Pipol, redención del retrato

Pipol, redención del retrato

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Aunque en sus inicios no eran fieles representaciones de las tipologías fisiológicas de las personas —característica similar a la que se observa en las obras de algunos pintores figurativos contemporáneos—, el retrato pictórico es un género cuya génesis se halla en los tiempos de la prehistoria.

Antiguas civilizaciones, como la egipcia, dan fe de este tipo de arte a través de piezas recreadas en monarcas y deidades, amén de las imágenes funerarias de Fayum, las únicas que se conservan de la era Romana. Sus realizaciones tenían como soporte papiros, metales, piedras, barro…

Asimismo relevantes figuras de la época fueron dibujadas en China mil años antes de Cristo. Con la evolución de las artes plásticas, el retrato alcanzó gran protagonismo, sobre todo en el Renacimiento, hasta que en los años posteriores a 1940 —junto con el paisaje y los bodegones— fue perdiendo interés entre los artífices, galeristas, coleccionistas y críticos, fundamentalmente debido al entonces incipiente ascenso de la atracción y el arte no figurativo, al punto de ser relegado durante varias décadas del siglo XX, circunstancia de la que Cuba no estuvo exenta.

Sin embargo, en el transcurso de la segunda mitad de la anterior centuria, el retrato comenzó a resurgir, sobre todo en Inglaterra y Estados Unidos, etapa de la que se conserva como emblema la pintura que Andy Warhol hizo de Marilyn Monroe.

Con la llegada del nuevo milenio, en nuestro país tal expresión iconográfica protagonizó un proceso de revivificación, que no solo ha encontrado pilastra en el quehacer de renombrados pintores, sino también en los ejercicios de los estudiantes de la enseñanza artística, algunos de los cuales han sobresalido con sorprendentes proyectos.

Muestra de ese renovado movimiento insular es la exposición Pipol, que actualmente ocupa los salones de la moderna galería Artis 718, del Fondo Cubano de Bienes Culturales (avenida 7ma, esquina a 18, Miramar, Playa), donde se exhibe un variopinto conjunto de trabajos creados por los reconocidos artistas cubanos Roberto Fabelo, Reinerio Tamayo, Rubén Alpízar, William Acosta, Aimée García, Eduardo Rubén García y Lisandra I. García; nombres a los que se añaden los de otros más noveles como Gabriel Fabelo Hung, Santiago Rodríguez Olazábal, Alejandro Gómez, Roldán Lauzán, Harold López, Osy Milián, Karlos Pérez, Niels Reyes, Richard Somonte y el dúo The-Merger.

En su afanoso interés por representar sobre el lienzo o la cartulina la figura humana, dichos artistas conforman, a través del conjunto de sus obras, un armonioso discurso que se engrana mediante una lograda curaduría a cargo de Chrislie Pérez, quien en las palabras del catálogo asegura que estas piezas “hablan a través de los personajes.

El interés por el reconocimiento físico, social, intelectual e incluso espiritual de ellos ya poco importa. Los ojos interpelan o evaden, los labios callan o muestran complicidad, se vislumbra un gesto, una mueca. Son rostros llenos de expresiones distintas, rostros con nombre o sin él”.

Esa es la esencia de Pipol, una exhibición que resume, mediante disímiles estilos y tendencias, rasgos trascendentales de nuestras idiosincrasia y cultura —de ahí su título—, suerte de abanico multicolor en el que, de una manera u otra, a veces con ironía o sarcasmo, nos vemos identificados.

La galería Artis 718, dirigida por la experimentada especialista en arte cubano, Olga Lidia Triana, ofrece al público, hasta finales del venidero mes de julio, esta valiosa opción para el disfrute espiritual durante el período estival, amén de constituir un valioso compendio de excelentes cuadros, que no solo recrean la naturaleza íntima de diferentes individuos —niños, jóvenes, ancianos…—, algunos de ellos inspirados en el entorno familiar y laboral, con sugerentes remembranzas, como Meditación de mi abuelo (técnica mixta sobre tela; 56 x 46 cm, del joven artífice Gabriel Fabelo Hung). Pipol constituye una suerte de redención —y evidencia— de la fortaleza actual de la pintura de retratos en Cuba, aunque solo sea representativa de un segmento de los muchos artistas que cultivan este género; en tanto hace honor a las célebres palabras de Aristóteles cuando afirmó que “el objetivo del arte no es presentar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interno; pues esto, y no la apariencia y el detalle externos, constituye la auténtica realidad”.

 

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