Kaulard: Que nadie se quede atrás

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Por Amalia Ramos Ivisate y Yimel Díaz Malmierca

No se nace mujer, se llega a serlo. Así denunció la francesa Simone de Beauvoir en su libro El segundo sexo, cómo la sociedad construye identidades y asigna roles de género. Más de medio siglo después, los estereotipos vigentes justifican las brechas en diversos sectores entre hombres y mujeres.

Kaulard: Que nadie se quede atrás
Myrta Kaulard, coordinadora residente del Sistema de las Naciones Unidas en Cuba, y representante del PNUD. Foto: Yimel Díaz
Malmierca

 

El ámbito del empleo es uno de los más desiguales. Un estudio divulgado recientemente por la Organización de Naciones Unidas (ONU) asegura que las trabajadoras solo reciben 77 céntimos por cada dólar que ganan los hombres.

El tema ha sido abordado de manera recurrente en organismos multilaterales e instituciones especializadas. En marzo, por ejemplo, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, reunida en Nueva York, dedicó su sexagésimo primer período de sesiones al “empoderamiento económico de la mujer en el cambiante mundo del trabajo”, en los que se tomó en cuenta los desafíos y logros en la aplicación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para las mujeres y las niñas, acordados en el 58.º período de sesiones de la ONU.

Para profundizar en este asunto, Trabajadores conversó con Myrta Kaulard, coordinadora residente del Sistema de las Naciones Unidas en Cuba, y representante del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Kaulard, quien ha dedicado parte de su vida al trabajo en comunidades poco favorecidas desde el punto de vista económico, defiende el principio de que “nadie se quede atrás”, y para ello “debemos fomentar políticas que nos incluyan a todas y todos”.

En los últimos meses se percibe una mayor conciencia en la importancia del empoderamiento económico de la mujer, ¿qué causas están detrás de esto?

En un contexto en el que la globalización, la digitalización y el predominio de la informalidad laboral transforman el entorno del empleo, aparecen nuevos retos, pero también oportunidades para desarrollar el potencial económico que representan las mujeres.

Sin embargo, si analizamos las estadísticas del mercado laboral actual hay una gran desventaja para ellas. Por ejemplo, apenas el 49,6 % de las que están en edad de trabajar se encuentran representadas en la población empleada a nivel mundial, mientras que entre los hombres el número asciende al 76,1 por ciento.

En ese caso, no se debe confundir el concepto de mujeres que tienen empleo con el de mujeres trabajando, pues el primero deja fuera a todas aquellas que realizan labores no remuneradas, como las del hogar, que algún día deberán medirse económicamente.

Por otra parte, existen diferencias en cuanto al acceso a la protección social, a puestos mejor pagados, o a las licencias de maternidad/paternidad remuneradas, entre otros. Esto es un elemento que tiene raíces culturales que lo justifican y provocan que las propias mujeres lo acepten.

Lograr el empoderamiento económico de la mujer significa tener en la base el concepto de la igualdad en acceso al trabajo decente, en términos de remuneración, de seguridad social, de carreras, de crecimiento y desarrollo profesional. Esto es algo que culturalmente no es fácil, pero sí necesario, pues la inclusión en el mundo laboral permitiría a hombres y mujeres el mismo nivel de oportunidades y participación no solo en la vida económica sino también en el mundo político y social. Este es un elemento sin el cual no se puede alcanzar el desarrollo sostenible.

¿Cómo se manifiestan las brechas de género en el mercado laboral latinoamericano?

América Latina tiene situaciones muy variadas. No obstante, como características comunes se pueden mencionar la presencia de las mujeres en trabajos más precarios, la ausencia de seguros, el predominio de empleos informales, entre otras.

En la región las mujeres enfrentan desigualdades no solo de género, sino también económicas, étnicas o por su condición física. Estos son desafíos globales, que se hacen más fuertes donde las culturas patriarcales están muy marcadas.

Cuba es la excepción de ese panorama, pues tiene a su favor un elevado nivel educacional, mejores niveles de participación en la toma de decisiones y una presencia femenina significativa en el Parlamento.

¿Considera usted un avance real en materia de género el hecho de que hoy más mujeres ocupen responsabilidades políticas?

Se ha avanzado, pero siempre hay trabajo que hacer. Hasta que no se logre un planeta donde las responsabilidades estén distribuidas por igual entre hombres y mujeres —50-50 le llamamos en la ONU— no habrá una participación efectiva de todas y todos. Un elemento indispensable es que las mujeres en cargos de dirección estén formadas en materia de género, de otra forma no se avanzaría de manera eficaz.

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