Alice Walker: Que nos salve la alegría

Alice Walker: Que nos salve la alegría

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En El secreto de la alegría (Editorial Oriente), Alice Walker cuenta la historia de una mujer africana, que para demostrar identificación con su cultura, permite que le practiquen la ablación, o sea, la mutilación de sus genitales. Es una práctica muy extendida en varios países de ese continente, y no pocas personas, a estas alturas, la siguen considerando una tradición respetable, una muestra de apego a la identidad africana, asumiendo sus implicaciones religiosas.

Alice Walker: Que nos salve la alegría
Alice Walker: Que nos salve la alegría

 

Ahí está el debate ético de esta novela. Los que conocen del activismo de Alice Walker por los plenos derechos de las mujeres, vivan donde vivan, supondrán la posición de la autora. Esa mutilación no puede ser, de ninguna manera, símbolo de “africanidad”; porque es lesiva a la dignidad y la naturaleza de las mujeres; porque es demostración de superioridad de los hombres, porque es dolorosa, castrante y muy peligrosa; porque las mujeres tienen el derecho de vivir plenamente su sexualidad…

Que tenga un trasfondo religioso o «cultural» no la dignifica.

De hecho, todas esas consideraciones que limitan la libertad del ser humano, disfrazadas en la defensa de una supuesta cultura, son en todo caso trasnochadas, francamente reaccionarias. El machismo y la opresión no tienen matices reivindicativos.

Por supuesto que no todo está en blanco y negro. No significa, por ejemplo, que al denunciar esas prácticas «propias», la autora justifique la invasión cultural de los que se asumen civilizadores y terminan por anular las expresiones más auténticas de esos pueblos. De hecho, Alice Walker es bastante incisiva en ese sentido: a lo largo de la narración se cuestionan también muchos de los tabúes, prejuicios e imposiciones de los misioneros religiosos que fueron a predicar la palabra de Dios en África.

Ellos fueron a «convertir» sin que necesariamente esa conversión implicara libertad.

Estamos ante una novela hermosa, llena de poesía, como casi todos los libros de Alice Walker. La historia se multiplica, pues está contada desde el punto de vista de algunos de los personajes, en una alternancia que nunca resulta abrumadora. Ese abanico de voces funciona a la manera de una sinfonía armoniosa: ninguna línea narrativa desentona, poco a poco, en progresión no siempre aristotélica, se van revelando acontecimientos que redondean la historia.

Seducen, embriagan, las ensoñaciones de la protagonista, que se refugia en la fantasía para poder lidiar con los golpes de la realidad. En esas fabulaciones, la autora desborda su caudal lírico, pero sin descuidar el tono.

Los que han leído antes a Alice Walker (en Cuba se ha publicado mucho, desde aquella edición mítica de El color púrpura),  encontraran aquí vasos comunicantes con otras historias suyas, como si esta fuera, en definitiva, una de las muchas caras de ese mundo que recrea. Pura sensibilidad, pero también coraje, compromiso, ganas de luchar. Invitación a pensar ante la complejidad del mundo.

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