“Me siento muy necesaria aquí”

“Me siento muy necesaria aquí”

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Foto: Alina Perera Robbio
Foto: Alina Perera Robbio

Alina Perera Robbio, especial para Trabajadores

Aragua, Venezuela.— Un afortunado día Yusleidis Tamayo Batista, de 38 años, se asomó al alma del venezolano y se quedó marcada, para siempre, por la bondad de un ser que hoy está librando una batalla sin par, nunca antes vista, por la paz y la felicidad.

De Holguín, Mayarí, ella se hizo licenciada en Enfermería, luego optó por la carrera de Medicina, y cuando ostentaba el título de Médico General cursó un diplomado para hacerse intensivista. Con todos esos conocimientos partió hacia la tierra de Bolívar, donde vive múltiples experiencias como “misionera” desde hace más de 20 meses.

En el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Victoria Sur, parroquia Juan Bolívar Vicente y Ponce, sector El Cementerio, Yusleidis cuenta de una etapa maravillosa que le está dejando huellas tanto en lo humano como en lo profesional: “Este es un pueblo muy bueno, muy humilde”, afirma sentidamente.

Ella explica que en la población del hermano país suele haber muchas enfermedades crónicas no transmisibles, a las cuales se les puede dar seguimiento esmerado, lo cual redundaría en mejorar la calidad de vida de millones de personas. Lo dice porque ese es su desvelo cotidiano, es justamente la interacción con cada paciente necesitado de apoyo físico y mental lo que le ha estado dando sentido a su labor.

Yusleidis Tamayo, quien para venir se despidió en Cuba de sus padres, de sus dos hijos, de sus hermanos, de una familia que extraña a mares, confiesa que solo el cariño del pueblo venezolano, la alegría que nota en quienes reciben su amparo, la alivian de estar tan lejos de los seres queridos.

Habla con pasión, y al poco rato esta cronista es testigo de cómo la doctora tiene voz y manos especiales para socorrer a sus semejantes: una señora atravesada de dolor porque está perdiendo a su madre anciana se ha descompensado físicamente. Ha llegado al CDI acompañada de una de sus hijas. En el hogar hay mucho cansancio y tristeza; se han unido el dolor por la muerte inminente y porque el arte de cuidar a un enfermo es tan intenso que termina quebrantando la salud de los familiares.

Yusleidis toma presión arterial, pone oxígeno, acaricia, no deja de comentar ideas vitales a las dos mujeres. El silencio y la calma se van adueñando del recinto. Pocos minutos bastan para entender que todo lo que la cubana narra ha pasado antes por los delicados caminos de su corazón.

¿Cómo describiría al venezolano?

Desde mi llegada a Venezuela he estado codo a codo con ellos. He aprendido a conocerlos. Antes de trabajar en este CDI permanecí unos 19 meses en un municipio al sur de Aragua. Cuando les dije que me iba no les gustó, y han recogido más de 500 firmas pidiendo que yo retorne.

No crea que es inmodestia, es que hice lazos afectivos. Yo salía a las calles y conocía a los niños, a los ancianos, a todos. Ellos también me identificaban. Ya le digo, son muy sencillos y sensibles, tanto, que una mirada, una palabra mal empleada los puede ofender. Y son agradecidos, porque dan lo que no tienen, comparten lo poco que tienen con uno, incluso se sensibilizan con nuestras privaciones cotidianas.

Usted debe tener tantas historias hermosas que contar…

Atendí a una indígena que llegó al CDI con una úlcera en su pierna izquierda. La herida no le cicatrizaba. No fue fácil comunicarse, era muy introvertida y usaba un dialecto. Tratarla fue complicado. Había sido llevada por un amigo venezolano que sintió compasión por ella. Decidimos ingresarla. Y fue tal la interacción que a los pocos días ya sonreía. Le dimos mucho amor; le lavábamos su ropa; le llevábamos golosinas. Me sentía motivada a darle más cariño que a ningún otro paciente, porque su poco roce social —al menos en el entorno nuestro— la hacía muy vulnerable, sencilla, indefensa, incluso temerosa de cualquier posible acción contra ella. Fue una experiencia hermosísima.

