Aniversario 50 de la guerrilla del Che: El primer caído en combate fue cubano

Aniversario 50 de la guerrilla del Che: El primer caído en combate fue cubano

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Jesús Suárez Gayol, el Rubio, habla en un acto de reafirmación revolucionaria en Güinía de Miranda, primer poblado liberado por Ernesto Che Guevara en la Sierra del Escambray.

 

Un grupo de soldados se aproximaba a la guerrilla que había preparado una emboscada. Era el 10 de abril de 1967. Al reseñar lo ocurrido en el enfrentamiento, el Che escribió: “El Rubio, Jesús Suárez Gayol, estaba herido de muerte. Y muerto llegó a nuestro campamento: un balazo en la cabeza”.

Y a continuación precisó los detalles del hecho: “La emboscada estaba compuesta por 8 hombres de la retaguardia y 1 refuerzo de 3 de la vanguardia, distribuidos a ambos lados del río. Al informar de la llegada de los 15 soldados, Inti pasó por donde estaba el Rubio y observó que este estaba en muy mala posición pues era claramente visible desde el río. (…) El fuego duró unos segundos, quedando sobre el terreno 1 muerto y 3 heridos más 6 prisioneros; al rato cayó también un suboficial y se escaparon 4. Junto a un herido encontraron al Rubio ya agonizante; su garand estaba trabado y una granada con la espoleta suelta, pero sin estallar estaba a su lado”.

Pese a tan dolorosa pérdida, la jornada había arrojado un balance positivo para la guerrilla. Además de ese combate se produjo otro y el saldo de ambos fue para el enemigo de 10 muertos, entre ellos 2 tenientes; 30 prisioneros, un mayor y algunos suboficiales, el resto, soldados; 6 heridos, uno del primer combate y otro del segundo, escribió el Che.

Dos días después recogió en su Diario el pequeño pero sentido homenaje realizado al compañero caído. “A las 6:30 reuní a todos los combatientes (…) para hacer una pequeña recordación del Rubio y significar que la primera sangre derramada fue cubana”.

Así, muy lejos de su tierra natal, en la confluencia del río Iripití y el Ñacahuasú perdió la vida a los 30 años un hombre que desde edad muy temprana había mostrado su temple revolucionario.

No por casualidad es hoy un museo estudiantil la casa ubicada en la calle República, en Camagüey, adonde fue a vivir, después de la muerte de su padre, este hijo de emigrantes asturianos nacido en Las Tunas.

Organizó la Federación de Estudiantes Secundarios de Camagüey, donde se desempeñó como un verdadero líder al encabezar la rebeldía estudiantil contra la tiranía, desde el mismo cuartelazo que aupó al poder a Fulgencio Batista.

Cuando decidió iniciar estudios universitarios matriculó arquitectura en la Universidad de La Habana y allí, en la histórica Colina, encontró otro campo de batalla, al lado de su compañero de ideales y amigo José Antonio Echeverría. Igualmente se vinculó a la dirección de las Brigadas Juveniles 26 de Julio, junto a Gerardo Abréu (Fontán).

La intensa actividad clandestina de Gayol en la capital lo llevó a la cárcel y gracias a las gestiones de su madre Aurora, a quien él llamaba su Mariana Grajales gallega, logró salvar la vida y partir al exilio en Estados Unidos, pero no por mucho tiempo, ya que viajó de allí a México y embarcó en una expedición que tocó suelo cubano en Pinar del Río, en abril de 1958.

Tenazmente perseguido en esa provincia por sus múltiples acciones, aquel joven que en la clandestinidad ocultó su identidad bajo los seudónimos de Furia, Dionisio, Félix y Armando, recibió la orden de trasladarse a Las Villas para incorporarse a la lucha armada y en la columna 8, al mando del Che, conquistó los grados de capitán.

Obtenida la victoria le asignaron tareas administrativas y ocupaba la responsabilidad de viceministro de Industrias cuando fue convocado por el Che para acompañarlo a Bolivia.

Ha relatado Orlando Borrego que al darle esa noticia, la reacción de Gayol fue “como la de un niño al que se premia con el más preciado juguete. Daba saltos de alegría y me abrazaba”.

Nacía así otro combatiente, el internacionalista, que asumiría a partir de entonces en la guerrilla los seudónimos de Félix y Rubio, y formaría parte de la retaguardia del destacamento.

Dos cartas hechas antes de partir revelan sus sentimientos ante la inmensa tarea que le aguardaba. En una de estas, dirigida a Aurora, expresaba con cariño: “Sé que mi madre es una revolucionaria en toda la extensión de la palabra y aunque sufra, porque eso es inevitable, en el fondo de su corazón aprueba esta decisión mía y se siente orgullosa de su hijo (…) Cuando el dolor sea muy fuerte, piensa en tu hijo que es feliz combatiendo por la Revolución, aunque ello implique ciertos riesgos”.

Y a su querido retoño, que entonces contaba 4 años, le escribió una reflexión que bien puede tomarse como resumen de la vida de este luchador incansable: “Cuando esta carta tú leas ya conocerás sin duda muchas de las hermosas páginas que escribiera José Martí, hay unos versos sencillos del Apóstol que se titulan: Yugo y Estrella, pues bien, léelos y medítalos y recuerda que quiero, ante las alternativas que la vida te ofrezca, tú siempre escojas ‘la estrella que ilumina y mata’”.

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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