Una advertencia martiana necesaria

Una advertencia martiana necesaria

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Durante los últimos meses de 1889 y los primeros de 1890 se desarrolló en Washington la Conferencia Internacional Americana, identificada como la primera conferencia panamericana posteriormente. Años atrás el secretario de Estado, James G. Blaine, había intentado una reunión de ese tipo, pero no pudo realizarse, entre otras razones, por el asesinato del presidente James A. Garfield en 1881, a pocos meses de haber asumido el poder, que modificó la situación en el país. En 1889 los republicanos volvieron a la presidencia, esta vez con Benjamin Harrison y, con él, volvió Blaine a ocupar la secretaría de Estado desde la cual impulsó nuevamente este proyecto, que se correspondía con los intereses norteamericanos en el continente en su etapa de desarrollo impetuoso hacia la conversión en potencia mundial.

Una advertencia martiana necesaria
“Peligro en que veo a mi tierra de ir cayendo poco a poco en manos que la han de ahogar”

 

En el prólogo a los Versos sencillos, José Martí recordó aquellos meses durante los cuales los escribió y que correspondían al tiempo de la Conferencia: “Mis amigos saben cómo se me salieron estos versos del corazón. Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se unieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos. ¿Cuál de nosotros ha olvidado aquel escudo, el escudo en que el águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de América?”[1]

Como se aprecia, para Martí fue un “invierno de angustia” el tiempo en que estaban reunidas las delegaciones en territorio norteño al convite de Blaine, cuando recordaba también “el águila de López y de Walker”, con lo que hacía alusión a los intentos de anexión de Cuba por Narciso López y de Centroamérica por William Walker. Por tanto, los famosos versos se escribieron en medio de tales angustias, que no quedaron solo en la preocupación acerca de lo que acontecía, sino que Martí tradujo en alerta para nuestra América a través de la prensa continental.

Las crónicas martianas, fundamentalmente para el periódico La Nación de Buenos Aires, contienen análisis profundos sobre aquella reunión, sus orígenes, propósitos y peligros, pues era una manera de servir a nuestros pueblos en tan comprometida coyuntura. No puede olvidarse que, en aquel contexto, Martí apreciaba que existía un proyecto anexionista respecto a Cuba, sobre lo cual habló en cartas personales en varias ocasiones. A Manuel Mercado le dijo en diciembre de 1889 que veía cómo se iba envolviendo alrededor de Cuba y de toda América una red y hablaba del “peligro en que veo a mi tierra de ir cayendo poco a poco en manos que la han de ahogar”, por eso decía que era necesario “ponerse en pie y ver lo que pasa en el mundo” para que no pasara lo que podía evitarse. Por tanto, no era una actitud contemplativa, sino de acción ante el peligro que percibía.

El análisis martiano tenía un fin, como expresó en carta a Gonzalo de Quesada el 16 de noviembre de 1889, al referirse al peligro para Cuba: “Aún se puede, Gonzalo” y enumera los factores que tenía en cuenta para esa afirmación: “El interés de lo que queda de honra en la América Latina ‒el respeto que impone un pueblo decoroso‒ la obligación en que esta tierra está de no declararse aún ante el mundo pueblo conquistador ‒lo poco que queda aquí de republicanismo sano‒ y la posibilidad de obtener nuestra independencia antes de que le sea permitido a este pueblo por los nuestros extenderse sobre sus cercanías, y regirlos a todos: ‒he ahí nuestros aliados, y con ellos emprendo la lucha.”

En correspondencia con tales ideas y objetivos, Martí fue describiendo para los lectores los detalles de la reunión, desde el recorrido que Estados Unidos programó para los delegados latinoamericanos por distintos sitios de la Unión, hasta las discusiones del cónclave pues, como afirmó en una de sus crónicas, “los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar”. Consideraba que “una respuesta unánime y viril, para la que todavía hay tiempo sin riesgo”, podía libertar a nuestros pueblos de tales peligros.

En una de sus crónicas fundamentales sobre aquel acontecimiento, la del 2 de noviembre de 1889, afirmaba: “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo”. A partir de esta exposición, hacía el llamado: “De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.

Para Martí, había “dos nacionalidades” en América por su historia y elementos presentes en su tiempo y, en cuanto a la proyección de política estadounidense, la veía “como resultado de la acción conjunta de factores domésticos afines, personales y públicos, en lo que debía influir la posición de Hispanoamérica, pues no se podía ver a Estados Unidos como un todo homogéneo, sino en su diversidad de intereses, dentro de la cual predominaba “la idea continental” de quienes  “disponen hoy del mando”, pero que podía resistirse.

En la presentación de este problema, el cubano recordaba la historia pasada como antecedente de la reunión que se había convocado: “Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte” y enunciaba frases de políticos que lo probaban, tales como “nada sería más conveniente” de Jefferson, “la visión profética” de Clay, el verso de Sewall, “vuestro es el continente entero y sin límites”, y “hasta el istmo y el polo” de Ingalls, entre otros, que mostraban la raíz de esa política. También incluyó fragmentos de lo que publicaba la prensa norteamericana, como el del Sun que decía: “Compramos a Alaska ¡sépase de una vez! para notificar al mundo que es nuestra determinación formar una unión de todo el norte del continente con la bandera de las estrellas flotando desde los hielos hasta el istmo, y de océano a océano”. También reproducía del Herald: “La visión de un protectorado sobre las repúblicas del sur llegó a ser idea principal y constante de Henry Clay”. Terminaba esas citas con otra del Herald cuando decía que el país aún no estaba preparado para el movimiento, y que Blaine se adelantaba como unos cincuenta años, por lo que Martí llamaba “¡A crecer, pues, pueblos de América, antes de los cincuenta años!”

En sus crónicas, Martí utilizó el método de la pregunta que podía hacer pensar a los lectores; eran preguntas que tenían sus respuestas, pero que llamaban a la reflexión sobre asunto tan grave. De esa manera presentaba los problemas medulares, como cuando interroga: “¿A qué ir de aliados, en lo mejor de la juventud, en la batalla que los Estados Unidos se preparan a librar con el resto del mundo? ¿Por qué pelear sobre las repúblicas de América sus batallas con Europa, y ensayar en pueblos libres su sistema de colonización?” Por ello afirmaba que “urge ponerle cuantos frenos se puedan fraguar” a tales peligros.

Martí veía tras la política norteña los intereses de los ricos industriales y de los políticos que le ofrecían a ese grupo las ventajas que apetecían, pues así garantizaban el triunfo frente a sus rivales. Ante eso, los pueblos de América debían estudiar el asunto para actuar, en lo que el cubano veía el camino de no hacer “alianzas innecesarias con un pueblo agresivo de otra composición y fin, antes de que la demanda de alianza forzosa se encone”. En su opinión, había que “esquivarlo con habilidad.” Entonces, advirtió a partir de lo que publicaba un diario neoyorquino: “El Sun de Nueva York, lo dijo ayer: ‘El que no quiera que lo aplaste el Juggernaut, súbase en su carro’. Mejor será cerrarle al carro el camino”. Desde esa perspectiva, Martí afirmaba: “Para eso es el genio: para vencer la fuerza con la habilidad”.

Sin duda, en su alta vocación de servicio, Martí observó la Conferencia Internacional de Washington, comprendió los peligros que encerraba y alertó a nuestra América para actuar ante ellos de la manera que era posible en aquel momento. Se trataba de contener la aspiración del “predominio de los Estados Unidos sobre los pueblos de América”.

 

 

 

[1] Todas las citas de Martí están tomadas de las Obras Completas. La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963-1973, 28 tomos

 

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