Rigoberto Mena en San Alejandro: Homo abstractus

Rigoberto Mena en San Alejandro: Homo abstractus

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Mena, según Isabel Pérez, es un artista “sumergido en el dilema perpetuo de
deslindar lo superfluo de las formas simples para explorar en el inatrapable repertorio del acontecer”.

 

Las pinturas de Rigoberto Mena Santana (Artemisa, 1961), exhibidas bajo el título de Homo abstractus en la galería de la Academia de Artes Plásticas San Alejandro —donde se mantendrán hasta mediados de julio—, introducen al espectador en una suerte de meditación especulativa en torno al “misterio de la vida, la certeza de que un instante puede ser la eternidad…”, como expresa el reconocido maestro de la abstracción, quien desde hace algunos años arribó a su plena madurez creativa y ha realizado cerca de 30 exposiciones personales, unas 70 colectivas, fruto de un quehacer profesional de casi tres décadas.

Se trata de 40 obras en las que este artífice, considerado entre las figuras más importantes del género en Cuba, conforma un universo cósmico imbuido en el tiempo y el espacio en que transcurre su existencia y la de sus semejantes, para finalmente construir polémicos discursos, en los que en algunos de sus lienzos más recientes —y además los más llamativos de la muestra— logra un sugerente ordenamiento en el cual se fusionan líneas, manchas, y trazos fuertes y ligeros.

Son siluetas generalmente perdidas, que sugieren disímiles lecturas la cuales trascienden en espacios continuos, generalmente en fuga, como evocación que rememora asimismo un viaje sin fin, una y otra vez inmerso en la psiquis del hombre contemporáneo.

La galería, dotada de un moderno y efectivo sistema de luces, está compuesta por dos salas, separadas entre sí por el lobby de San Alejandro, circunstancia que aprovechó la experimentada crítica de arte y curadora Isabel Pérez Pérez, para ubicar, en la segunda de ellas, una antología de trabajos realizados sobre papel en años anteriores, como testimonio del crecimiento artístico de Mena, quien ha establecido un estilo único, definido por las tensiones dinámicas, conseguidas a través de estructuras aparentemente estáticas pero definitivamente móviles, que surgen de diferentes expresiones abstraccionistas emanadas de sus sentidos, como resultado de la profunda interpretación del mundo.

“Vivo obsesionado con los pequeños detalles que encuentro a mi paso. Son trazos, garabatos, textos, practicados con cualquier implemento… Siento la energía que sale de las paredes inmemoriales, los metales corroídos, los papeles húmedos secados al sol… Distingo los colores de la arcilla, del carbón, del óxido, de la tierra, advierto la oreja de Van Gogh, el lirismo de Girona, la fuerza de Pollock. Me lleno de prana, continuo”, ha expresado este pintor, formado a fuerza de sacrificios, estudios autodidactos y, sobre todo, de su persistente aventura y experimentación dentro del complejo panorama de las artes plásticas insulares, en la cual ya ha ganado autoridad y reconocimiento.

Isabel María Pérez Pérez, curadora de la exhibición, en las palabras del catálogo, señala que asistimos a un “homo abstractus”, que resume la obra de “un artista sumergido en el dilema perpetuo de deslindar lo superfluo de las formas simples para explorar en el inatrapable repertorio del acontecer, unas veces perturbador e impetuoso, por momentos lírico y conciliador. Como capas de polvo sideral, pletóricas cada una de ellas de los arcanos originarios del universo, se suceden y superponen legajos de resonancias que pudieron haberse gestado en una era remota, o que quizás nos asalten a la vuelta de una esquina en un día cualquiera de la próxima centuria”.

Sus obras más recientes fueron realizadas en el confortable estudio- galería inaugurado por Mena durante la 12.ª Bienal de La Habana (2015), lugar que igualmente concibió junto con su hijo Antoine Mena González, Antuán (La Habana, 1984), amén del apoyo de la comunidad, para irrumpir en el panorama socio-cultural de esa humilde zona, cuyos habitantes, sobre todo los niños y jóvenes, encuentran allí desde entonces un sano espacio de enriquecimiento espiritual y de conocimiento artístico.

Homo abstractus constituye, igualmente, una lección de buen arte abstraccionista que seguramente incentivará a muchos de los
jóvenes que cursan estudios en la prestigiosa y vetusta Academia de San Alejandro.
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