“Pescar” un almendrón

“Pescar” un almendrón

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Por Ariadna Pérez, Raiza Arango y María de las Nieves Galá

Fotos: Agustín Borrego Torres

 

La “pesca” de los almendrones parece convertirse en un deporte y la población capitalina aún no le coge el ritmo. “Al menos las nuevas regulaciones lograron que los tramos ya no los corten porque de ese modo sí que era imposible”, dijo un joven quien dice ser “diario cogedor de carros”.

“Muchos choferes se aprovecharon de la situación. Antes, desde el hotel Habana Libre hasta Toyo (Diez de Octubre) eran 10 pesos, luego 10 más hasta la Víbora, y 5 a La Palma. Ahora que el gobierno de la capital respondió, para bien de los usuarios, los boteros han desaparecido. No les conviene que el pueblo se sienta aliviado monetariamente”, explicó durante el trayecto una estudiante de cuarto año de Economía.

Ante tal comentario, el chofer expuso: “Yo no obligo a nadie a montarse en mi taxi. Al que le convenga mis precios que suba, si no, a esperar una guagua, que vistas como están las cosas…”

Así transcurrió la conversación grabada por una de estas reporteras, quien viajó entre La Palma y el Vedado. A fin de obtener testimonio en diferentes sitios de la ciudad, las participantes en la investigación periodística desandaron calles, y lo fundamental, también extendieron sus manos hasta esperar que uno de los boteros se detuviera para llevarlas al ansiado destino.

No es fácil acceder a un almendrón.

 

Y es que precisamente este ha sido uno de los temas más comentados en la capital, desde que hace más de 15 días el gobierno adoptara un grupo de medidas en las que se precisaron los precios de los tramos intermedios, para los itinerarios aprobados el 14 de julio del 2016, en el Acuerdo 185 del Consejo de la Administración Provincial (CAP).

¿Cuántos autos estatales y ómnibus de empresas pasan vacíos diariamente por la avenida Boyeros? Si solo unos cuantos se detuvieran…

 

Más allá de La Palma

“¡Salir de La Palma (Arroyo Naranjo) es casi imposible! Se necesitan al menos dos horas de antelación para llegar al trabajo con tiempo”, comentó Maritza Vázquez, de dicha zona.

Igual situación tiene lugar en el municipio de Diez de Octubre, donde un gran número de personas diariamente se desplaza en taxis. Ahora, conseguir uno hacia el Vedado, en la esquina de Mayía Rodríguez y Lacret, en Santos Suárez, es casi una odisea. Tal como pudimos constatar, el tiempo promedio de espera aumentó de 15 o 20 minutos a más de una hora.

Hay paradas que exigen un inspector.

 

Según afirmó al periódico Tribuna de La Habana, Tatiana Viera Hernández, vicepresidenta de Fiscalización y Control del CAP, a seis meses de la puesta en vigor el Acuerdo 185, ese organismo “hizo una evaluación de las irregularidades que han observado” y en ese sentido, las principales opiniones coincidieron en que “un grupo de transportistas por gestión no estatal, han violado los precios máximos referenciales aprobados en ese Acuerdo”.

Como elemento significativo, añadió que “cuando se establecieron los precios referenciales máximos, se tuvieron en cuenta los gastos en los que incurrían estos porteadores”.

Sin embargo, varios entrevistados coincidieron en señalar que “los taxistas pusieron como excusa, para doblar los precios o cortar los tramos, que el combustible no se lo regalan y su precio subió”. Supuestamente, esta fue una de las causas, pero lo cierto es, tal como se expuso en la sesión final del Parlamento cubano, en diciembre del 2016, que el robo de combustible es una de las cuestiones que lastra hoy la economía nacional. Varios diputados ejemplificaron “la existencia de municipios cuyos servicentros apenas han tenido días de alguna venta de diésel, especialmente durante la zafra o en medio de importantes actividades económicas”.

Odisea en Santos Suárez

“Cada día la espera aumenta”, dijo una señora. “Cojo taxis al menos tres veces en la semana y me desespero porque todos dicen hasta la Ciudad Deportiva y si pago 10 hasta allí, porque lo siguen cobrando… ¿cómo llego al Vedado? Tomar taxis era un lujo, ahora es una necesidad, las guaguas son insuficientes, por aquí solo pasan la 174 y el P-2”.

Para hacer una prueba de lo que comentaba el público, una de estas reporteras, después de casi dos horas en Mayía Rodríguez y Lacret, consiguió subirse a un carro hasta la Ciudad Deportiva. Al llegar al final, le extendió con firmeza un billete de 5 pesos, y el chofer, entre desconcertado y sorprendido, agarró el dinero sin protestar, incluso le cobró lo mismo a la joven que iba a su lado.

Al bajarse, ella asombrada le confesó: “Eso fue porque vio que le diste el dinero con seguridad o sabía que eras periodista… si no, nos hubiera cobrado 10 pesos”.

Las opiniones en torno a las medidas son variadas. “Me parece que favorecen y desfavorecen a la población, explica una usuaria. Entiendo que se hayan tomado porque los boteros picaban el pasaje… pero creo que debieron hacer un mejor estudio. Por ejemplo, antes, desde La Lisa hasta Cerro y Boyeros costaba 10 pesos, ahora lo fijaron en 15, mientras que del Coppelia al Hospital Militar bajó de 10 a 5. ¡Increíble, cuando son distancias casi parecidas!”, expresó una joven.

