Trump, como elefante en cristalería

Trump, como elefante en cristalería

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Desde hace 45 años, el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio) es fecha de júbilo para unos, mientras otros prefieren asumirlo como pretexto para la reflexión. Este año no faltan quienes, de cara a la salida de EE.UU. del Acuerdo de París, aprovecharán la ocasión para expresar su inconformidad y disgusto.

Trump, como elefante en cristalería
Esta caricatura fue publicada en la portada del diario mexicano La Jornada al día siguiente del anuncio de Trump de que Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París

 

Aunque el mundo ha ganado en conciencia acerca del tema, la situación no deja de ser preocupante. Expertos de varios países y disciplinas aseguran, por ejemplo, que en apenas una hora los océanos reciben mil toneladas de plástico en forma de basura; 400 mil árboles son talados para producir papel; la selva amazónica pierde 60 hectáreas (equivalente a 120 canchas de fútbol) y la atmósfera recibe 5 mil millones de kilos de dióxido de carbono (CO2), causante del calentamiento global.

Hoy China es el mayor emisor de CO2, pero EE.UU fue el dueño histórico de tan triste liderazgo durante 160 años (1850-2011). Así lo asegura una evaluación realizada por el Centro de Análisis de Información del pernicioso gas. El estudio determinó que, acumulativamente, la potencia del norte es la responsable del 27 % de las emisiones de CO2 del mundo. Detrás se ubica la Unión Europea, que incluye a países industrializados como Reino Unido, Alemania y Francia, con 25 %. China está en el tercer lugar (11 %), seguido por Rusia (8 %), Japón (4 %) India (3 %) y Canadá (2 %).

Tal realidad es conocida por la opinión pública estadounidense, y se ha incorporado al quehacer de numerosas industrias y a la política local. Solo eso explica la condena a la decisión del presidente que además parece desconocer un estudio realizado por el Programa de los Estados Unidos de Investigación sobre el Cambio Mundial (USGCRP).

Esa valoración, que insiste en su cientificidad, se fundamenta en la  Evaluación Nacional del Clima (NCA) correspondiente al año 2014 y responde al mandato emanado del Congreso de la nación de 1990 de “ayudar a todo el país a entender, evaluar y predecir los procesos del cambio mundial, tanto natural como inducido por el hombre, y cómo responder ante él”.

Avalada por expertos de las agencias federales de medio ambiente y la agricultura, del instituto nacional de salud, por la administración oceánica y atmosférica, y por el centro de prevención y control de enfermedades, entre otras, la investigación de más de 200 páginas, concluye que, contrario a lo que el presidente piensa, los “impactos del cambio climático ponen en peligro la salud de los estadounidenses”.

“El aumento de la con­centración de los gases de efecto invernadero ocasiona elevaciones de la temperatura —afirma el texto— cambios en la precipitación, incrementos en la frecuencia y la intensidad de algunos fenómenos extremos del clima, además de la subida de los niveles del mar. Estos impactos del cambio climático inciden en nuestras fuentes de alimentos y de agua, en el aire que respiramos, en las variaciones en el tiempo que observamos y en nuestras interacciones con los entornos naturales y los creados por el hombre”.

El documento reconoce que hay “poblaciones desproporcionadamente vulnerables: aquellas de bajos ingresos, algunas comuni­dades de color, grupos de inmigrantes (incluidos los que no dominan el inglés), los pueblos indígenas, los niños y las embarazadas, los adultos mayores, los grupos ocupacionales vulnerables, personas con discapacidades y las que tienen algún trastorno de salud preexistente o crónico”.

No obstante, el presidente Trump cumplió la promesa y está feliz, aunque muchos le critiquen y le acusen de aislar políticamente a la nación. Quizás en su presunción, el hombre de negocios pasó por alto el detalle de que el Acuerdo es jurídicamente vinculante desde el 4 de noviembre de 2016, fecha en que entró en vigor, y solo podría ser denunciado (lo que equivaldría al abandono que él desea)  pasados tres años. Es decir, que Estados Unidos podría retirarse a partir del 5 de noviembre del 2019.

Pero el documento además establece que un país, luego de notificar su intención, deberá esperar un año antes de hacer efectivo su retiro. Por lo tanto, el anuncio de Trump solo tendría efectos legales en noviembre del 2020, dos meses antes de que concluya su mandato, si llega a allá.

En términos legales la jugada es apenas otra torpeza, un golpe de efecto de quien a veces parece un elefante en una cristalería, aunque no falta una lectura más profunda de quien asegura que tal decisión es un síntoma de que «el Estado más poderoso del mundo ha comenzado a sabotear el orden que el mismo creó».

Pie de foto: Esta caricatura fue publicada en la portada del diario mexicano La Jornada al día siguiente del anuncio de Trump de que Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París

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