¿Cuánto ha aprendido de la naturaleza humana?

Creo que he aprendido a valorar mucho más al ser humano. He aprendido a convivir con las personas. Antes de venir a la misión yo vivía en familia, y lo que pasa en ese espacio, ahí queda. No es igual cuando hay que convivir con muchas personas de diferentes características, con intereses diversos.

Esta etapa también ha sido muy aleccionadora en el plano de lo social. Tengo pacientes que han sido víctimas de una violencia nunca antes vista en el país, abusos a los que nunca pensamos pudieran ser sometidos los seres humanos. Cuando se está dentro de una realidad como la que sufre Venezuela, entonces los análisis son más profundos, las valoraciones cambian. Y resulta inevitable pensar en nuestro país, en todo lo que ha hecho la Revolución, en cuanto nos han dado en materia de seguridad social. Eso nos hace entender mejor los grandes esfuerzos que hace la Revolución Bolivariana por lograr la paz y el bienestar de sus hijos.

¿Siente que hay huellas de lo que Chávez sembró en términos de conciencia?

El amor a Chávez existe muy arraigado en su pueblo. Ese gran líder los dejó dando los primeros pasos. Los caminos de las revoluciones son largos, y ellos están en pleno proceso de crecimiento.

Se les fue Chávez cuando tanto lo necesitaban, pero han seguido adelante. Hablan con mucho amor sobre él, y también con mucha gratitud y admiración de nuestro Comandante en Jefe Fidel. Valoran lo bueno que han traído las grandes misiones sociales y todo el trabajo que se ha hecho por el pueblo. Por eso están resistiendo de manera heroica.

¿Qué tiempo piensa permanecer en Venezuela?

Aquí estaré hasta que la Revolución lo determine, hasta que mi país lo determine. Estaré cumpliendo esta misión hasta el momento que sea necesario. Y le diré algo con mucha sinceridad: Yo me siento muy necesaria aquí.

Misión Barrio Adentro

En abril del 2003 arribaron a los cerros de Caracas, Venezuela, los 54 médicos cubanos que iniciaron la Misión Barrio Adentro, concebida en el contexto del Convenio Integral de Cooperación firmado el 30 de octubre del 2000 por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el Presidente de la República Bolivariana, Hugo Chávez Frías.

Luego esa cifra superó, solo en el área de la salud, los 32 mil colaboradores, quienes se han encargado de brindar servicios médicos generales y especializados, incluida la atención estomatológica y la optométrica.

Con el tiempo, la Misión Barrio Adentro permitió garantizar la atención primaria gratuita al 100 % de su población mediante los más de 12 mil consultorios distribuidos por todo el país. En ellos laboran médicos cubanos y venezolanos, muchos de estos últimos egresados del Programa de Formación en Medicina Integral Comunitaria que ha graduado más de 20 mil 200 jóvenes de esa nación y que también ha contado con la ayuda solidaria de Cuba. | YDM

“Misioneros” de la medicina

La tradición cubana del internacionalismo en materia de salud ha tenido importantes hitos luego del triunfo de la Revolución. El primero fue en 1963, en la Argelia recién liberada del colonialismo francés, con la presencia de una brigada médica integrada por 58 colaboradores.

Años después, en Honduras, el 3 de noviembre de 1998, a cinco días del azote del poderoso huracán Mitch a Centroamérica, los cubanos respondieron con una nueva modalidad de cooperación que fue perfeccionada con el tiempo y que en el 2005 permitió estructurar una ágil respuesta ante eventos climatológicos: el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve.

La sapiencia y la solidaridad de los “misioneros” de la medicina se ha esparcido por el mundo a través de varias modalidades, incluida la formación de profesionales y la contribución al diseño de programas nacionales de atención primaria y especializada.

Según estadísticas del portal web de la Cooperación Médica Cubana, las diversas brigadas del país han atendido más de mil 603 millones de casos en al menos 80 naciones. | YDM

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