Otro señor, mientras se alejaba, apuntó: “Es que las piezas y el petróleo están muy caros, quizás la solución  podría ser precios preferenciales para  los que ejercen esta actividad”.

En concordancia, una pasajera  agregó que muchos taxistas no son  dueños de los carros y deben entregar  una cifra fija diaria a los dueños,  y luego es que comienzan a ganar el  suyo. “Siempre han sido 10 pesos aunque  sea solo por unas cuadras, no sé  por qué tanto lío”, afirma sin que le  importe mucho lo que debe entregar.

A Dayron Rodríguez el tema de los  precios le ha generado inseguridades.  “La situación nos tiene en una inercia  porque no sabemos cómo actuar,  cuánto pagar y uno no tiene deseos de  discutir todos los días, más bien estás  apurado por llegar a tu destino y  agradeces si puedes coger un taxi”.

Hay algo esencial y es que las personas  tienen que exigir sus derechos  porque para eso se hizo el decreto. Así  lo hizo una de las reporteras, quien  subió a un auto en la Ciudad Deportiva  hasta la parada cercana al edificio  del Ministerio de las Fuerzas Armadas  Revolucionarias.

Antes de bajar preguntó cuánto  debía. El chofer dijo: Dame lo normal.  ¿Y qué es lo normal? 10 pesos, contestó…  bueno dame 5, 10 lo que quieras.  Pagó 5 pesos que es lo establecido  para ese tramo y, al bajarse, los otros  usuarios se quedaron contrariados…  porque para alguna gente y los taxistas  siguen siendo 10 pesos.

En la justa medida 

El transporte de las empresas puede colaborar más con la población.

 

Buscar la opinión de las personas que  se dedican a la actividad de porteadores  no fue fácil, pues la mayoría quiso  ocultar su nombre. “Pienso que los boteros  no somos los malos de la película.  Si no se incrementan los ómnibus  urbanos, continuaremos en la misma  batalla, sin perdedor ni ganador”, señaló  uno de ellos.

A ese comentario añadió una señora  que también iba sentada en un vetusto  Chevrolet rojo: “La ley de la oferta y la  demanda siempre ha existido y funcionado.  No se pueden imponer los precios,  tienen que regularse por sí solos y velar  por cuánto un cubano puede pagar”.

Al bajarse después de pasar el  puente de 100, en Boyeros, la misma  señora le extendió 10 pesos para  pagar, a lo que el chofer le dijo: “Mi  señora después que se pasa el puente  son 20 pesos”. Ella no le reclamó, solo  cuestionó desde la ventanilla: “¿Es  normal pagar 10 pesos más por una  cuadra después?”

En estos días varias han sido las  disputas, de si debe el Estado regular  o no los precios de los porteadores  privados. Es difícil administrar cuando  la mercancía es escasa, pero en lo  que todos coinciden es que no pueden  tolerarse los precios abusivos, bajo  ningún motivo, pues entran en contradicción  con la esencia del propio  socialismo.

Cierto es que los transportistas  privados han sido una alternativa para  un grupo poblacional en las difíciles  circunstancias del transporte público  en todo el país. Pero su quehacer se  inserta en un modelo socialista de desarrollo  por lo cual no puede asumirse  una mentalidad mercantilista. Hay  que profundizar en lo relacionado con  su actuar, acorde con la legalidad que  lo sustenta: controlar de dónde sale el  combustible que emplean (¿acaso no  sería mejor una tarjeta magnética de  combustible que avale su consumo?),  facilitarles los lugares donde adquirir  las piezas de repuesto e identificar piqueras  dentro de la ciudad.

Aunque tratamos en reiteradas  ocasiones de contactar con el ingeniero  José Conesa González, director  general de la Dirección General de  Transporte en La Habana, a fin de  intercambiar criterios sobre el tema  en cuestión, no respondió a nuestra  solicitud. Según Romilio Salazar  Lora, secretario general del Sindicato  Nacional de Trabajadores del Transporte  y Puertos en la capital, tienen  más de 10 mil afiliados del sector no  estatal, entre ellos boteros, poncheros,  conductores de camiones y de bixitaxis.  “Una vez conocida la decisión  del CAP se les indicó a todos sus secretarios  generales de los municipios  dar apoyo organizativo y explicativo  a la justeza de las medidas adoptadas  junto a las direcciones municipales de  Transporte”.

La transportación de pasajeros en  La Habana continúa siendo un gran  dilema, no obstante las estrategias  que para su desarrollo paulatino ha  implementado desde el año 2011 la  Dirección Provincial de Transporte.  La inestabilidad, insuficiencia y baja  calidad son eslabones que no acaban  de resolverse.

La mirada tiene que ser integral.  En una ciudad en la cual residen más  de 2 millones de habitantes, solo se  cuenta con unos 700 ómnibus, el 50 %  de lo que realmente requiere la capital.  Las nuevas formas de gestión en  el transporte, no son hoy la solución  definitiva para las dificultades acumuladas,  sino una alternativa que,  bien instrumentada debe constituir  un alivio a tan esencial asunto.

Sin embargo, cuando las distorsiones  e irregularidades se entronizan,  pueden dar al traste con las  buenas intenciones.

 

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