¡Cuidado!, niño en casa

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La mayoría de los fármacos repercuten en el sistema nervioso; los niños pueden llegar a los hospitales en estado de coma, con vómitos, convulsiones. Foto: Olga Lilia Vilató de Varona

 

Olga Lilia Vilató de Varona y Gretel Díaz Montalvo

Usualmente el hecho se produce en la casa misma; basta que quienes los cuidan se distraigan por unos minutos. Las intoxicaciones exógenas en pequeños son una realidad que cada año cobra vidas y afecta a miles en el mundo. Pero muchos aún insisten en tapar la verdad con un dedo, pues los adultos muy pocas veces se percatan de que al dejar un frasco de pastillas abierto, algún medicamento o sustancia tóxica mal guardados, o permitirles a los niños que jueguen con estos, los ponen en peligro.

Una sola pastilla puede amenazar la vida. La mayoría de las intoxicaciones se producen en menores de tres años; influyen —claro está— la dosis, el tipo de sustancia y la masa corporal del paciente, variables que ponen en particular desventaja a los infantes, cuyo organismo resulta especialmente vulnerable debido al hecho de que todavía se encuentra en formación.

Es el adulto más cercano el que debe cumplir su rol; sobre todo ahora en la etapa veraniega, cuando la ausencia de actividades escolares impulsa a los más pequeños de casa en la búsqueda de nuevos entretenimientos. Y aunque se piense que las pastillas siempre son amigas, es válido conocer que hasta las vitaminas constituyen un problema: si se toman en grandes cantidades, como la A, pueden dañar el hígado o hasta inflamar el cerebro.

“Las intoxicaciones exógenas son las que ocurren por ingestión de sustancias tóxicas o de medicamentos, o por contacto. Dentro de las primeras se destacan el queroseno, la gasolina y el cloro. Aunque no sean tan habituales, también se consideran muy peligrosas las provocadas por los herbicidas y plaguicidas de manera general”, argumentó la doctora Arianna Sugrañes Montalván, especialista de primer grado en Terapia Intensiva y Emergencias, y jefa de la Unidad de Terapia Intensiva Polivalente del Hospital Pediátrico Eduardo Agramonte Piña, en Camagüey.

En la provincia la tasa anual de casos no es muy elevada, pero sí es el territorio con mayor presencia en la intoxicación por baclofeno, reporta el Instituto Nacional de Toxicología. “Al año atendemos dos o tres casos por ingestión de este medicamento, y algunos han fallecido porque produce alteraciones a varios niveles y en el sostén de órganos vitales”, explicó Sugrañes Montalván.

La especialista detalló que al ser tan pequeños muchos de los pacientes, “nosotros no contamos con una cuantificación sanguínea, o sea, no sabemos el nivel de baclofeno en sangre y en no pocas ocasiones ni siquiera los padres lo conocen”.

El baclofeno es un relajante muscular usado en adultos para diversas afecciones neurológicas, que van desde espasmos musculares hasta contracturas, la cervicalgia (dolor de cuello), sacrolumbalgias. “El organismo está cubierto por músculos, incluidos los vasos sanguíneos, por lo que produce en todos los niveles una reacción tal que bajan la presión y la frecuencia cardíaca, es decir, produce un estado de shock y a nivel de sistema nervioso lleva a un coma profundo que es capaz de simular la muerte encefálica”, agregó Sugrañes Montalván.

“En casos así, habitualmente lo primero es ventilarlos, y luego les aplicamos lo necesario para sostener los órganos vitales hasta que el organismo elimine la mayor parte del tóxico. Se dice que en las primeras 36 horas se excreta la mayor parte, pero estudios demuestran que extienden el proceso hasta cinco días”.

¿También pudiera ocurrir por medicamentos recetados a los niños?

Sí, pudiera suceder, y de manera grave. Por ejemplo, con los antihistamínicos, si no toman la dosis adecuada, es posible que ocurra. Lo mismo puede pasar con el paracetamol, por eso debe estarse atentos a los miligramos del medicamento porque el daño hepático es tan grande que pudiera necesitar de un trasplante urgente.

Pero la mayoría de los niños intoxicados no es a causa de estos medicamentos. Es más usual que suceda por tomar aquellos que ingieren los padres o familiares, que son más variados. Una dosis que para los mayores resulta terapéutica, en los niños es tóxica e incluso, puede ser letal, y no obstante lo que se haga por salvarlos, no sobreviven, porque esa cantidad fue capaz de destruir el funcionamiento celular.

La mayoría de los fármacos repercuten en el sistema nervioso y al consumirlos los niños en dosis elevadas afectan el nivel de conciencia, llegan a estado de coma, de agitación psicomotriz, vomitan, convulsionan. Son cuadros muy aparatosos, con dificultades respiratorias y algunos no respiran por ellos mismos, afectan las funciones de órganos vitales como el hígado y el riñón, que son básicamente depuradores y no eliminan el tóxico por esas vías, no evacúan el medicamento, lo que nos lleva a las diálisis.

El niño no es el culpable, sino el adulto que lo cuida. Aunque el accidente es un evento no planeado y no deseado, siempre puede evitarse aunque parezca una frase trillada, porque es consecuencia de una negligencia y los niños no tienen incorporada esa conciencia.

Los medicamentos nunca deben estar al alcance de los más chicos, no son juguetes y mucho menos comida, pero estas razones solo las develan los adultos, quienes siempre tienen que estar alertas.

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