Martí: la huella trascendente

Martí: la huella trascendente

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Ilustración: Manuel Fernández Malagón

 

Aunque José Martí no llegó a ejercer el poder político, el camino transitado por él como organizador, ideólogo y líder espiritual de su pueblo, dejó una huella trascendente.

¿Cómo era Martí en tanto dirigente político? ¿Cuál era su quehacer cotidiano para acometer tantas tareas al unísono? Él mismo lo precisa en una carta a Fernando Figueredo, el 14 de noviembre de 1893: “Uno aquí expirando, sin sueño y sin comer, y atendiendo como una abeja a todo, sin un ápice de ceguera ni de cobardía, y con el pecho alto como las nubes (…)1”; y esta última frase tiene un sentido muy explícito porque el Apóstol se había impregnado del sentimiento de justicia que José de la Luz y Caballero llamó “ese sol del mundo moral” en el pecho humano.2

La imagen de Martí es la de un político íntegro, literalmente honesto, esencialmente sincero. La modestia de sus atuendos no era un cálculo para mover la conmiseración y dar falsa idea de honradez. Su gigantesco trabajo periodístico, unido a sus modestísimos empleos de oficinista, traductor y maestro, apenas alcanzaba para socorrer a sus dos familias. Las entradas debieron aumentar algo con el incremento de las colaboraciones en grandes diarios como La Nación de Buenos Aires y su trabajo como cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay, cargos a los que renunció así como a su quehacer en esos importantes órganos, para dedicarse por entero a la Revolución.

Quien pudo colocar su talento en función del bienestar personal, eligió siempre el camino de la entrega a las causas patriótica y de emancipación social.

El hecho de que los trabajadores le llamaran Maestro, obedecía no solo a sus dedicaciones de carácter docente. Había en ello un reconocimiento implícito al magisterio superior del cual hacía ejercicio continuo. Como maestro, respondía cuantas preguntas se le hacían en el aula, preguntaba él mismo, y en sus clases todo salía a relucir: la sabiduría de los libros y de la vida, de la historia, la moral y la política. Conversaciones pedagógicas fueron aquellas de La Liga3 que, de haberse conservado, serían hoy una valiosa guía para el magisterio cubano.

Por ello sus conceptos de educación y de lucha social están visiblemente vinculados. En su eterna y siempre vigente máxima “Ser culto es el único modo de ser libre”4, se propone rescatar los valores humanos de nuestras sociedades latinoamericanas a partir de un enfoque ético que sienta sus bases en la cultura, en la herencia del pensamiento de los grandes próceres de la libertad continental, en la defensa de la identidad nacional como auténtico proceso formativo en pos de la consolidación de una individualidad que fructifique en bienestar común.

No debemos olvidar que en el propio texto donde Martí relaciona la cultura con la libertad y la ética de las naciones, plantea que “(…) en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno”, y advierte que “(…) el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza (…)”.5 Aquel mismo año (1884) había meditado que “sin razonable prosperidad, la vida, para el común de las gentes, es amarga; pero es un cáncer sin los goces del espíritu”.6

No fue, por cierto, en los libros, ni en su clara inteligencia donde halló respuesta organizativa al nuevo momento histórico cubano y latinoamericano, sino en el estudio de los asuntos políticos y sociales de su tiempo histórico, así como en los encuentros con las masas más o menos conscientes o comprometidas, pero experimentadas en esa época de conmoción civilizatoria.

Es el líder que las escucha atentamente con el objetivo de elaborar una estrategia adecuada, que permita a esas fuerzas la conducción más acertada posible de la Revolución en marcha. El tacto, la delicadeza hacia las propuestas emanadas de los sectores más humildes están plasmados en los estatutos y en la propia práctica del Partido Revolucionario Cubano.

Tuvo mucho cuidado de no sofocar las iniciativas populares espontáneas, de darse cuenta que la efectividad de la acción revolucionaria exigía en todo momento la participación activa, creadora, del pueblo, la masa adolorida con la cual había que hacer causa común, y en la que se debían fomentar los mejores valores.

