Un Clásico loco

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Un Clásico loco

Hassan Pérez Casabona

Los eventos deportivos reservan, la mayor parte de las veces, un margen para resultados imprevistos. Es algo consustancial a la alta competición, dada la naturaleza de una esfera donde no basta con los avales previos. En otras palabras, las medallas no se ganan por lo hecho en el pasado, ni con el glamour que acompaña a una figura o conjunto determinado, hay que obtenerlas (da igual) en canchas, tabloncillos o tatamis. Solo así se hacen realidad los sueños de imponerse en un torneo.

Dicho de otra manera, los que emergen en la retaguardia de los pronósticos pueden alzarse con el triunfo si, como dijera el estelar jardinero central Carlos Tabares, “dejan la piel sobre el terreno”.

Ahora bien, la IV edición del Clásico Mundial de Béisbol, se ha presentado como un torneo loco, donde muchos de los que salían con el “cartelito” de favoritos vieron esfumarse dicha condición, ante la irreverencia de los considerados pequeños.

En el Grupo A, por ejemplo, Israel —debutante en estas lides y con casi ningún palmarés en la arena internacional— se sobrepuso a cualquier predicción y comandó las acciones invicto, por delante de potencias como Holanda y Corea del Sur.

Es cierto que el conjunto israelí es más un elenco estadounidense (27 de sus 28 integrantes nacieron, se formaron y  juegan en Estados Unidos) pero así y todo no lucía en el papel, de ninguna manera, superior a los tulipanes, monarcas en la última Copa Mundial desarrollada en Panamá en el 2011 (donde derrotaron a nuestro equipo) ni a los sudcoreanos, anfitriones de la llave y titulares en múltiples certámenes de todas las categorías, incluyendo los Juegos Olímpicos de Beijing, en el 2008 y el Premier 12, efectuado en el 2015.

En buena lid los hebreos debían ocupar el sótano, pues Taipéi de China (aunque no a la altura de Japón y Corea) posee igualmente gran tradición y presencia sistemática en los eventos de mayor alcurnia. Valga únicamente citar su presea de plata en el debut de la pelota bajo los cinco aros, en Barcelona 1992, superados por el guantanamero Giorgi Díaz, que se presentó esa noche inmenso, y el bateo de un trabuco que contó, entre otros con Orestes Kindelán (entrenador ahora de nuestro elenco en el Tokio Dome), Omar el Niño Linares, y Víctor Mesa, quien terminó la justa como champion bate y cuyo hijo Víctor Víctor Mesa integra hoy como jardinero el elenco de la cuatro letras y está considerado por Baseball América y otras entidades como uno de los principales prospectos, a nivel global, que participa en este Clásico.

En el Grupo B, que tuvo asiento en la capital nipona, las aguas tomaron su nivel desde la apertura, con Japón y Cuba, como actores protagónicos por delante de Australia y China.

Por el pool C, que acogió el Marlins Park de Miami, pasaron a la siguiente fase (hasta un marciano lo habría vaticinado) República Dominicana y Estados Unidos, los cuales escenificaron un partido espectacular que movilizó una concurrencia de más de 37 000 espectadores, récord para dicha instalación floridana desde su apertura en el 2012, por encima incluso de la cifra que se congregó para el choque inicial de la temporada del 2014, entre los Marlins y los Rockies de Colorado.

Las sorpresas radicaron en que Estados Unidos tuvo que llegar a extra innings para derrotar a Colombia, elenco que comenzó ahora en los Clásicos, y que se inspiró para vencer luego a Canadá y caer también en episodios extras ante la constelación de luminarias que agrupa República Dominicana.

El apartado D, en la bella urbe tapatía de Guadalajara, pareció más una ruleta rusa que un torneo beisbolero, donde la tremenda potencia en la materia que es Venezuela solo ganó su pase venciendo en un choque adicional ante Italia, con la inspiración del cuadrangular en el epílogo de ese bateador extraclase que es Miguel, el Doble Tigre Cabrera. Los mexicanos, que se quedaron fuera, llegaron a celebrar por adelantado pero la fórmula de desempate prevista de antemano los relegó a la larga.

En lo adelante es previsible que disminuyan las sorpresas pero aventurarse a afirmarlo, a esta altura, no es aconsejable. Lo mejor es continuar disfrutando de un evento que, aunque algunos desean no prosigan, concentra a la mayor parte del talento universal en esta especialidad.

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