Aponte, precursor de la lucha por la abolición

Aponte, precursor de la lucha por la abolición

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Corrían los primeros años del siglo XIX cuando, bajo la influencia de la revolución de 1791 en Haití, surgió en Cuba una corriente abolicionista que se extendió a todo lo largo de esa centuria.

Iniciador de esa tendencia en la isla fue José Antonio Aponte, negro libre y carpintero tallador, quien al no aprobar las Cortes de Cádiz un proyecto destinado a la supresión del comercio de esclavos y la paulatina desaparición del infamante régimen, se lanzó a organizar una conspiración destinada no solo a abolir la esclavitud, sino también a suprimir la trata, derrocar el gobierno colonial y crear una sociedad sin discriminación.

Por el sólido prestigio de que gozaba entre los negros libres y mulatos de La Habana, pudo rodearse de un grupo de activos colaboradores, conformado por artesanos y hombres libres, incluidos blancos, todos dedicados a los oficios más humildes que lo acompañaron en su humano propósito.

La sublevación

Según el historiador Elías Entralgo, el hilo de la red conspirativa entretejida por Aponte “(…) comenzaba en su casa del extramureño barrio habanero de Guadalupe, de ahí iba a San Antonio de los Baños, Alquízar y Güira de Melena, volvía a la residencia del hilador y pasaba del barrio de La Salud al de Jesús del María, a la plazuela de Santo Cristo, a la Punta, a la Plaza de Armas y al muelle de Luz; atravesaba la bahía y continuaba su trayectoria con más vigor para Casa Blanca, Guanabacoa y sus barrios rurales –Bacuranao, Guanabo…–. Por Jaruco, Río Blanco del Norte y Aguacate; se prolongaba por algunas fincas del Departamento Central (Camagüey); se dilataba a Puerto Príncipe; se alzaba con intensidad en Holguín, Bayamo, Santiago de Cuba y llegaba hasta Baracoa”.

Aunque la sublevación estalló en enero de 1812 por Holguín, Bayamo y Puerto Príncipe, alcanzó su mayor intensidad en territorios de Matanzas, fundamentalmente en los ingenios Boloise, Viuda y San Juan de Dios. El objetivo era que las dotaciones de esclavos del interior de la isla destruyeran la producción agrícola, con vistas a que el Gobierno se viera forzado a decretar su liberación.

Simultáneamente, en La Habana serían tomados el castillo de Atarés y el cuartel de Dragones, para apoderarse de las armas y emplearlas en la rebelión.

Al abordar el tema, el historiador Fernando Portuondo del Prado señaló que en la noche del 19 de marzo de 1812, en el preciso momento en que Aponte y sus más cercanos colaboradores se disponían a marchar hacia el territorio donde el levantamiento era más violento, una delación provocó que fueran detenidos y conducidos a las celdas del cuartel de Dragones.

El crimen

En su edición del 10 de abril de 1812, el periódico Diario de La Habana publicó: “La sentencia se verificó con el mayor orden, dando esta vecindad una nueva prueba de su instrucción y religiosidad”.

El día antes, el marqués de Someruelos, capitán general de la isla, había ordenado ejecutar a tales hombres que, empeñados en poner término a los maltratos y castigos de los hacendados esclavistas sobre aquellos seres trasplantados a tierra extraña, donde se les explotaba hasta la saciedad.

Así, el 9 de abril de 1912, sin mediar juicio alguno, fueron ahorcados los negros libres José Antonio Aponte, Clemente Chacón, Salvador Ternero, Juan Bautista Lisundia, Estanislao Agublán y Juan Barbier, así como los negros esclavos Salvador Esteban Tomás y Joaquín Santa Cruz.

Después cortaron las cabezas de los jefes principales y las introdujeron en jaulas de hierro para exhibirlas en lugares públicos.

La de Aponte fue mostrada en la propia casa donde tejió su humana red; y las de sus compañeros, en otras zonas del territorio insular.  Así se pretendía dar un escarmiento, pero el anhelo de abolir la esclavitud permaneció latente, y constituyó uno de los principales objetivos de la gesta independentista iniciada en octubre de 1868.

Acerca del autor

Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.

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