Renacer entre telares

Renacer entre telares

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Por Adianez Fernández Izquierdo

El sonido de las máquinas marca la  vida de una industria que los más  pesimistas creían que iba a morir  en la década de los 90. Dentro de la UEB Textil Rubén Martínez Villena (Alquitex), perteneciente a la Empresa Textil del Ministerio de Industrias,  medio millar de hombres  y mujeres intentan devolver a la fábrica  el florecer de antaño en pos de  que los tejidos que allí confeccionan  sean referentes en el país.

 

En el 2016 salieron del taller de confecciones más de un millón y medio de sábanas, y más de 900 mil fundas. Foto: De la autora

 

Equipamiento con muchos años  de explotación y un entorno que  se renueva con cultura del detalle  distinguen la textilera ubicada en  Alquízar, provincia de Artemisa,  fundada por el entonces ministro de  Industrias Ernesto Guevara, el 14  de junio de 1965.

Sábanas y fundas con tejido nacional  o importado cobran vida en  este centro cuya misión esencial es,  al decir de su directora, Norma Concepción,  producir una amplia gama  de lencería y tejidos destinados al  mercado nacional, fundamentalmente  en la esfera del turismo.

Aunque la fábrica no llega a  equipararse con su período de esplendor,  las estadísticas de los últimos  años avizoran un despunte;  se cumplen los planes fundamentales;  crece el salario promedio por  trabajador que llegó en el 2016 a  728 pesos mensuales; mejoran las  condiciones infraestructurales del  centro y se estabiliza la fuerza laboral,  según señaló Mercedes Pérez,  técnica en gestión de los recursos  humanos.

A raíz del traslado en el 2011 de  parte de los equipos de la UEB Ariguanabo,  del municipio de Bauta,  la industria ganó en fortaleza. Ahí  empezó el despegue y creció el optimismo  de los trabajadores, buena  parte de ellos fieles a la fábrica aún  en los tiempos más difíciles.

Voz a los protagonistas 

En el taller de tejeduría Benito  Suárez se siente como en casa. Aquí  ha permanecido desde 1982. “Llegué  desmovilizado del MININT y  aprendí al menos lo básico”.

Eran momentos en que miles de  trabajadores mantenían viva la industria  hasta que sobrevino el período  especial y empezaron las carencias.  Benito fue de los pocos que se  mantuvo optimista, y con el tiempo  vio su recuperación. “Creímos que iba  a cerrar, pero logramos recuperarla.  Ahora con el empeño de todos esperamos  que las condiciones mejoren y  crezca la producción”, apunta.

Este trabajador de 56 años comparte  el orgullo de que las viejas  máquinas, ya obsoletas en el mundo,  aún produzcan tejido de calidad.  “Incluso visitantes extranjeros se  asombran de ver estos telares funcionando  y reconocen la calidad de  las producciones”.

Le place ver rostros nuevos, gracias  en particular a las mejoras salariales  que trae la aplicación de la Resolución  6. “Los 19 jóvenes del curso  de tejeduría tienen su instructora,  pero todos estamos a su disposición  para cualquier duda. Ellos son nuestro  relevo y nos toca prepararlos”, comenta.

Entre máquinas de coser y piezas  cortadas o elaboradas encontramos a  Gudelia Ruiz Ortega, egresada de la  escuela para campesinas Ana Betancourt  en el año 1974. Aunque en los  inicios se desempeñaba como operaria  en el área de enconado y llegó a hacer  2 toneladas de hilaza en trabajos  voluntarios, debió cambiar de labor  cuando se desintegró la hilandería.

“Pasé un curso de costurera en el  2003. Hacemos mayormente sábanas y  fundas, pero con la recortería confeccionamos  prendas alternativas como  palilleras, delantales, juegos de cocina  y jabas, y eso después se revierte  en el salario, ahora mayor aunque no  el suficiente en correspondencia con  el esfuerzo”, apunta.

Los números, aunque superan  lo planificado en muchos frentes,  no bastan para ilustrar el espíritu  imperante en esta fábrica sede del  acto por el Día del Trabajador de la  Industria Ligera, este 1º de marzo.  El sindicato, con Adriana Díaz al  frente, acumula también logros y no  dudan en permanecer pegados a sus  máquinas en tanto se cumplen los  planes.

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