El poder del Delegado del Partido Revolucionario Cubano fue expresivo de la voluntad común, democráticamente manifiesta en otorgar una representación político-social a las masas; una delegación de facultades y autoridad totalmente opuesta a los privilegios de origen elitista y castrense; en fin, un poder que reconoció sinceramente la soberanía de la instancia popular que lo sustentaba.

Entre los estudiosos de Martí hay unanimidad en cuanto al papel central que le concedía al poder de las ideas. La palabra que esgrimía conmovía el corazón de la gente. Basta leer el álbum que le dedicaron los obreros de una fábrica de tabacos en la Florida para comprender la gran devoción que le profesaban. En sus dedicatorias muestran no solo adhesión y afecto hacia el líder político, sino una sorprendente y fiel visión acerca del significado que tendría para el futuro de Cuba: “Martí, tú eres el escudo que resplandecerá en la bandera de la nueva Revolución Cubana”.

Pero no fueron solo los cubanos quienes estamparon su visión del héroe en el álbum, hubo también hermanos de otros países que igualmente calaron hondo en los valores del patriota. De este modo se expresa un rumano: “Me adhiero a la libertad de Cuba porque amo la libertad de todos los hombres del mundo”.

Un africano llamado Cunill escribió: “La estrella de Cuba se halla empañada porque se encuentra sepultada en el Zanjón, hay que sacarla para que brille por los que como tú viven para la Patria”.

Un dominicano apuntó: “Los héroes, Martí, libertaron mi patria Santo Domingo del despótico gobierno español, así los cubanos y republicanos del mundo entero confían mucho en redentores como tú”.

De este modo se pronunció un venezolano: “Oh Martí, mi Patria tuvo un Simón Bolívar Libertador, por qué Cuba no ha de tener un Martí. Lo tendrá, aunque le pese al mismo tirano que lo fue de mi patria”. De forma similar se manifestaron dos obreros estadounidenses:

“The most earnest desire that I have is that I may soon see Cuba governed by Cubans. Cuba for Cubans” (El más sincero deseo que tengo es que pronto pueda ver a Cuba gobernada por cubanos. Cuba para los cubanos) y “Cuba shall be free in spite of her tyrants” (Cuba será libre a pesar de sus tiranos).7

Si observamos con detenimiento las dedicatorias de los tabaqueros de la Florida en el álbum mencionado, se puede corroborar que el olfato popular no se engañó, y no solo tuvieron fe en él, lo cual es indudable, sino que supieron captar la esencia de sus planteamientos.

Quizás a ello se deba que, a través de los años, en Cuba los homenajes para perpetuar la memoria del Apóstol han tenido como sello distintivo el haber estado vinculados a las contribuciones populares. Desde la Casa Natal adquirida por medio de colecta pública en 1901 hasta los Cuadernos Martianos compilados por el maestro Cintio Vitier en 1997, las ofrendas a su memoria han tenido la peculiaridad de haberse materializado a través de la participación y el aporte económico directos del pueblo.

*Investigadora Titular del Centro de Estudios Martianos

1José Martí. Carta a Fernando Figueredo [Nueva York], 14 de noviembre [de 1893]. En: José Martí. Epistolario. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1993, tomo 3, p. 455.

2Manuel Sanguily. José de la Luz y Caballero. Editorial A. Doorbecker, La Habana, 1926. Tomado de: Vitier, Cintio. Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana. Editorial Siglo XXI, México, 2002, p. 34.

3La Sociedad Protectora de Instrucción La Liga fue creada en enero de 1890 por cubanos y puertorriqueños, negros en su mayoría, para instruir a los sectores populares de la emigración. José Martí. Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, tomo 8, p. 289. Ibídem.

4José Martí. Obras Completas. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1991, tomo 10, p. 63.

5Ibídem

6A Martí. Colección Ediciones Políticas de la Editorial de Ciencias Sociales, ICL, s/f.

7Renio Díaz Triana. Algunas valoraciones sobre la difusión martiana. 1895-1927. En: Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, No. 20, 1997, p.55.   

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