Rigoberto Peláez: El paisaje en quiméricas ilusiones

Rigoberto Peláez: El paisaje en quiméricas ilusiones

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Renacer. Foto: Cortesía del artista

 

Rigoberto Peláez y Alcázar (La Habana, 1973) es un pintor cuya obra se caracteriza por la minuciosa calidad en el trabajo con el pincel y por ese sublime encantamiento subyacente en sus cuadros recreados en distintos paisajes rurales.

La mayoría de las veces sus pictografías se valen de información gráfica obtenida a través de imágenes tomadas por él durante sus recurrentes observaciones en los espacios campestres de Cuba y de otros lugares del Trópico, instantáneas que recrea con un incuestionable dominio de la técnica y sorprendente facilidad para el ejercicio del dibujo; el cual asume con libertad absoluta, “como si fuesen —puntualiza Rigoberto— representaciones teatrales en las que altero la composición y el color”.

En su creación se evidencia, asimismo, un persistente rigor en la utilización de las gamas de pigmentos, las cuales manipula sobre el lienzo o la cartulina con imperioso esplendor para finalmente dejar la impronta de sus pinceladas y texturas, que identifican un estilo muy personal, con sobresalientes veladuras y espacios en fuga. De tal modo, Peláez impresiona con sus obras que parecen reproducir la realidad, pero realmente constituyen líricas metáforas creadas por él sobre su mundo existencial.

Tras dos décadas de prolífico quehacer y de experiencias disímiles, este amigable artista ha logrado un definido tratamiento de las luces. Entre iluminaciones y sombras trascienden sus discursos cuyos temas van desde imaginarias visiones del cosmos, hasta emblemáticas imágenes rurales, práctica que lo ha convertido en sólida figura del paisajismo nacional.

Amén del colorido intenso, rítmico y balanceado de sus cuadros, este artífice trabaja cada pieza con notable cuidado en el uso de las transparencias, los contrastes y las perspectivas, para de tal modo hacer culto a los enunciados de la polemista crítica mexicana de arte, Avelina Lésper, quien en su artículo titulado El arte contemporáneo es un fraude, señala: “La recreación de la realidad es invención. La realidad es un punto de partida que arroja al artista a inventar, a crear algo que no podemos encontrar más que en ese lienzo, en ese dibujo, en esa escultura”.

Rigoberto Peláez es confeso admirador de la producción plástica del pintor español Valentín Sanz Carta (Santa Cruz de Tenerife, 1849-Nueva York 1898), quien vivió y pintó en Cuba, donde alcanzó su plenitud; y de Esteban Chartrand y Dubois (Limonar, Matanzas, 1840-Hoboken, Nueva Jersey,1884) considerado uno de los más grandes paisajistas de la pintura cubana; así como del francés perteneciente a la célebre Escuela de Barbizon, Constant Troyon (Sèvres, 1810- París, 1865), y del español de origen belga, Carlos de Haes (Bruselas, 1826-Madrid, 1898), todos con una iconografía con tendencia general hacia el realismo, de la cual se ha nutrido.

Pero la labor de este inquieto artista no tiene nada que ver con algunos postulados de ciertas corrientes del realismo europeo, como los del propio Haes, quien fiel a las exigencias académicas de su tiempo, en un discurso pronunciado en 1860 afirmó: “El fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda belleza, por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación”.

La creación iconográfica de Peláez es todo lo contrario. En sus composiciones de pequeños y medianos tamaños no intenta reproducir; “milímetro a milímetro, como los hiperrealistas”, el paisaje campestre real; sino deja la impronta de su imaginación, en una suerte de fusión entre lo auténtico y lo ficticio.

En tal sentido sobresalen sus vistas aéreas y sus caprichosas combinaciones de lagos, montañas, ríos y árboles, en las que las perspectivas y los sugerentes matices de los colores —a veces quiméricos—, parecen revelar entornos campestres captados por el observador como cultos a la naturaleza y el medio ambiente, intención en la que vale destacar sus extraordinarios trabajos regenerados en las siembras de gramíneas y otros cultivos que se extienden por serenas sabanas.

La obra paisajística de Rigoberto Peláez está llena de sensaciones surgidas por el ensayo y los desafíos artísticos en una cada vez más exigente y sólida búsqueda de sus narraciones pictóricas, ejercicio que en última instancia deviene razonamiento explicativo de las formas que —según su consciente— conforman el universo rural y espacial, el que intenta re-significar y revalorizar como uno de los más importantes pilares de la existencia humana, a la cual le corresponde proteger y luchar por su estabilidad.

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Un comentario en Rigoberto Peláez: El paisaje en quiméricas ilusiones

  1. Me gusta la obra de Rigoberto Peláez. Como él ve sus paisajes y los interpreta en sus lienzos es como un compositor que oye a la naturaleza y la plasma en el lienzo de la paleta orquestal. Soy ignorante y analfabeto en el arte de la pintura PERO SÉ DISTINGUIR UN MANGO DE UN AGUACATE. Detesto los » subrealismos «, las figurillas abstractas » y todos los eufemismos que ocultan una falta de talento por eso me complacen las pinturas de Peláez.

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