajadores, son algunos de los más representativos y recordados.

Sin embargo, la práctica del ejercicio físico y recreativo en fábricas, escuelas y otros centros es hoy casi nula. Y el gran saco de antaño se ha roto por obra de la desidia, la falta de voluntad y, por supuesto, la no planificación o resistencia de directivos para dar un mínimo de recursos que quizás lleven esas ideas.

El intento por recuperar en el 2018 el mayor certamen deportivo de los trabajadores resulta aplaudible, aunque ya conocemos que en muchos municipios del país ni siquiera han comenzado a celebrar la etapa que les corresponde según la convocatoria hecha pública, lo cual es una responsabilidad total de la CTC del territorio.

Será muy difícil volver a los niveles de participación y crecimiento de este tipo de certámenes mientras no se concientice por todos los actores involucrados, sindicalistas y administraciones, que el deporte, además de unir colectivos y proporcionar más salud, también influye en el clima laboral para cumplir metas productivas, y lejos de los gastos financieros (compra de vestuario o implementos y transporte) proporciona ganancias en cuanto a sentido de pertenencia, alegría y compromiso con su centro.

Muchas instituciones, arropadas en el factor económico, tampoco han conservado gimnasios, áreas de baloncesto o voleibol, pistas para correr o un simple local para aerobios con que fueron creadas o se construyeron posteriormente. Y lo cierto es que los sindicatos han permitido tal pérdida, no siempre por problemas objetivos.

Los Consejos Voluntarios Deportivos (CVD) y las Peñas Deportivas son quizás lo más salvable hoy en este tema, aunque igualmente sufren de desmotivación y abulia, sobre todo si no tienen un líder al frente capaz de mover el motor grande de hacer deporte hasta debajo de un árbol.

La Liga Azucarera de Béisbol clasifica como el evento cumbre dentro de la CTC, pero tiene ya la alerta de jugadores en sus filas que jamás han pisado un central. La tarea es inmensa, pero como el jonrón, para levantar de sus asientos a los aficionados hay que golpear con fuerza.


¿Feliz comunión?

Daniel Martínez, periodista de Radio Reloj

Es el deporte cubano una verdadera factoría de campeones. En el planteamiento anterior no hay el más mínimo atisbo de chovinismo. Se trata de una realidad contundente y con cientos de ejemplos.

Nuestra tradición deportiva, al menos en los últimos 57 años, se ha esculpido desde la base. Ha sido imperfecta y a ratos necesitada de lúcidos retoques, pero, ¿qué obra humana no lo es?

En medio de tanto brío, esfuerzos y superación, existe una parcela, que a pesar de no estar descuidada por el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación merece un mayor grado de inflexión: el deporte entre los trabajadores.

Antes de que se disparen las alarmas, es justo aclarar que nuestra clase obrera tiene derecho a la práctica deportiva y que hay ejemplos que ilustran su quehacer; ahí están la Liga Azucarera de Béisbol y los torneos de sóftbol, entre otros.

A pesar de esas luces, son muchos los centros laborales donde semejante experiencia se desconoce. Es posible que la dinámica profesional de varios haga complicada la tarea, pero sería necesario recordar que en la sociedad moderna la actividad física no solo destierra el estrés y mejora la calidad de vida, también evita de cierta manera que la economía se resienta.

Sí, como lo lee. Un personal enfermo implica varios inconvenientes, como un mayor desembolso financiero dedicado a los servicios médicos. A eso se agrega que si la población laboral continúa envejeciendo sin recibir la dosis adecuada de relevos, la situación se tensa hacia niveles preocupantes. De ahí la necesidad de que el guion de la trama se perfeccione.

En la ya lejana década de los años 60 del siglo XX, el deporte felizmente asaltó fábricas y empresas. No solo en forma de equipos beisboleros, sino mediante gimnasias laborales que, además de romper por un rato con la rutina profesional, contribuían a mejorar la salud y robustecer los lazos de sociabilización entre trabajadores.

La experiencia, casi desaparecida, tal vez abrió caminos a otras prácticas de esparcimiento, pero arrinconó a una dinámica que siempre debió ser imprescindible. Es cierto que las autoridades deportivas, en conjunto con diversos organismos y sindicatos, han colocado gimnasios biosaludables para que la masa trabajadora, sin abandonar sus centros, se ejercite. También dentro de lo posible realizan copas y torneos.

Todo ello ratifica la idea de que no existe un divorcio entre el deporte y los trabajadores. Únicamente un pequeño extravío, que puede y debe deportarse en función de una feliz comunión, cuyo aroma permita respirar más que salud y bienestar, imperioso esfuerzo que la nación y su tejido social y económico agradecerán.


Añoranza convertida en necesidad

Los Juegos Deportivos de los Trabajadores —resultado del histórico XIII Congreso Obrero efectuado en la década de los 70 del pasado siglo— fueron un movimiento que se desarrolló rápido y fuerte en los colectivos laborales del país, y llegaron a ser una efectiva y brillante realidad que acompañó a la nación durante varios años.

Miles de afiliados a los diferentes sindicatos nacionales, jóvenes y adultos, se incorporaron a ese certamen en el que encontraron no solo una simple forma de entretenimiento, sino la posibilidad de utilizar sanamente el tiempo libre, ampliar las relaciones humanas y desarrollar la personalidad en las competencias deportivas.

En verdad se logró un torbellino humano con la participación alegre y abnegada de los trabajadores desde la base, en eventos de gimnasia básica y rítmica, voleibol, béisbol, atletismo, juegos de mesa y otras disciplinas.

Con los Juegos Deportivos de los Trabajadores se logró un poderoso activismo en la base y atrajo a gran cantidad de personas, quienes voluntariamente dedicaban sus esfuerzos sin escatimar horas a aquella obra formadora de atletas, de hombres y mujeres sanos de mente y fuertes corporalmente.

En estos momentos no es necesario perder el tiempo en deliberar cómo y por qué se perdió esa valiosa obra del movimiento sindical cubano. Tampoco toca seguir añorando lo que se perdió con los brazos cruzados.

Conocemos que existe la voluntad y el interés en recuperar paulatinamente esa lid multideportiva en su plenitud, es decir, en centros laborales, municipios, provincias y nación, mediante el activismo. Sin embargo, debido a las prioridades y a la situación actual del país no se ha podido avanzar como se quiere.

Para alegría de todos, en el 2018 se reiniciarán los Juegos en las especialidades de atletismo, ajedrez, béisbol y sóftbol. No obstante, hay que echar una mirada hacia atrás para conocer cómo se pudo lograr aquel movimiento masivo y aplicar sus mejores experiencias.

Se impone recordar al destacado y sencillo voleibolista Olegario Moreno, artífice de la creación y del auge de esas citas, quien demostró que sí se podía lograr esa obra, cuando muchos pensaban lo contrario.

Félix Borges Martínez, promotor de la Liga Azucarera de Béisbol, se ha referido en varias oportunidades a la importancia de la práctica masiva del deporte en los colectivos laborales. Coincidimos que es un derecho de los trabajadores contar con ese gran beneficio social y espiritual, y por tanto tenemos la obligación de apoyar y desarrollarlo.

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