Ante el desastre, el derecho a levantarse

Ante el desastre, el derecho a levantarse

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Seis meses no son suficientes para hacer tuyo algo nuevo. No te alcanzan para acomodar, para pintar o llenar todos los espacios como quisieras. En ese tiempo aún las cosas huelen a nuevo.

“Llevamos juntos cuatro años y dos de casados. Y al fin habíamos podido comprarnos una casita, malita y chiquita, pero nuestra y para nosotros solos. Ese era nuestro nidito de amor”, cuenta la joven Darilis Fernández Marrero, residente en Lugareño, asentamiento del municipio camagüeyano de Minas.

“Cuando se acercó Irma tuvimos que irnos para casa de mi mamá porque la nuestra no era muy segura. Menos mal que lo hicimos… se cayó completica”, lamenta mientras recuerda.

“Al principio nos reímos, pero luego lloramos tanto que ni se imagina. Esa era nuestra casa y nos había costado mucho esfuerzo”, explica Erisnel de la Torre Colmenero, el esposo de Darilis.

Opciones

Darilis y Erisnel formaron parte de los más de 12 mil mineños que se protegieron en casas de amigos y familiares; su vivienda fue una de las cerca de 200 que allí fueron derrumbadas totalmente por el meteoro.

“La vida sigue y estamos juntos”, me dicen. Por eso Erisnel, quien labora como profesor de Recreación en el Inder del municipio, en medio de la tragedia, se acercó a su centro laboral para comentar lo sucedido y reincorporarse al trabajo.

“Pero no me dejaron ni terminar de hablar. Me aclararon que no era necesario que comenzara, que podía ausentarme para resolver mis problemas sin preocuparme por el salario, que me pagarían completo. A la verdad que casi ni podía creerlo”, explica Erisnel.

“Ha sido una ayuda tremenda, pues me hace falta el dinero y a la vez resolver mi problema de vivienda”.

El caso de Darilis es un tanto diferente. Ella es aún estudiante (se gradúa en diciembre) de técnico medio en Contabilidad, y está de prácticas en el hospital local. Sus jefes se comunicaron con la escuela y le garantizaron que no tendría problemas para luego incorporarse, “que primero resolviera su casa”.

Ella siempre confió en que no la dejarían desamparada, pero se había acostumbrado a su barrio y no le gustaba mucho la idea de que le hicieran la facilidad temporal a más de un kilómetro de distancia. “Aquel terreno en La Granjita no era nuestro, explica, por eso nos dijeron que debía ser en otro lugar. Al principio no me gustaba, pero ahora sí. Fíjese, la casa está quedando linda, es más grande y la tierra es nuestra”, exclama.

En estas circunstancias, muchas personas han tenido problemas con sus hogares. Para resolverlos, no son pocos los que han tenido que dejar de asistir a sus centros de trabajo o hacerlo de manera irregular. Son casos que encuentran su amparo en la Ley 116, Código de Trabajo, y su Reglamento, los cuales establecen el tratamiento laboral y salarial a los afectados por desastres naturales.

La normativa expone cómo, al interrumpirse las actividades laborales durante el período recuperativo, los asalariados tienen derecho a recibir hasta un mes de pago íntegro. De mantenerse la suspensión, la garantía es del 60 por ciento.

De obstáculos y voluntades

“Ya yo tenía un préstamo de la antigua casa, por lo que no podía pedir otro para costear esta. Pero me dijeron que algún pariente podría sacarlo para beneficiarme a mí. Y en eso estamos ahora, mi mamá está haciendo los trámites y vamos tratando de adelantar a medida que aparecen los materiales”, afirma Erisnel.

Debido a la irregularidad en la entrega de ventanas, relleno para el piso y cortes de madera el día de la visita de Trabajadores al territorio las “casitas de la planta de hielo” marchaban mucho más demoradas  de lo que en principio se había proyectado.

Tomás Sánchez Carmona, vicepresidente de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Gregorio López viaja cada día desde el cercano poblado de Redención junto a una brigada “hombres-orquesta” que tienen la responsabilidad de construir varias de las viviendas. Por eso tienen argumentos de primera mano para hablar del asunto. “El petróleo que nos han dado ha sido poco, así como los ‘cortes’ de casa (la cantidad de madera necesaria para levantar cada inmueble). Hasta ahora hemos podido resolver porque nos vamos pa’l monte y nosotros mismos buscamos los palos que hacen falta”, asegura.

Entre los recursos, la “ausencia” más inexplicable era la de los clavos, pues a una veintena de kilómetros de allí una fábrica de ese producto labora a plena capacidad. Sin embargo, ni a Tomás ni a sus compañeros tal contrariedad logra detenerlos. “Estas casas las terminamos y después seguimos para todas las que hagan falta”, dice.

El sindicato, más allá de las actas

“En días como estos lo más importante es no perder la esencia humanista de los dirigentes sindicales”, piensa Tania Díaz Bermúdez, secretaria general de la CTC en la provincia de Camagüey. “Es tiempo de acompañar a los más necesitados, sin importar si forman parte o no de los colectivos laborales. Así ha sucedido en Minas, Nuevitas, en Sierra de Cubitas y Esmeralda, zonas donde el huracán se sintió con más fuerza. Hasta ahora hemos contabilizado más de 3 mil trabajadores afectados por el ciclón.

“Pero no solo nos concentramos en acompañarlos, sino que nos preocupamos hasta de buscar agua y medicinas a los más necesitados o de contribuir a llenar las planillas de damnificados. El dirigente sindical tiene la preparación para ayudar en estos asuntos.

“Y en esa tarea de ir a todos los lugares nos hemos topado con dirigentes administrativos no preparados que impiden que el trabajador afectado reciba el tratamiento salarial que le corresponde o simplemente les dicen que saquen un certificado médico. Eso no lo podemos permitir porque los derechos se deben respetar”, concluye.

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